La España de los cantones - Capítulo 12


La anarquía sevillana

En Sevilla, como en las demás ciudades cantonalistas, estaban convencidos de que la república federal desde abajo, iba a ser la solución a todos los problemas sociales y políticos. El Partido Republicano en Sevilla estaba a favor de las reformas profundas en una España que querían más descentralizada y con mayor autonomía para las provincias. El alcalde de Sevilla era por aquellos entonces Pedro Ramón Balboa. Los republicanos federales tenían hasta su propio periódico, La Andalucía, y la ciudad estaba llena de anarquistas. Cuando llega el momento, los sevillanos acuden a la Maestranza de Artillería, la asaltan y se aprovisionan de armas. Se toman los barrios de La Alameda, La Macarena, San Lorenzo y Triana, estableciendo allí barricadas. Manuel García Herrera, alcalde interino recién nombrado animó al pueblo a rebelarse contra los militares, por lo que estos huyeron de la ciudad.

Militantes de los federales intransigentes recorren Andalucía ayudando a proclamar cantones. Unos 1.000 llegan desde Málaga. Antes de ir a Sevilla lo habían intentado en Córdoba, donde fueron rechazados por las tropas de general Ripoll. Al día siguiente, este grupo, junto a los republicanos federales sevillanos, asaltan el ayuntamiento y se proclaman una Junta Revolucionaria, que a su vez proclamaría la Junta Democrática Federal Social. Por juntas y comisiones de nombres rebuscados y rimbombantes que no quede.

El gobernador civil La Rosa se encargaría de desbaratar todo el tinglado. El cantón Sevillano duró apenas dos días La Rosa declaró ilegal la Junta, consiguió recuperar dos cañones que le habían colocado justo delante del edificio del Gobierno Civil y mandó detener a los tres principales miembros de la Junta. Pero aún habría otro intento el 16 de julio, cuando entraron en acción los llamados Voluntarios. También Jerez y en Cádiz, que ya se han enterado de lo que ocurre en Sevilla, intentan hacer lo propio en sus ciudades. El grupo de Voluntarios de Sevilla acude en su ayuda y se detienen en Utrera donde va a tener lugar un episodio tragicómico. Porque en efecto, sería más propio de una absurda comedia, de no ser por la tragedia ocurrida.



La tragedia de Utrera

Absurdo. Lo sucedido en Utrera fue simplemente absurdo. Fue el 21 de julio cuando los llamados Voluntarios de Sevilla con un tal Carreró al frente se dirigían a Jerez. No se sabe si es por el olvido (con razón) en el que cayó este esperpéntico episodio, o simplemente porque nadie sabe con certeza qué ocurrió, el caso es que hay varias versiones y ninguna de ellas está muy clara. Lo que sí está claro es que hubo muertos. Tampoco se sabe cuántos, unos dicen que 40 y otros 400. Demasiada diferencia. Por eso algunas fuentes solo cuentan que hubo “muchos”.

Parece ser que los Voluntarios, unos 1.000 o 1.500 (tampoco hay certeza en cuántos eran), que viajaban en tren, se pararon en la estación de Utrera. A este pueblo ya habían llegado rumores de que pensaban pararse allí con la idea de pedir dinero para la “causa”. Se habla de una lista de unos 40 vecinos, los más acaudalados del pueblo, que debían ser visitados. Tanto si era cierto como si solo eran rumores, unos 800 vecinos se levantan en armas y están dispuestos a expulsar a los sevillanos. Utrera se declara, además, independiente de Sevilla. Los representantes del ayuntamiento piden a los Voluntarios que abandonen la estación y se marchen.

Tiene lugar una reunión entre representantes del cantón de Sevilla y del de Utrera. Durante su celebración entran varios Voluntarios y un vecino cabreado, al que no le gustan los intransigentes, les pide que se marchen. Como respuesta, los Voluntarios gritan vivas a la república federal. Los ánimos se caldean en exceso y alguien dispara. No se sabe quién fue, pero a ese disparo siguieron otros muchos, hasta provocar una masacre. No hay datos que aclaren cuánto duraron los disturbios, pero hubo muchos Voluntarios apresados. De Sevilla vino una delegación que actuó como intermediarios para que fueran liberados.

En Sevilla, mientras tanto, un Comité de Salud Pública (otro más) sustituye al Ayuntamiento y a la Diputación de Sevilla y se ponen a toda máquina a dictar bandos informativos y leyes. Se anuncia la pena de muerte a los ladrones e incendiarios y los cementerios dejan de ser exclusivamente católicos. La jornada laboral será de ocho horas, se reconoce el derecho al trabajo, el derecho de vida, y muchas cosas más... Algunas de las medidas, como la pena de muerte, no gustaron demasiado, y además, pueblos como Osuna, Dos Hermanas o Morón se declararon abiertamente contrarios a la rebelión cantonal.

El general Manuel Pavía, que fue a Andalucía para sustituir a Ripoll, fue el encargado de acabar con la rebelión cantonalista en Sevilla. Ripoll ya lo había hecho en Córdoba. Fueron dos días de duros combates, para, finalmente, tomar el ayuntamiento el día 30 de julio. El 1 de agosto, Pavía hacía su entrada oficial en Sevilla y algunas de sus tropas eran enviadas a los pueblos de la provincia para proceder al desarme de las fuerzas del Cantón cuya capital acababa de caer. Hubo importantes destrozos y un alto número de víctimas que, dicen, nadie se molestó en contar.

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