Génesis - Parte VI

Capítulo 19


Sodoma y Gomorra

Ahora bien, los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Cuando Lot alcanzó a verlos, entonces se levantó para ir a su encuentro y se inclinó rostro a tierra.
2 Y procedió a decir: “Por favor, ahora, señores míos, desvíense, por favor, a casa de su siervo, y quédense toda la noche, y que se les laven los pies. Luego tienen que levantarse temprano y seguir viajando por su camino”. A lo que dijeron ellos: “No, sino que en la plaza pública nos quedaremos toda la noche”. 
3 Pero él los instó mucho, de modo que se desviaron a donde él y entraron en su casa. Entonces él les hizo un banquete, y coció tortas no fermentadas, y ellos se pusieron a comer.

Nada, hasta ahora, indicaba que Lot supiera que los dos hombres fueran ángeles de Dios. Sin embargo, su actitud es idéntica a la de su tío Abrahán cuando los vio y que sí se dio cuenta de inmediato quiénes eran: rostro a tierra y ruegos para que vayan a su casa.


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4 Antes que pudieran acostarse, los hombres de la ciudad, los hombres de Sodoma, cercaron la casa, desde el muchacho hasta el viejo, toda la gente en una chusma. 
5 Y siguieron llamando a Lot y diciéndole: “¿Dónde están los hombres que entraron contigo esta noche? Sácanoslos para que tengamos ayuntamiento con ellos”.
6 Por fin Lot salió a donde ellos, a la entrada, pero cerró la puerta tras sí. 
7 Entonces dijo: “Por favor, hermanos míos, no obren mal. 

“No obren mal.” Hasta aquí, Lot muestra gran valentía a la hora de intentar proteger a sus huéspedes. Pero pronto comprobamos lo que verdaderamente intenta hacer Lot, lo cual se nos hace difícil de asimilar.

8 Por favor, miren que tengo dos hijas que nunca han tenido coito con hombre. Por favor, déjenme sacarlas a ustedes. Entonces háganles lo que parezca bien a sus ojos. Solo no hagan nada a estos hombres, porque por eso han venido bajo la sombra de mi techo”. 

Lot intenta, nada más y nada menos, que entregar a sus hijas con tal de que los huéspedes no salgan perjudicados. Ningún padre en su sano juicio haría tal barbaridad. ¿Qué está pasando, pues? Hay quien interpreta en esta actitud, que Lot aplica al pie de la letra la ley hospitalaria, que para ellos era sagrada. Acoger un huésped en su casa era todo un honor y su protección estaba garantizada. ¿Garantizada hasta el punto de entregar a tus hijas a una banda de violadores asesinos? Algo indigerible, imposible de entender en nuestros días. Por lo tanto, lo único que podría hacernos entender esta actitud es que Lot supiera quiénes eran sus huéspedes, que era un desalmado o que había perdido el juicio. Sin embargo, hay que tener en cuenta lo siguiente: Lot va a salvarse de la destrucción de la ciudad; es uno de los que Dios considera justos en un lugar corrompido. Por lo tanto, tendremos que resignarnos y pensar que algo en aquella extrema ley de hospitalidad se nos escapa. Por suerte para sus inocentes hijas, la chusma que hasta allí había acudido era homosexual.

9 A lo que dijeron: “¡Quítate allá!”. Y añadieron: “Este hombre solitario vino acá a morar como forastero y, no obstante, realmente quiere hacer de juez. Ahora vamos a hacerte peor a ti que a ellos”. Y con ímpetu vinieron echándose pesadamente sobre el hombre, sobre Lot, y estaban acercándose para forzar la puerta. 
10 De modo que los hombres alargaron la mano y metieron a Lot consigo, dentro de la casa, y cerraron la puerta. 
11 Pero a los hombres que estaban a la entrada de la casa los hirieron con ceguera, desde el menor hasta el mayor, de modo que estos se agotaban tratando de hallar la entrada.
12 Entonces los hombres dijeron a Lot: “¿Tienes otros aquí? Yerno y tus hijos y tus hijas y cuantos sean tuyos en la ciudad, ¡sácalos del lugar! 
13 Pues vamos a arruinar este lugar, porque el clamor contra ellos se ha hecho fuerte delante de Yahveh, de modo que Yahveh nos ha enviado para arruinar la ciudad”. 
14 Por lo tanto Lot salió y empezó a hablar a sus yernos que habían de tomar a sus hijas, y siguió diciendo: “¡Levántense! ¡Sálganse de este lugar, porque Yahveh va a arruinar la ciudad!”. Pero a los ojos de sus yernos parecía como hombre que bromeaba.
15 No obstante, cuando ascendió el alba, entonces los ángeles se pusieron a apremiar a Lot, diciendo: “¡Levántate! ¡Toma a tu esposa y a tus dos hijas que se hallan aquí, por temor de que seas barrido en el error de la ciudad!”. 
16 Cuando siguió demorándose, entonces, por la compasión de Yahveh para con él, los hombres asieron la mano de él y la mano de su esposa y las manos de sus dos hijas y procedieron a sacarlo y a situarlo fuera de la ciudad. 
17 Y aconteció que, tan pronto como los hubieron sacado a las afueras, él empezó a decir: “¡Escapa por tu alma! ¡No mires atrás y no te detengas en todo el Distrito! ¡Escapa a la región montañosa por temor de que seas barrido!”.
18 Entonces les dijo Lot: “¡Eso no, por favor, Yahveh! 
19 Ahora, por favor, tu siervo ha hallado favor a tus ojos de modo que estás engrandeciendo tu bondad amorosa, la cual has ejercido conmigo para conservar viva mi alma, pero yo... yo no puedo escapar a la región montañosa por temor de que la calamidad se mantenga cerca de mí y yo ciertamente muera. 
20 Ahora, por favor, esta ciudad está cerca para huir allá, y es cosa pequeña. Permítaseme, por favor, escapar allá —¿no es cosa pequeña?— y mi alma seguirá viviendo”. 
21 Así que él le dijo: “Mira que verdaderamente te muestro consideración hasta este grado también, al no derribar la ciudad de la cual has hablado. 
22 ¡Apresúrate! ¡Escapa allá, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allá!”. Por eso él llamó la ciudad por nombre Zóar.
23 El sol había salido sobre la tierra cuando Lot llegó a Zóar. 
24 Entonces Jehová hizo llover azufre y fuego desde Jehová, desde los cielos, sobre Sodoma y sobre Gomorra. 
25 De modo que siguió adelante derribando a estas ciudades, sí, al Distrito entero, y a todos los habitantes de las ciudades, y las plantas del suelo. 
26 Y la esposa de él empezó a mirar alrededor desde detrás de él, y se convirtió en columna de sal.

La mujer de Lot miró atrás. Era la prueba final. Salir de Sodoma sin pesar por lo que dejaban atrás. Mirando solo adelante, hacia una salvación que Yahveh les ofrecía. ¿Merecía la muerte la mujer de Lot por ello? Seguramente no, y de hecho no murió por el solo hecho de mirar hacia atrás, sino por lo que esa mirada significaba. Era una elección simple: Yahveh o corrupción, salvación o muerte.

27 Ahora bien, muy de mañana Abrahán se dirigió al lugar donde había estado de pie delante de Yahveh. 
28 Entonces miró abajo hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la tierra del Distrito, y vio una escena. ¡Pues mire, humo denso ascendía de la tierra como el humo denso de un horno de calcinación! 
29 Y aconteció que, cuando Dios arruinó las ciudades del Distrito, Dios tuvo presente a Abrahán, pues dio pasos para enviar a Lot de en medio del derribo cuando derribó las ciudades en medio de las cuales había estado morando Lot.
30 Más tarde Lot subió desde Zóar y empezó a morar en la región montañosa, y sus dos hijas junto con él, porque le dio miedo morar en Zóar. De modo que empezó a morar en una cueva, él y sus dos hijas. 
31 Y la primogénita procedió a decir a la más joven: “Nuestro padre es viejo, y no hay hombre en el país que tenga relaciones con nosotras según la manera de toda la tierra. 
32 Ven, demos a beber vino a nuestro padre y acostémonos con él y conservemos prole de nuestro padre”.
33 De modo que siguieron dando a beber vino a su padre durante aquella noche; entonces la primogénita entró y se acostó con su padre, pero él no supo cuando ella se acostó ni cuando se levantó. 
34 Y al día siguiente sucedió que la primogénita dijo entonces a la más joven: “Mira, anoche me acosté con mi padre. Démosle a beber vino también esta noche. Entonces entra tú, acuéstate con él, y conservemos prole de nuestro padre”. 
35 De modo que repetidas veces dieron a beber vino a su padre durante aquella noche también; entonces la más joven se levantó y se acostó con él, pero él no supo cuando ella se acostó ni cuando se levantó. 
36 Y ambas hijas de Lot quedaron encinta de su padre. 
37 Con el tiempo la primogénita llegó a ser madre de un hijo, y lo llamó por nombre Moab. Es el padre de Moab, hasta el día de hoy. 
38 En cuanto a la más joven, ella también dio a luz un hijo, y entonces lo llamó por nombre Ben-ammí. Es el padre de los hijos de Ammón, hasta el día de hoy.



Capítulo 20



Abraham y el rey Amibélec
Ahora bien, Abrahán mudó su campamento de allí a la tierra del Négueb y se puso a morar entre Qadés y Sur y a residir como forastero en Guerar.
2 Y repitió Abrahán respecto a Sara su esposa: “Es mi hermana”. Ante aquello, Abimélec rey de Guerar envió, y tomó a Sara.
3 Después Dios vino a Abimélec en un sueño de noche y le dijo: “Mira que puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, puesto que es poseída por otro dueño como esposa”. 
4 Sin embargo, Abimélec no se había acercado a ella. Por eso dijo: “Yahveh, ¿matarás a una nación que es verdaderamente justa?
5 ¿No me dijo él: ‘Es mi hermana’?, y ella... ¿no dijo ella también: ‘Es mi hermano’? En la honradez de mi corazón y con inocencia de mis manos he hecho esto”. 
6 Ante aquello, Dios le dijo en el sueño: “Yo también he sabido que has hecho esto en la honradez de tu corazón, y también estaba deteniéndote de pecar contra mí. Por eso no te permití tocarla. 
7 Pero ahora, devuelve la esposa del hombre, porque es profeta, y él hará súplica por ti. Así que, sigue viviendo. Pero si no la vas a devolver, sabe que positivamente morirás, tú y todos los que son tuyos”.
8 De modo que Abimélec se levantó muy de mañana y procedió a llamar a todos sus siervos y a hablar de todas estas cosas a oídos de ellos. Y a los hombres les dio mucho miedo. 

De nuevo, tal como ocurrió en Egipto, el hecho de que Sara se hiciera pasar como hermana de quien realmente era su marido, acarreó un gran disgusto al rey del país por donde pasaban, en este caso, a Abimelec, rey de Guerar. Sin embargo, en esta ocasión, hay un detalle curioso. Un detalle que nos lleva a preguntarnos… ¿qué fue lo que llevó a aquel rey a fijarse en Sara? ¡Si Sara era ya una anciana que sobrepasaba los cien años! Incapaz de concebir hijos, según ella. Siempre y cuando, claro está, que las narraciones estén en un orden cronológico correcto. Según vamos leyendo, no parece que en los acontecimientos haya error alguno cronológicamente hablando, salvo que algunos detalles de los que se cuentan se hayan mezclado. Siempre habrá algún estudioso del tema que llegue precisamente a esta conclusión, que hay historias que se mezclan por error. 

En cualquier caso, la narración en su conjunto no se ve afectada. Caben además otras posibilidades que harían que esta anécdota protagonizada por Sara no estuviera fuera de lugar. Vemos que a estas alturas, los humanos han reducido considerablemente la esperanza de vida; ya nadie llega a aquellos míticos 900 años, aunque pasan tranquilamente el centenar. Eva dio a luz a Set pasado el siglo de vida y casi con toda seguridad se mantenía todavía joven y bella. Pero a medida que pasaban los años y los siglos, el ser humano fue alejándose de aquellos primeros padres que nacieron perfectos, por lo que, los años de juventud fueron disminuyendo. No sabemos hasta cuantos años se consideraba joven un hombre o una mujer en tiempo de Abraham, pero ellos mismos nos han ido aclarando que ni él, Abraham, ni Sara estaban ya en su mejor edad. 

No obstante, no olvidemos que Sara era una protegida de Dios y había anunciado que todavía llegaría a ser madre. Quién nos dice que esa protección no incluía mantenerla bella a ojos de su marido -y de los demás- para que ser madre a cierta edad no resultara demasiado inaudito. Sea como fuere, está claro que Sara se mantenía bella cuando el rey Abimelec quedó prendado de ella y la hizo llevar a su palacio.

9 Entonces llamó Abimélec a Abrahán y le dijo: “¿Qué nos has hecho, y qué pecado he cometido yo contra ti, para que hayas traído sobre mí y sobre mi reino un pecado grande? Obras que no debieran haberse hecho has hecho tú respecto a mí”. 
10 Y Abimélec pasó a decir a Abrahán: “¿Qué tenías en mira para que hayas hecho esta cosa?”
11 A esto Abrahán dijo: “Fue porque me dije a mí mismo: ‘Sin duda no hay temor de Dios en este lugar, y ciertamente me matarán por causa de mi esposa’. 
12 Y, además, ella en verdad es mi hermana, hija de mi padre, solo que no es hija de mi madre; y vino a ser mi esposa. 
13 Y aconteció que, cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, entonces le dije a ella: ‘Esta es tu bondad amorosa que puedes ejercer para conmigo: En todo lugar adonde lleguemos, di de mí: “Es mi hermano”.
14 Después de eso Abimélec tomó ovejas y ganado vacuno y siervos y siervas y los dio a Abrahán, y le devolvió a Sara su esposa. 
15 Además dijo Abimélec: “Mi tierra está a tu disposición. Mora donde parezca bien a tus ojos”. 
16 Y a Sara dijo: “Doy mil piezas de moneda de plata a tu hermano. Es para ti una cobertura de los ojos para todos los que están contigo, y ante todo el mundo, y quedas libre de oprobio”. 
17 Y Abrahán se puso a hacer súplica a Dios; y Dios procedió a sanar a Abimélec y a su esposa y a sus esclavas, y estas empezaron a dar a luz hijos. 
18 Porque Yahveh había cerrado completamente toda matriz de la casa de Abimélec por causa de Sara, esposa de Abrahán.


Capítulo 21



Isaac e Ismael

Yahveh dirigió su atención a Sara tal como había dicho, y ahora Yahveh hizo para con Sara tal como había hablado.
2 Y Sara quedó encinta y entonces le dio a luz un hijo a Abrahán, en la vejez de él, al tiempo señalado del cual le había hablado Dios.
3 Por lo tanto Abrahán llamó por nombre Isaac a su hijo que le había nacido, que Sara le había dado a luz.
4 Luego Abrahán procedió a circuncidar a Isaac su hijo cuando este tenía ocho días de edad, tal como le había mandado Dios.
5 Abrahán tenía cien años de edad cuando le nació Isaac su hijo.
6 Entonces dijo Sara: “Dios me hizo reir: todo el que oiga de ello se reirá de mí”.
7 Y añadió: “¿Quién hubiera dicho a Abrahán: ‘Sara amamantará a hijos’? ¡Pues le he parido un hijo en su vejez!”


Encontramos aquí a una Sara sorprendida y al tiempo preocupada. Sorprendida por haberse cumplido la promesa de Yahveh de darle un hijo en su vejez, y preocupada por el “qué dirán”, de que una vieja como ella haya dado a luz: “Dios me hizo reir: todo el que oiga de ello se reirá de mí.”


8 Ahora bien, el niño siguió creciendo y llegó a ser destetado; y entonces Abrahán preparó un gran banquete el día en que Isaac fue destetado.
9 Y Sara observaba de continuo que el hijo de Agar la egipcia, que esta le había dado a luz a Abrahán, se burlaba de su hijo Isaac.
10 De modo que empezó a decir a Abrahán: “¡Expulsa a esta esclava y a su hijo, porque el hijo de esta esclava no va a ser heredero con mi hijo, con Isaac!”


Surgen, o más bien, continúan, las desavenencias entre Sara y su esclava, esta vez, provocadas por los hijos. Según Sara, Ismael, mucho mayor que Isaac, no es una buena compañía para su hijo. Sara llega al extremo de pedir la expulsión de ambos.



11 Pero muy desagradable le resultó aquella cosa a Abrahán, en lo que tocaba a su hijo.
12 Entonces Dios dijo a Abrahán: “No te sea desagradable nada de lo que Sara siga diciéndote acerca del muchacho y acerca de tu esclava. Escucha su voz, porque es por medio de Isaac por quien lo que será llamado descendencia tuya será.
13 Y en cuanto al hijo de la esclava, también a él lo constituiré en nación, porque es prole tuya”.

Episodio un tanto controvertido a la hora de sacar conclusiones, pues lo primero que nos viene a la mente es la crueldad de Sara por pedir que se expulse a una madre acompañada de su pequeño hijo. Luego viene el drama del desierto y su pequeño a punto de morir de hambre y sed. Pero, vayamos poco a poco. En primer lugar, no se sabe exactamente quién era más cruel, si Sara con Agar, la esclava, o viceversa. Puede que el hijo de Sara se viera acosado por un no tan pequeño Ismael, pues debía tener por aquel entonces quince o dieciséis años, por lo que, los cuadros artísticos que nos muestran a una Agar desesperada ante la muerte inminente de su "pequeño", no deben llevarnos a engaño. Sí es cierto, como veremos, que Ismael empezó a desfallecer por falta de agua, pero eso ocurrió porque Abrahám se limitó a obedecer a Dios sacando a ambos de su campamento; Sara era, ya lo hemos visto, de armas tomar, pero no hay por qué pensar que en su corazón estuviera la idea de abandonarlos a su suerte en pleno desierto. Simplemente quería alejar de su hijo la mala influencia de un maleducado Ismael.
Si, como además hemos visto, Agar, ya en su día se dedicó a humillar a Sara, no sería descabellado pensar que ahora disfrutaba viendo cómo Ismael humillaba al pequeño Isaac. Sara, por su parte, pensaba egoista pero legítimamente, que Isaac, el hijo salido de su vientre, era el verdadero heredero de Abraham, y que por tanto no tenía que sufrir las humillaciones de su hermanastro, que no era sino el hijo de una esclava. Ante todo esto, Abraham debía estar entre la espada y la pared y finalmente interviene Yahveh que aprovecha las desavenencias familiares para que se cumpla su promesa de formar un gran pueblo a través del hijo que le dió con su esclava.
Abraham puede ser visto como alguien que se deja dominar por su esposa accediendo a la cruel petición de abandonar en pleno desierto a una mujer y un muchacho; pero lo cierto es que él sabía muy bien que ambos estarían a salvo desde el momento en que Yahveh le dice: "también a él lo constituiré en nación, porque es prole tuya”.

14 De modo que Abrahán se levantó muy de mañana y tomó pan y un odre de agua y se lo dio a Agar, poniéndolo sobre el hombro de ella, y al niño, y entonces la despidió. Y ella se puso en marcha y anduvo errante por el desierto de Beer-seba.
15 Por fin se agotó el agua del odre, y ella arrojó al niño bajo uno de los arbustos.
16 Entonces siguió adelante y se sentó sola, como a la distancia de un tiro de arco, porque decía: “Que no vea yo cuando muera el niño”. De modo que se sentó a lo lejos y se puso a alzar la voz y a llorar.
17 En esto Dios oyó la voz del muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha escuchado la voz del muchacho allí donde está.
18 Levántate, alza al muchacho y áselo con tu mano, porque lo constituiré en nación grande”.
19 Entonces Dios le abrió los ojos de modo que ella alcanzara a ver un pozo de agua; y ella fue y se puso a llenar de agua el odre y a dar de beber al muchacho.
20 Y Dios continuó estando con el muchacho, y él siguió creciendo y morando en el desierto; y se hizo arquero.
21 Y se puso a morar en el desierto de Parán, y su madre procedió a tomarle esposa de la tierra de Egipto.


Pacto con Abimelec

22 Ahora bien, por aquel tiempo aconteció que Abimélec, junto con Ficol, el jefe de su ejército, dijo a Abrahán: “Dios está contigo en todo lo que estás haciendo.
23 De modo que ahora júrame aquí por Dios que no me resultarás falso a mí, ni a mi prole, ni a mi posteridad; que, conforme al amor leal con que yo he tratado contigo, tú tratarás conmigo y con la tierra en la cual has estado residiendo como forastero”.
24 De modo que Abrahán dijo: “Juraré”.
25 Cuando Abrahán criticó severamente a Abimélec respecto al pozo de agua del que se habían apoderado con violencia los siervos de Abimélec,
26 entonces dijo Abimélec: “No sé quién hizo esta cosa, ni tú mismo me lo informaste, y yo mismo tampoco lo he oído hasta hoy”.
27 Ante aquello, Abrahán tomó ovejas y ganado vacuno y los dio a Abimélec, y ambos procedieron a celebrar un pacto.
28 Cuando Abrahán puso aparte siete corderas del rebaño,
29 Abimélec pasó a decir a Abrahán: “¿Pues qué significan estas siete corderas que has puesto aparte?”
30 Entonces él dijo: “Has de aceptar de mi mano las siete corderas, para que ello me sirva de testimonio de que yo he cavado este pozo”.
31 Por eso llamó a aquel lugar Beer-seba, porque allí ambos habían prestado juramento.
32 Así que celebraron un pacto en Beer-seba, después de lo cual Abimélec se levantó junto con Ficol, el jefe de su ejército, y se volvieron a la tierra de los filisteos.

En la segunda parte de este capítulo vemos cómo el rey Abimelec, asombrado por lo bien que le va a Abraham intenta que las relaciones entre ambos sean buenas. Quizás teme que en un hipotético enfrentamiento entre ambos pueblos sea él el perjudicado, en vista de que Abraham goza de la protección divina. Por su parte, Abraham intenta limar asperezas y arreglar algunos asuntos pendientes como el caso del pozo de agua

33 Después de aquello él plantó un tamarisco en Beer-seba e invocó allí el nombre de Yahveh el Dios de duración indefinida.

34 Y Abrahán extendió su residencia como forastero en la tierra de los filisteos muchos días.


Capítulo 22



El sacrificio de Isaac

Ahora bien, después de estas cosas aconteció que Dios puso a prueba a Abrahán. Por consiguiente, le dijo: “¡Abrahán!”, a lo cual dijo él: “¡Aquí estoy!”
2 Y él pasó a decir: “Toma, por favor, a tu hijo, a tu hijo único a quien amas tanto, a Isaac, y haz un viaje a la tierra de Moria, y allí ofrécelo como ofrenda quemada sobre una de las montañas que yo te designaré”.
3 De modo que Abrahán se levantó muy de mañana y aparejó su asno y tomó consigo a dos de sus servidores y a Isaac su hijo; y partió la leña para la ofrenda quemada. Entonces se levantó y emprendió el viaje al lugar que le designó Dios.
4 Fue por primera vez al tercer día cuando Abrahán alzó los ojos y empezó a ver el lugar desde lejos.
5 Entonces Abrahán dijo a sus servidores: “Quédense aquí con el asno, pero yo y el muchacho queremos ir allá, y adorar, y volver a ustedes”.
6 Después de eso, Abrahán tomó la leña de la ofrenda quemada y la puso sobre Isaac su hijo, y tomó en sus manos el fuego y el cuchillo de degüello, y ambos siguieron adelante juntos.
7 E Isaac empezó a decir a Abrahán su padre: “¡Padre mío!”. Él a su vez dijo: “¡Aquí estoy, hijo mío!”. De modo que continuó: “Aquí están el fuego y la leña, ¿pero dónde está la oveja para la ofrenda quemada?”
8 A lo cual dijo Abrahán: “Dios se proveerá la oveja para la ofrenda quemada, hijo mío”. Y ambos siguieron andando juntos.
9 Finalmente llegaron al lugar que le había designado Dios, y allí Abrahán edificó un altar y puso en orden la leña y ató de manos y pies a Isaac su hijo y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
10 Entonces Abrahán extendió la mano y tomó el cuchillo de degüello para matar a su hijo.
11 Pero el ángel de Yahveh se puso a llamarlo desde los cielos y a decir: “¡Abrahán, Abrahán!”, a lo cual él contestó: “¡Aquí estoy!”
12 Y pasó a decir: “No extiendas tu mano contra el muchacho y no le hagas nada, porque ahora sé de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu unigénito”.
13 En esto Abrahán alzó los ojos y miró, y allí, a poca distancia enfrente de él, había un carnero prendido por los cuernos en un matorral. De modo que Abrahán fue y tomó el carnero y lo ofreció como ofrenda quemada en lugar de su hijo.
14 Y Abrahán se puso a llamar aquel lugar por nombre Yahveh yir’he. Por eso se acostumbra decir hoy: “En la montaña de Yahveh se proveerá”.
15 Y el ángel de Yahveh procedió a llamar a Abrahán por segunda vez desde los cielos
16 y a decir: “‘Por mí mismo de veras juro —es la expresión de Yahveh— que por motivo de que has hecho esta cosa y no has retenido a tu hijo, tu unigénito,
17 yo de seguro te bendeciré y de seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar; y tu descendencia tomará posesión de la puerta de sus enemigos.
18 Y mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra debido a que has escuchado mi voz’”.
19 Después de eso Abrahán volvió a sus servidores, y se levantaron, y juntos procedieron a irse a Beer-seba; y Abrahán continuó morando en Beer-seba.
20 Tras estos sucesos se le anunció a Abrahán lo siguiente: “Mira que Milcá misma también le ha dado a luz hijos a Nacor tu hermano:
21 Uz su primogénito y Buz su hermano y Quemuel el padre de Aram,
22 y Késed y Hazó y Pildás y Jidlaf y Betuel”.
23 Y Betuel llegó a ser padre de Rebeca. Estos ocho le dio a luz Milcá a Nacor el hermano de Abrahán.
24 Estaba también su concubina, cuyo nombre era Reumá. Con el tiempo ella misma también dio a luz a Tébah y Gaham y Tahas y Maacá.


El sacrificio de Isaac ha sido estudiado por infinidad de teólogos e investigadores bíblicos, tratando de dar una explicación sobre un mandato divino que escapa a la lógica de la mente humana. ¿Por qué ordena Dios a Abraham que le quite la vida a su hijo mediante un sacrificio? ¿Por qué una prueba tan dura? Abraham siempre había demostrado serle fiel. ¿Por qué probar su fidelidad hasta tal extremo? Preguntas de difícil respuesta. Quizás Yahveh quería saber si algún humano estaría dispuesto a hacer por su dios lo que Él mismo haría después por la humanidad, sacrificar a su propio hijo. Y esto nos lleva a otra pregunta: si Dios lee en el corazón de los hombres y sabía cuál iba a ser la respuesta de Abraham, ¿para qué se molestó en ponerlo a prueba? Podríamos saltar de una pregunta a otra como: ¿Por qué creo Dios el mundo sabiendo que la aparición del hombre y los ángeles rebeldes desencadenarían un desastre? Todo escapa al intelecto humano. Una respuesta arriesgada sería: que quizás toda la desastrosa historia de la humanidad es necesaria si un día la raza humana quiere llegar a ser perfecta. Si Yahveh sabía que sus hijos humanos le iban a fallar, podía haber optado por no crearlos y nuestra raza nunca jamás hubiera pisado la tierra. Sus otros hijos celestiales hubieran estado en disposición de criticar esta medida: no los habría creado por miedo al fracaso. Ni siquiera los seres celestiales hubieran sido creados, y el ser omnipotente que es Dios, nunca habría llegado a crear nada. Sin embargo, tras una historia de varios miles de años en que los humanos no han sido capaces de gobernarse por sí solos, Yahvéh ha demostrado cuán necesaria es su intervención y que los humanos tengan un ser superior que les gobierne. Pero para eso, toda esta desastrosa historia tenía necesariamente que ocurrir y quedar registrada.

La historia de Abraham podía haber seguido adelante sin tener que sufrir una prueba tan extrema. El patriarca era un hombre a la altura de lo que Dios esperaba de él. Dios sabía hasta qué punto le era fiel, pero debía demostrarlo, no solo ante Él, sino ante todos, y que así quedara escrito, porque del líder del pueblo de Dios debía exigirse lo máximo. Ser un ejemplo a seguir. Yahveh lo tenía todo perfectamente planeado y por consiguiente pidió al patriarca que le ofreciera a su hijo en sacrificio. Había en esta petición dos contrariedades que seguramente no pasaron por alto a Abraham. La primera es que Dios nunca había exigido a nadie un sacrificio humano; y la segunda, que aquella demanda venía a romper su pacto. Dios nunca le había mentido. Había cumplido su promesa de darle un hijo con Sara, pero sacrificarlo ahora suponía incumplir la promesa de que, a través de Isaac, su descendencia llegaría a ser tan incontable como las estrellas. No hay ningún escrito que cuente que Abraham pidiera explicación alguna a Dios, ni que se negara a nada, sino que se limitó a obedecer. Él era un simple humano mortal sobre la tierra y Yahveh era el todopoderoso creador de todas las cosas, incluido el propio Abraham y su hijo. No había explicación alguna que pedir, solo cabía llevar a cabo lo que le habían ordenado.


El sufrimiento, desde el mismo momento en que le fue dada la orden y durante los tres días que duró el camino hasta el lugar donde se celebraría el sacrificio, debió ser duro en extremo, aunque no se tiene constancia de que Abraham se revelara en ningún momento contra Dios. Isaac, por su parte, no sabe nada, aunque se extraña de que su padre no lleve consigo el animal que debe ser sacrificado. No sabemos la edad del muchacho, quizá era ya un adolescente, pero suficientemente joven como para ser sujetado y maniatado a la hora del sacrificio. Difícilmente hubiera accedido al sacrificio por su propia voluntad. Aquí se hace un símil del sacrificio ofrecido por un mortal con el que más tarde haría el propio Yahveh, pero no del sacrificado. Isaac subió a la montaña engañado, pero no hay detalles de si opuso o no resistencia una vez llegó la hora de colocarlo en el altar. Solo que un ángel de Yahveh detuvo la mano que estaba dispuesta a llevar a cabo el sacrificio. La lección está clara. La obediencia y la fidelidad a Dios como único camino, por inescrutable que parezca. La obediencia al padre creador para que se cumplan sus planes con la humanidad a través del pacto con su pueblo elegido. Un pacto que Yahveh cumpliría a pesar de que este pueblo no siempre le sería fiel.



Capítulo 23


La muerte de Sara
La vida de Sara llegó a ciento veintisiete años. Estos fueron los años de la vida de Sara. 
2 De modo que murió Sara en Quiryat-arbá, es decir, Hebrón, en la tierra de Canaán, y Abrahán entró a plañir a Sara y a llorarla. 
3 Entonces se levantó Abrahán de delante de su muerto y procedió a hablar a los hijos de Het, diciendo: 
4 “Residente forastero y poblador soy yo entre ustedes. Denme la posesión de una sepultura entre ustedes para que entierre a mi muerto fuera del alcance de mi vista”.
5 Ante esto, los hijos de Het contestaron a Abrahán, y le dijeron: 
6 “Escúchanos, señor. Un príncipe de Helohim eres tú en medio de nosotros. Entierra a tu difunto en la más selecta de nuestras sepulturas. Ninguno de nosotros retendrá de ti su sepultura para impedir el entierro de tu muerto”.
7 Por lo tanto Abrahán se levantó y se inclinó ante los naturales, ante los hijos de Het, 
8 y habló con ellos, y dijo: “Si sus almas convienen en enterrar a mi muerto fuera del alcance de mi vista, escúchenme e insten por mí a Efrón el hijo de Zóhar, 
9 para que me dé la cueva de Macpelá, que es suya, la cual está a la extremidad de su campo. Por la plena cantidad de plata, que me la dé en medio de ustedes para la posesión de una sepultura”.
10 El caso era que Efrón estaba sentado en medio de los hijos de Het. Así que Efrón el hitita contestó a Abrahán, a oídos de los hijos de Het junto con todos los que entraban por la puerta de su ciudad, y dijo: 
11 “¡No, señor mío! Escúchame. El campo sí te lo doy, y la cueva que está en él a ti te la doy, sí. Ante los ojos de los hijos de mi pueblo de veras te la doy. Entierra a tu muerto”. 
12 En esto se inclinó Abrahán ante los naturales 
13 y habló a Efrón, oyéndolo los naturales, y dijo: “Solamente si tú... ¡no, escúchame! Ciertamente te daré la cantidad de plata por el campo. Tómala de mí, para que yo entierre allí a mi muerto”.
14 Entonces contestó Efrón a Abrahán, diciéndole: 
15 “Señor mío, escúchame. Una porción de terreno que vale cuatrocientos siclos de plata, ¿qué es eso entre yo y tú? De modo que entierra a tu muerto”. 
16 Por consiguiente, escuchó Abrahán a Efrón, y Abrahán le pesó a Efrón la cantidad de plata de que había hablado a oídos de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, corriente entre mercaderes. 
17 Así el campo de Efrón que estaba en Macpelá, que está enfrente de Mamré, el campo y la cueva que estaba en él, y todos los árboles que estaban en el campo, que estaban dentro de todos sus límites en derredor, quedaron confirmados 
18 a Abrahán como propiedad suya comprada ante los ojos de los hijos de Het, entre todos los que entraban por la puerta de su ciudad. 
19 Y después de aquello Abrahán enterró a Sara su esposa en la cueva del campo de Macpelá, enfrente de Mamré, es decir, Hebrón, en la tierra de Canaán. 
20 Así el campo y la cueva que estaba en él quedaron confirmados a Abrahán para posesión de sepultura, de mano de los hijos de Het.

La vida de Sara llega a su fin. Aquí venimos a comprobar, una vez más, el reconocimiento y respeto hacia Abraham por parte de los nativos de la tierra donde él y su pueblo llegaron como forastero. Abrahm pide que se le venda un lugar donde enterrar a su esposa y todos están dispuestos a cederselo, incluso sin cobrarle por él, aunque el patriarca insiste en pagarlo, para así tener la seguridad de que la tumba siempre será de su propiedad y los restos de Sara nunca sean molestados.

El Génesis es un libro compuesto por cincuenta capítulos, todos ellos a cual más apasionante. La historia de la creación y el propósito del Creador con la humanidad quedan explicados en los veintitrés capítulos que hemos abordado. El propósito era hacer entendible el principio de la Biblia, un libro que muchos comienzan y pocos pasan del primer capítulo. Quizás después de la historia de Abraham, seguir adelante con José o Jacob sea más fácil, o quizás en otra ocasión se aborden estas historias en otro libro, pero de momento, lo dejamos aquí, pues por seguir, podríamos seguir y contar el Exodo, donde se relata la esclavitud de la descendencia de Abraham y su salida de Egipto liderados por Moisés, hasta llegar al Nuevo Testamento y contarlo también completo.


Podrás ser creyente y tomarte todo lo leído y explicado como una lección bíblica que te ayude espiritualmente, o podrás ser ateo o agnóstico y tomártelo como unas historias curiosas y entretenidas, pero a nadie podrá dejar indiferente el hecho de que todo cuanto se cuenta en el Génesis es perfectamente concordable con la ciencia. Podrás creer que toda la creación del universo con sus seres vivos incluidos se hizo al azar, o que fue dirigido por un ser divino. Pero ambos, Biblia y ciencia están ahí para demostrar su complejidad. El propósito de este libro era hacer entendible los primeros capítulos de la Biblia, sin intentar convencer a nadie de la existencia de un ser divino y creador; desde un punto de vista neutral, religiosamente hablando. Pero sinceramente, después de profundizar en ambas cosas, ciencia y Biblia, puede que sea más difícil declararse ateo que creyente, aunque esto, es solamente una opinión muy personal del autor de estas líneas.

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