La España de los cantones - Capítulo 10

Antonio Gálvez
Antonete en calzoncillos

Antonio Gálvez, más conocido como Antonete, (otros le llaman Antoñete) no era la primera vez que se rebelaba contra el sistema. En 1869 se sublevó en el monte de su pueblo, el Miravete de Torreagüera, contra la monarquía de Amadeo I. La revuelta no tuvo éxito. Más tarde, en 1872 volvió a echarse al Miravete con 200 hombres; fue la insurrección de los quintos. El servicio militar se cobraba la vida de cientos de jóvenes todos los años por mantener las últimas colonias del antiguo imperio o para luchar contra los carlistas. Los murcianos decidieron que las quintas debían ser abolidas. Antonete se puso al frente de la revolución y los jóvenes se reunieron con él dispuestos a seguirle y a pedir la supresión de las quintas y proclamar la República Federal. La Guardia Civil y tropas del ejército salieron desde Madrid para sofocar la rebelión. Antonete, y sus 200 hombres se dirigieron a Murcia, donde levantaron algunas barricadas e incluso pusieron bajo asedio el ayuntamiento. La refriega se saldó con algunos muertos (no hay números) por ambas partes.


Sobre este episodio, los diarios publicaron que «se veían en calzoncillos a los sublevados que mandaba Gálvez.» En realidad, no eran calzoncillos, sino zaragüelles: calzones anchos con muchos pliegues que se usaban antiguamente y que forman parte del traje regional masculino de las regiones de Valencia y Murcia. A partir de ese momento, Antonete se convirtió en un guerrillero admirado al que todos daban vivas por allí por donde pasaba. Pero Antonete tuvo que huir del país, pues el gobierno firmó su pena de muerte y dio orden de busca y captura. Luego, tras la proclamación de la república, Antonio Gálvez aprovecha el cambio de régimen para volver a España, se presenta en las elecciones como diputado por Murcia y sale elegido.

Antonete, que tiene en esos momentos 54 años, queda pues, como comandante general, y él va a ser, a partir de ahora, quien dirija la rebelión y el destino de Cartagena. El proyecto cantonalista es rechazado por las Cortes. Al presidente Pi y Margall se le acumulan los problemas y dimite. El 18 de julio le sustituye Salmerón, que inmediatamente envía tropas a Cartagena. Con la ciudad sitiada, escasos de dinero y de víveres, Antonete abrió las cárceles, armó y enroló en sus filas a los presos para defender la ciudad y promovió expediciones para abastecerse y de paso establecer nuevos cantones aliados.

En días sucesivos a la proclamación del cantón en Cartagena, se declararon cantones independientes en varias ciudades del levante y del sur español. Torrevieja, en donde había un grupo importante de republicanos federalistas y simpatizantes, fue una de las poblaciones a las que el Cantón murciano intentó incorporar a su causa. Entre los federalistas de Torrevieja se encontraba la líder local de este movimiento, Concha Boracino Calderón. Hasta allí llega 19 de julio la flota cartagenera comandada por Antonete. Torrevieja decide apoyar a los murcianos y entregan como contribución para la guerra los 70.000 reales que había en la caja de las salinas. Antonete prosigue su expedición hacia Alicante, donde desembarca vestido de uniforme. Allí impone el establecimiento de un cantón y exige la entrega de veinte mil duros. Los alicantinos se negaron y contestaron con algunos cañonazos. No había nada que hacer, sin embargo, requisaron un barco que había en el puerto.

Mientras tanto, en Madrid no daban crédito a lo que ocurría en el Levante y el gobierno de Salmerón declaraba la flota cantonalista como «pirata y buena presa», que es como ponerla en busca y captura. Cualquiera que se los encontrara en alta mar podía capturar sus navíos. A punto estuvieron de hacerlo unas fragatas alemanas que se cruzaron en su camino al ver que su bandera roja no coincidía con ninguna bandera reconocida internacionalmente. Después de dar algunas explicaciones, los de Cartagena sustituyeron su bandera roja por la rojigualda española y fueron autorizados a seguir, aunque debieron de entregar a los alemanes el barco que habían requisado en Alicante.

Antonete se dirige ahora a Lorca, allí se habían refugiado las autoridades de Murcia después de la proclamación del cantón. Llegaron, se llevaron el dinero del ayuntamiento y establecieron una junta cantonal, aunque solo duró un día, el tiempo que tardaron en llegar las tropas del gobierno central, que estaba tomando las medidas necesarias para pararle los pies, no solo a Antonete, sino a las 32 provincias que ya se habían sublevado y que estaban fuera de control.

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