La España de los cantones - Capítulo 13

Ilustración de la revista La Flaca
La rebeldía del general Pavia 

En Málaga, las autoridades se resistían a reconocer el nuevo sistema republicano. Hasta que el 12 de febrero un levantamiento popular republicano se echó a la calle. Hubo levantamientos similares en muchos pueblos de la provincia como Álora, Casarabonela y Antequera. Las autoridades locales no tuvieron elección y finalmente aceptaron el nuevo sistema. No obstante, en los meses siguientes continuaron sucediéndose altercados y enfrentamientos, el alcalde republicano Moreno y Picó es asesinado.



El 12 de agosto el general Pavía entraba a caballo en Granada, donde no encontró resistencia, desarmó a los insurrectos de la capital y de la provincia poniendo fin al cantón de Granada. Luego marcharon hacia Málaga a pesar de que Pavia tenía orden de no ir hasta allí. Salmerón, presidente del gobierno (el tercero desde febrero) había tomado la decisión de destituir a todos los gobernadores civiles de las provincias donde hubiera insurrecciones. Salmerón y Solier, el gobernador de Málaga, estaban en aquellos momentos negociando y por eso Pavia tenía orden de no atacar. El general, sin embargo, no estuvo de acuerdo y presentó su dimisión, aunque no fue aceptada.

Finalmente, Salmerón destituyó al gobernador civil Solier y autorizó que una pequeña guarnición al mando de un delegado del gobierno, no de Pavía, fuese a Málaga, ante lo cual, Pavia se siente ofendido y vuelve a presentar su dimisión.

«Yo no podía permitir que fuese guarnición alguna a Málaga, sin que yo la condujese y entrara en la ciudad a la cabeza de ella, ni permitiría que las fuerzas populares de la ciudad poseyesen armas.»

En vez de eso, y desafiando al gobierno, se encaminó a Écija, que también se había sumado a la revolución, y donde según el mismo Pavia «hizo castigos ejemplares» que servirían de ejemplo a todos los cantonalistas de Andalucía que no se rindieran a su autoridad.

Entre tanto, hay cambio de gobierno, Nicolás Salmerón dimite; el nuevo presidente será Emilio Castelar. En Málaga, ante el peligro de verse atrapado, el gobernador Solier propone al nuevo gobierno abandonar Málaga con sus hombres a cambio de que Pavia no ataque. Pero Pavia, desoyendo al gobierno los persigue y los detiene en Bobadilla, para más tarde entrar en Málaga y acabar con la revolución. Era el 19 de septiembre de 1873. Y atención a este general, porque su rebeldía no quedará solo en esto.



Recapitulando

Recapitulemos, solo así podremos hacernos una idea de la desastrosa gestión que hicieron los políticos en aquellos meses, que llevaron al país a una situación esperpéntica, ridícula y surrealista. Pero para ser justos, habría que reconocer que no solo fue culpa de los políticos. Militares, cabecillas de grupos revolucionarios y por último, la impaciencia y el aborregamiento del propio pueblo, tuvieron tanta y o más culpa que los políticos, porque si éstos eran incapaces de llegar a ningún acuerdo en el congreso, los otros no tuvieron la entereza y la templanza suficientes para no dejarse llevar por tanto revolucionario ansioso de protagonismo y no llegar a lo que se llegó.

Dos guerras civiles a la vez, la de Cuba y la de los carlistas, llevan al rey Amadeo I a la desesperación hasta que decide abdicar y volver a su país de origen, Italia. Sin dar tregua ni tiempo a recapacitar, los descerebrados de turno ponen cerco al congreso exigiendo lo que ellos consideraban lo mejor para el país, pasando por encima de la constitución y sin previa consulta popular. En realidad, era una ocasión única para proclamar la república, y así lo hicieron. Se nombra al primer presidente republicano, Estanislao Figueras. Todo esto hubiera podido salir muy bien, en una sociedad… más adulta de lo que demostró ser la España del siglo XIX. Con un gobierno de personas sensatas, que hubiera sabido manejar la situación de Cuba, dándoles -¿por qué no?- Su independencia; total, aquello ya estaba perdido de antemano; y poner en su sitio a un demente como el pretendiente a ser rey, que por sus santos cojones estaba dispuesto a llegar donde fuera necesario para conseguirlo.

Hubiera podido ser, sí; si hubieran tenido la cordura suficiente, si hubieran sabido escucharse unos a otros, en vez de ladrar como perros rabiosos, queriendo llevar todos la razón. Una república unitaria, federal, desde arriba, desde abajo, desde la izquierda, desde la derecha, desde el norte o desde el sur, desde donde les hubiera dado la gana. Se hubiera conseguido. Pero no. Nadie. Absolutamente nadie tuvo cordura ni madurez. El pueblo no tuvo los dirigentes que debían darles la anhelada justicia y libertad; y al final, ni el propio pueblo supo comportarse con mediana dignidad. El resultado: desde febrero, cuando abdicó Amadeo, se había sumado un problema más, el de los cantones; ya eran tres las guerras civiles, y cuatro los presidentes. Figueras duró 119 días. Pi y Margal 37 días. Nicolás Salmerón 51 días.

A continuación, se nombró a Emilio Castelar, que ya veremos hasta dónde es capaz de llegar. 6 meses. 4 presidentes. Una media de menos de 52 días por presidente. 3 guerras civiles simultáneas. Son los números del despropósito y la vergüenza. No estría mal, si de batir records se tratara.



¿Por qué dimiten los presidentes?

El rey Amadeo dimitió porque “España parecía una jaula de locos". 
Estanislao Figueras porque “estaba hasta donde ya hemos dicho".
Pi y Margall porque sus telegramas persuasivos no hacían efecto y era contrario a usar la violencia.
Nicolás Salmerón porque se negó a firmar la sentencia de muerte de unos soldados insurrectos.

Las causas señaladas, son, en todo caso, la puntilla final a una trayectoria marcada por la impotencia y la incapacidad a poner remedio a los males que destrozaban el país; la excusa o la oportunidad de salir del laberinto en que entraban nada más ser nombrados como máximos responsables de una locura sin freno. A Castelar no le esperaba un panorama halagador ¿cuánto tardaría en dimitir?

Castelar tenía claro cuál era su prioridad: acabar con los revolucionarios cantonalistas y con el carlismo del norte. El cantón de Cartagena era el único que seguía resistiendo y había que sofocar el problema de una vez por todas, pero necesitaba que el gobierno le concediera algunos poderes extraordinarios. El presidente obtuvo esos poderes y le permitieron gobernar por decreto. Se reorganiza entonces el cuerpo de artillería disuelto hacía unos meses al final del reinado de Amadeo I, se llama a los reservistas y el ejército llega a los 200 000 hombres. A finales de noviembre se ordena al general Ceballos que se haga cargo del problema de Cartagena y comience un bombardeo que quebrante el «ánimo de los defensores o cuando menos molestarles, para no dar lugar a que permanezcan como han permanecido, completamente tranquilos». El bombardeo comenzó el 26 de noviembre de 1873

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