La España de los cantones - Capítulo 9


El Cantón de Cartagena

Cartagena, Qart Hadasht para los cartagineses que la fundaron, Carthago Nova para los romanos que la conquistaron. Fue Asdrúbal, yerno del general cartaginés Amilcar Barca quien mandó construirla en uno de los mejores lugares estratégicos del Mediterráneo, en una península dentro de un puerto natural inigualable. Su emplazamiento y sus murallas infranqueables la hacía la ciudad más segura de la península Ibérica. Sin embargo, Pluvio Ceneo Escipión consiguió conquistarla. Ahora, en 1873, esta ciudad milenaria iba a ser protagonista de un nuevo y desastroso episodio histórico en el que sus fortificaciones iban a jugar nuevamente un gran papel.


Los historiadores prefieren llamarlo cantón Murciano, ya que la idea era englobar en él a toda la provincia. Pero como fue dentro de Cartagena donde se desarrolló la mayor parte del conflicto, es el nombre de esta ciudad el que utiliza casi todo el mundo al referirse a dicho cantón. Murciano o cartagenero, es el más famoso (dentro del olvido en que cayeron todos) de cuantos cantones se proclamaron bajo aquella locura que se extendió por Levante y Andalucía, azuzados por los llamados federales intransigentes y que provocó la dimisión de Pi y Margall. En el gobierno se elaboraba un plan para establecer que el territorio nacional se dividiera en 17 estados, 15 que coincidieran con las regiones históricas, más Cuba y Puerto Rico. Nótese la semejanza con las 17 autonomías actuales. Unos estados que con sus propios órganos de gobierno y su propia constitución serían casi independientes. Pero debido a la jaula de grillos en que se habían convertido las cortes, las intenciones no llegaban a concretarse y la proclamación de los estados o cantones entró en una situación de estancamiento que provocó el nerviosismo y las revueltas en toda España.

Era el 12 de julio de ese mismo año, cuando una bandera roja se izaba sobre el castillo de San Julián, Cartagena. Se cuenta que en realidad se trataba de una bandera turca, a la cual se le había borrado o teñido de rojo la media luna y la estrella. Según cuentan algunos historiadores, como Juan Soler Cantó, en sus Leyendas de Cartagena, el jefe de la guarnición, «en su afán de enarbolar una bandera roja y al no contar con ella, mandó izar la turca creyendo que no se vería la media luna, pero el comandante de Marina lo divisó, comunicándolo al ministro de Marina mediante un telegrama que decía: “El castillo de Galeras ha enarbolado bandera turca”. Un voluntario, velando por el prestigio de la causa, se abrió una vena con la punta de su navaja y tiñó con su sangre la media luna, sustituyendo así a la bandera de Turquía.» Parece más una cosa de leyenda y romanticismo que real, pero así lo cuentan.

Se creaba así el Cantón Murciano. En Cartagena se encontraba anclada parte de la flota española en aquel momento; unos buques bastante modernos, por cierto. El diputado Antonio Gálvez haciendo gala de su palabrería dio un discurso tan convincente a los oficiales, que terminaron uniéndose a la rebelión. La flota queda en posesión del nuevo cantón, al que también se unieron los regimientos del ejército y el arsenal militar que hacían servicio en la ciudad. Los buques eran las fragatas “Numancia”, “Victoria”, “Tetuán”, “Méndez Núñez” y “Almansa”, el vapor “Fernando el Católico” y algunos buques más. A los oficiales que quisieron abandonar la rebelión se les permitió marcharse. Gálvez era nombrado por los cantonalistas comandante general de las tropas del Ejército, Milicia y Armada del Cantón de Murcia. Es fácil pues, entender por qué el cantón Murciano fue el que más tiempo resistió como tal.

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