La España de los cantones - Capítulo 14

Así quedó el Parque de Artillería tras la explosión
Las últimas aventuras de Antonete y Contreras

A principios de agosto, Antonete y el general Contreras se dirigen a Chinchilla al frente de 3.000 hombres. La idea era apoyar al cantón de Valencia cortando las comunicaciones ferroviarias entre Madrid y el ejército del general Arsenio Martínez Campos, que tenía la ciudad bajo asedio. Aquel atrevimiento iba a suponer un desastre para los cantonalistas murcianos, donde en un principio llevaron las de ganar en el combate que tuvo lugar en la estación de ferrocarril. Pero Valencia terminó rindiéndose y un contraataque de las tropas de Martínez Campos pone en fuga a los murcianos, que regresaron habiendo perdido 500 hombres y gran cantidad de armamento.
Martinez Campos deja Valencia rendida y no encuentra gran oposición para hacerse también con Murcia. Ahora todos los cantonalistas se refugian en Cartagena, que queda asediada por tierra y atacada por mar. Aun así, los barcos que le quedan a Antonete siguen haciendo salidas en busca de víveres, siempre bajo bandera española para no sufrir nuevos ataques extranjeros. Pero era inevitable que tarde o temprano se encontraran con la armada del gobierno central. El 11 de octubre tiene el primer combate frente a la bahía de Portmán. Después de un intercambio de fuego durante dos horas, los barcos cantonalistas ponen rumbo a Cartagena. Poco después vuelven a hacer otra salida para intentar restablecer el cantón en Valencia. Aquí se va a producir un percance que haría perder a Antonete otro de los valiosos barcos de su flota. En medio de la noche, a la altura de Alicante, los dos barcos que habían salido de expedición chocan accidentalmente y uno de ellos se hunde. A partir de aquí, todo iba a ir mal para el cantón murciano.


Cartagena bajo las bombas

El nuevo presidente, Emilio Castelar, quería terminar cuanto antes con el problema murciano y ordenó al general Ceballos, recién llegado de Cuba, que iniciara un intenso bombardeo contra Cartagena. Pero tras la primera semana de bombardeo las defensas de Cartagena no habían sufrido grandes daños y esto dio lugar a que Ceballos presentara su dimisión. El 10 de diciembre fue sustituido por el general José López Domínguez; antes de salir de Madrid, Castelar le insistió en que debía conseguir la rendición de Cartagena costara lo que costara antes del 2 de enero. ¿Y por qué esta fecha era importante para Castelar? Porque después de conseguir gobernar por decreto las Cortes se cerraron y el 2 de enero era la fecha prevista para la reapertura, y para entonces, quería poder presentar ante éstas algún logro conseguido. 

Bajo las órdenes del nuevo general se reanuda el bombardeo. El 29 de diciembre, la fragata Tetuán, atracada en el puerto, es alcanzada, se incendia y termina hundida. Se cuenta que el incendio pudo ser consecuencia de un sabotaje. El 6 de enero las bombas alcanzan el parque de artillería. Hay quien cree que también pudo explotar por una imprudencia. Sea como fuere, la explosión causó la muerte de más de 300 civiles que se refugiaban allí, la mayoría mujeres y niños. La prensa extranjera, que observaba asombrada el bochornoso espectáculo, eleva la cifra de muertos en este desastre a dos mil. Pero si, como se dice, explotó por una imprudencia, ¿acaso en el local se guardaban explosivos? ¿Por qué fueron a refugiar mujeres y niños a semejante lugar? No hay detalles al respecto. Solo se sabe que otros niños corrieron mejor suerte al pedir la Cruz Roja la tregua suficiente para evacuarlos. 


Roque Barcia pide ayuda a América

Fue un político nacido en Sevilla, que había recorrido mucho mundo, escritor, periodista, y dicen que muy cristiano y político incorrupto. Muchos de sus libros fueron prohibidos en España, incluido uno sobre la historia de Estados Unidos. Se dice que Barcia escribía obras para educar al pueblo y el gobierno las prohibía para que el pueblo permaneciera siempre en la oscuridad de las ideas de regeneración social. Tuvo trato con republicanos como el gaditano Emilio Castelar, cuando aún no era presidente del gobierno, o anarquistas como el también gaditano Fermín Salvoechea, fundador del periódico El Demócrata Andaluz. A Cádiz llegó Roque Barcia a dirigir dicho periódico, y esto le valió la excomunión del obispo de la ciudad, ya que sus artículos eran perniciosos para el espíritu. Todo un personaje, este Roque, que terminó en Cartagena como uno de los principales cabecillas de la revolución. 

La situación en el interior de Cartagena era ya desesperada, Castelar, el que un tiempo fue su colega y amigo, podía ahora, en cualquier momento, aplastarlo bajo una bomba, y entonces… A Roque Barcia se le ocurrió una idea: pedir socorro a Estados Unidos. La situación, en medio de tanta tragedia, puede parecer rocambolesca y hay quien afirma que no es cierto. Pero parece que algo de cierto hubo, aunque las versiones varían. Se dice que se envió un mensaje al presidente Ulysses S. Grant a través de su embajada en Madrid en la que se solicitaba permiso para izar la bandera estadounidense, convencidos de que el ejército republicano no se atrevería a atacar una ciudad que enarbolara dicha bandera. Se dice también que la solicitud fue mucho más allá, pidiendo convertirse en un estado miembro de Estados Unidos, y no sería descabellado afirmarlo, en vista de que Barcia era un estudioso de su historia y por lo visto, un enamorado de su sistema federal. Aunque otros creen que simplemente se les pidió ayuda, sin más.

Sobre la respuesta que obtuvieron, también hay varias versiones; desde los que cuentan que la petición fue ignorada y nunca hubo respuesta, hasta los que dicen que el presidente estadounidense consideró seriamente la propuesta, pues se trataba de una ocasión única de hacerse con un pedazo de la península, lugar estratégico en el mundo para América desde el punto de vista militar. Pero quizás, la versión más fiable, si es que de verdad se envió el mensaje de socorro, es la que cuenta que no hubo tiempo a esperar la respuesta, ya que, al ver que iban a ser atrapados, Antonete y demás cabecillas de la revuelta, junto a otras 500 personas, se embarcaron con urgencia en la fragata Numancia para salir huyendo a toda máquina. Era el 12 de enero de 1874. Destino: el puerto argelino de Oran, donde pedirían asilo político. La flota española se puso inmediatamente a perseguirlos, pero la Numancia era un barco moderno mucho más rápido y no se consiguió darle alcance. 

Acababa así una descabellada aventura que había durado seis meses y que se saldó con varios miles de muertos, más de 500 exiliados y con una ciudad prácticamente en ruinas: más 300 edificios completamente destruidos, unos 1.500 con daños serios y solo 27 quedaron intactos. Un desastre.

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