La España de los cantones - Capítulo 6

La revolución del petróleo

Alcoy era una de las pocas ciudades españolas industrializadas en 1873. En sus 74 fábricas papeleras trabajaban unas 2.500 personas; y en sus 175 empresas textiles entre 5.000 y 6.000. Las condiciones laborales no eran las más idóneas, precisamente. Los salarios eran irrisorios y la cantidad de horas trabajadas excesiva y tampoco había miramiento en la explotación de menores de edad.

Tras la proclamación de la república, la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores (FRE-AIT) celebra una asamblea para decidir qué actitud tomar tras el cambio de régimen, pues según ellos, el cambio solo se había producido en las instituciones, pero no en la libertad, el progreso ni la justicia. De allí salió aprobada por unanimidad la resolución de pedir aumento de salario y la reducción de las horas de trabajo. El 9 de marzo una manifestación con cerca de 10.000 personas recorre las calles de Alcoy y termina con un mitin en la plaza de toros.

«Que los trabajadores se organicen y se preparen para la acción revolucionaria del proletariado a fin de destruir todos los privilegios que sostienen y fomentan los poderes autoritarios».

La revolución social en España es inminente. Cuatro meses más tarde, el 7 de julio, la Comisión convocó una asamblea de los obreros de la ciudad en la plaza de toros. Allí se acordó iniciar una huelga general al día siguiente para conseguir el aumento de los salarios en un 20% y la reducción de la jornada laboral de 12 a 8 horas.

«A vencer de cualquier manera y a recurrir a todos los medios disponibles, incluso a la fuerza si ello era posible»
«Estamos hoy en una huelga general de obreros y obreras, que somos el número de 10.000, dispuestos a hacer frente a todo lo que se presente en pro de nuestra causa sin descanso para llegar pronto al día de la Liquidación social».

Día 9 de julio. Los fabricantes se reúnen en el ayuntamiento apoyados por el alcalde Agustí Albors y rechazan las reivindicaciones de los obreros por considerarlas desproporcionadas. Los obreros exigen la dimisión del alcalde. El Comité Federal Internacional entra al ayuntamiento a negociar. La discusión debió ser tensa, pues al salir, el alcalde ordena a la guardia disparar contra los que había congregados en la plaza, frente al ayuntamiento. Hubo un muerto y varios heridos. Los demás se encienden en cólera, toman las calles e incendian algunas fábricas. De aquí el nombre de la revolución, por haber utilizado petróleo para incendiarlas.

El alcalde y 32 guardias se atrincheran en el ayuntamiento esperando refuerzos, pero el edificio también es incendiado y tienen que rendirse. No se sabe exactamente cómo, pero el alcalde murió violentamente. No fue el único, pues murieron también otras quince personas, entre ellos siete guardias.

Se creó entonces un Comité de Salud Pública (así llamaban los revolucionarios a este tipo de gobiernos provisionales) con Severino Albarracín como cabecilla. Hasta que el 13 de julio entran en Alcoy las tropas enviadas por el gobierno. Pero al día siguiente, esas mismas tropas reciben la orden de dirigirse a Cartagena, donde acaba de proclamarse el Cantón Murciano. Los obreros, sin la oposición del ejército, vuelven a adueñarse de las calles; y los fabricantes, para no sufrir más incendios en sus fábricas, ceden ante sus peticiones, suben los salarios y bajan las horas de trabajo. Pero esto solo duró hasta que las tropas volvieron, una vez arreglado el asunto de Cartagena.

En septiembre se presentó en Alcoy un juez instructor acompañado de 200 guardias civiles, que procedieron a detener a cientos de obreros, muchos de los cuales fueron conducidos hasta Alicante. En 1876 una amnistía sacó de la cárcel a bastantes de los procesados, y en 1881 hubo una segunda amnistía. En 1887 fueron absueltos los últimos veinte procesados, seis de los cuales todavía estaban en prisión, catorce años después de los hechos.

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