Los hunos 1

Su origen
La historia de los Hunos es confusa y a veces contradictoria, pues nada dejaron escrito ellos mismos. Todo cuanto se sabe de este pueblo se lo debemos principalmente a los romanos, unos nos cuentan que eran poco menos que demonios, y otros cuentan que no tanto. Pero los Hunos nada tienen que ver con la historia de EspaƱa… ¿o sĆ­? A veces, la historia de un pueblo se entiende mejor conociendo la de los demĆ”s, y los Hunos tuvieron mucho que ver con el destino de muchos pueblos de Europa, empujaron a los Visigodos hacia Francia y EspaƱa y desencadenaron el derrumbe del imperio romano. ¿Y quiĆ©nes fueron los Hunos? Tampoco estĆ” claro. No se sabe si eran turcos o mongoles, pero se sabe que venĆ­an de las estepas siberianas. TambiĆ©n se dice que pudieran tener su origen en la tribu Xiongnu de los montes Altai, en Asia central. Eran pastores que se convirtieron en nĆ³madas buscando los mejores pastos y huyendo de los climas extremos siberianos, y este tipo de vida los convirtiĆ³ tambiĆ©n en temibles guerreros.

Sus rasgos orientales, muy marcados, junto a su ferocidad y mĆ©todos salvajes de lucha, hicieron que se escribiera sobre ellos cosas como que comĆ­an carne cruda, que eran canĆ­bales, que no llegaban a ser humanos del todo… En realidad, dentro de su propio pueblo la cosa era distinta, y tal como escribĆ­an algunos diplomĆ”ticos romanos que fueron enviados a tratar con ellos, Ć©stos quedaron impresionados por el trato amable recibido y la forma de vida de estos nĆ³madas. Por lo que, esa ferocidad que hacĆ­a aterrorizar al rival no eran sino su mejor arma de guerra, y buen resultado les daba, pues aquel que oĆ­a hablar de los Hunos se echaba a temblar. 

Era el aƱo 215 a. C. Parece ser, que la gran muralla china comenzĆ³ a construirse precisamente para defender el paĆ­s de los Xiongnu. Parte de este pueblo pactĆ³ con los chinos que los dejaron entrar. Pero los Xiongnu no llegaron a integrarse en China y los que quedaron fuera estuvieron aƱos vagando por el desierto de Gobi y esperando el momento de atacar de nuevo. A la muerte del rey que habĆ­a logrado unificar todos los pueblos chinos hubo cambios profundos en el paĆ­s. La gran muralla estaba inacabada y se descuidaron muchos de los tramos por lo que los Xiongnu entraron y comenzaron a devastar el gran paĆ­s. Las rutas comerciales entre China y occidente se vieron seriamente afectadas y hubo que emplear un gran esfuerzo para parar a los Xiongnu. Parte de ellos acabaron en Europa, y fue a estos Xiongnu a los que se les llamĆ³ Hunos. 

SegĆŗn concuerdan muchos historiadores, los pueblos bĆ”rbaros que llegaron a las fronteras del imperio Romano, empujados por los Hunos, no pretendĆ­an invadirlo ni arrasarlo, sino que, impresionados por la civilizaciĆ³n deseaban ser acogidos y fundirse en ella. Pero, ¿y los Hunos, quĆ© pretendĆ­an? Su forma de vida era la trashumancia, buscaban los mejores pastos para el ganado, el saqueo de los pueblos que arrasaban les proporcionaban el resto. Pero al llegar a Roma, no pudieron evitar el mismo deseo que el resto de bĆ”rbaros, entrar a formar parte de ella. El mismo Atila pidiĆ³ casarse con Honoria, la hija de Gala Placidia, y asĆ­ estrechar lazos con Roma. Fue la propia Roma, con sus constantes desprecios a los pueblos bĆ”rbaros la que propiciĆ³ los ataques contra ella. Este rechazo y su altanerĆ­a, este desprecio y subestimarlos una vez tras otra, fue lo que acabĆ³ con Roma. En 395, el aƱo en que Alarico era proclamado rey de los Visigodos, nacĆ­a Atila el que estaba destinado a ser rey de los Hunos.



El principio de la decadencia romana
En el siglo II, en tiempos del emperador Trajano, Roma ya habĆ­a extendido lo suficiente sus dominios hacia el norte, hasta que terminĆ³ renunciando a subir mĆ”s arriba y se limitĆ³ a defender sus fronteras. Los romanos sabĆ­an que al otro lado los observaban. Los bĆ”rbaros miraban hacia una civilizaciĆ³n que admiraban y temĆ­an al mismo tiempo. SegĆŗn el historiador britĆ”nico Edward Gibbon, el juez godo Atanarico (considerado por algunos como el primer rey godo), deslumbrado ante la vista de Roma, reconociĆ³ que el emperador romano tenĆ­a necesariamente que ser un dios y que ningĆŗn hombre debĆ­a levantar su mano contra Ć©l. Por eso, no era invadirla y devastarla lo que querĆ­an, sino entrar y formar parte de ella.

Vivir como romanos significaba una vida mejor. Los bĆ”rbaros fueron los inmigrantes sin papeles del primer milenio. QuizĆ”s si estos bĆ”rbaros hubieran podido asentarse definitivamente en tierras germĆ”nicas, la historia de estas tribus hubiera sido muy distinta. Pero llegaron los Hunos y con ellos la huida hacia el sur. Godos, Suevos, Alanos y demĆ”s pueblos lo tenĆ­an claro, dentro de las fronteras de Roma estarĆ­an a salvo. Pero esta gran civilizaciĆ³n, quizĆ”s adelantada a su tiempo, que habĆ­a conseguido que una vasta extensiĆ³n de tierra con tantos pueblos diferentes hablaran una sola lengua, estuvieran todos bajo unas leyes comunes y bajo el mando de un solo emperador, estaba al borde del abismo. Y fue el efecto mariposa provocado por los hunos, siglos atrĆ”s, los desencadenantes del cataclismo.

Pensemos en lo que llegĆ³ a ser el Imperio. Roma limitaba al norte con el mar Negro, el Rin y el Danubio; al sur, con los desiertos del SĆ”hara y Siria; al este, con el rĆ­o Ɖufrates y, al oeste, con el ocĆ©ano AtlĆ”ntico. Algunos emperadores que se empeƱaron en recorrer sus lĆ­mites a caballo quedaron impresionados, pues solo asĆ­ lograron hacerse una idea de la gran extensiĆ³n que ocupaba su imperio. A la vez, pudieron tambiĆ©n hacerse una idea de lo difĆ­cil que resultaba gobernar semejante extensiĆ³n. En el siglo III Roma se sentĆ­a orgullosa de sus logros. Con sus fronteras controladas, la paz romana era un hecho. Pero fue entonces cuando el vicio y el desenfreno se apoderĆ³ de ella. Geta, Caracalla, Macrino, HeliogĆ”balo y Severo Alejandro murieron uno tras otro, entre el 211 y el 235. Y murieron violentamente, asesinados. Fue entonces cuando comenzĆ³ la decadencia, para terminar, no en una muerte sĆŗbita, sino en una larga agonĆ­a que durarĆ­a tres siglos.

Cercanos al aƱo 300 el emperador Diocleciano decide fijar su residencia en Nicomedia, en Asia Menor, junto al mar Negro. ¿Por quĆ©? Para vigilar de cerca las fronteras, decĆ­a Ć©l. La realidad era muy distinta, tenĆ­a miedo a ser asesinado como todos los que le precedieron. El resultado fue que este emperador logrĆ³ sobrevivir en el trono 21 aƱos. Casi tanto como todos los 5 anteriores juntos. ¿Y por quĆ© estas intrigas palaciegas y estos asesinatos? Veamos, porque si ya con un gobernante habĆ­a lĆ­os, imaginemos quĆ© no habrĆ­a con cuatro. ¿Cuatro? SĆ­, cuatro, porque Diocleciano nombrĆ³ un coemperador. QuizĆ”s por aquello de “yo me quito de en medio y si vienen a asesinarme que te asesinen a ti.” El caso es que Dioclesiano y Maximiano gobernaron juntos como emperadores. Pero aĆŗn hay mĆ”s, porque los emperadores, con tĆ­tulo de augustos, debĆ­an nombrar en vida a sus sucesores, a los cuales se les daba el tĆ­tulo de cĆ©sares. Diocleciano eligiĆ³ a Galerio y Maximiano a Constancio Cloro. TambiĆ©n habĆ­a un acuerdo de que en el caso de sobrepasar los 20 aƱos de mandato, el emperador debĆ­a abdicar a favor de su sucesor. Ya tenemos a los cuatro gobernantes. Dos en el poder y dos esperando que alguno dejara este mundo cuanto antes.

Por cierto, nadie querĆ­a vivir ya en la ciudad de Roma, por si acaso. Tal abandono y tanto candidato al poder no podĆ­a desembocar mĆ”s que en una guerra civil tras otra. Y mientras los romanos se ocupaban de defenderse de sĆ­ mismos, los bĆ”rbaros veĆ­an el momento de atacar las descuidadas fronteras, lo cual facilitaba tambiĆ©n el empuje que venĆ­an realizando los hunos desde el norte, porque pare entonces, las diferentes tribus escindidas de los Xiongnu que habĆ­an asolado China se dispersaron por lugares como Persia, en la actual AfganistĆ”n, lugar estratĆ©gico por donde pasaban las rutas comerciales de oriente a occidente, y a varios lugares de la India. Y cĆ³mo no, a las fronteras del Imperio Romano.



La gran persecuciĆ³n
En el aƱo 370 los Hunos, acaudillados por un tal Balamber, entran en Ucrania y atraviesan el rƭo Don, considerado la frontera natural entre Asia y Europa. Por aquellas tierras se hallaban asentados dos pueblos germanos, los Alanos al este y los Godos al oeste. Recordemos que los Godos se habƭan dividido en dos grupos, los llamados Visigodos y Ostrogodos, por lo que, los que encontramos en Ucrania serƔn los Ostrogodos.

Los Alanos eran pastores nĆ³madas, y se dice de ellos que no sabĆ­an cultivar, que solo comĆ­an carne, que eran altos, fuertes y muy belicosos. SolĆ­an adornar las crines de sus caballos con las cabelleras arrancadas a los enemigos vencidos. Unos guerreros salvajes y temibles, por lo visto. Pero aquel que pensara que los alanos eran temibles, era porque no habĆ­a sufrido aĆŗn los ataques de los Hunos. Se cuenta que una ola de destrucciĆ³n barriĆ³ todo el espacio comprendido entre el rĆ­o y el territorio de los Alanos, que finalmente, y despuĆ©s de duras batallas, tuvieron forzosamente que unirse a ellos o morir.

Cinco aƱos mĆ”s tarde le llega el turno a los Godos, que gobernados por Hermanarico gozaban de ricas comarcas y se dedicaban al cultivo, puesto que los Godos no eran nĆ³madas y formaban poblados de chozas. Este pueblo, al igual que los Alanos, se habĆ­an hecho temer y respetar, pero a diferencia de ellos y debido a la admiraciĆ³n que sentĆ­an por el imperio de Roma, habĆ­an ido asimilando muchas de sus costumbres. Eran pues, mĆ”s civilizados. Pero ni su nivel de civilizaciĆ³n ni su poder guerrero fueron suficientes ante la ferocidad de los Hunos. La suerte que corrieron fue la misma que la de sus vecinos los Alanos. Cuentan que Hermanarico, al ver a su pueblo derrotado, se suicidĆ³. Otras fuentes aseguran que no fue asĆ­, y Hermanarico viviĆ³ durante mucho tiempo mĆ”s, superando los 100 aƱos. Ambas versiones difieren de lo que afirma Alfonso X el Sabio, que en sus crĆ³nicas cuenta que muriĆ³ valientemente en combate. 

En cualquier caso, los Ostrogodos tuvieron que someterse y convertirse forzosamente en aliados de los Hunos. Aunque no todos; hubo otros que optaron por alejarse de ellos y tomaron otro camino. Los que se convirtieron en aliados quedaron bajo el mando de Hunimundo. Los demĆ”s fueron conducidos por dos caudillos, Alateo y Safrax, hacia el rĆ­o DniĆ©ster, donde se asentaban los otros godos, los Visigodos. No hubo saludos ni abrazos de confraternidad, porque no hubo encuentro. Por causas que se desconocen, ambos grupos se evitaron mutuamente. Y a todo esto, a los Ostrogodos les venĆ­an pisando los talones los Hunos y esto hizo que, si los Visigodos no quisieron encontrarse con sus antiguos paisanos, sĆ­ tuvieran que hacerlo contra los bĆ”rbaros de las estepas. 

Atanarico, al mando de los Visigodos ya les estaban esperando. Pero los Hunos, que habĆ­an enviado observadores fueron advertidos e idearon una maniobra muy hĆ”bil. Durante la noche rodearon y atravesaron el rĆ­o para caer por sorpresa sobre ellos al amanecer. No pudieron los Hunos tener una victoria completa sobre Atanarico, que consiguiĆ³ poner a los suyos a salvo huyendo por un profundo bosque. ¿Y por quĆ© los Hunos no consiguieron darles caza? Por algo que se ha repetido posteriormente en multitud de ocasiones. Por el cuantioso botĆ­n que arrastraban y que se habĆ­a convertido en un verdadero lastre. Fue asĆ­ como Atanarico consiguiĆ³ dejarlos atrĆ”s y sacarles una gran ventaja hasta llegar a la desembocadura del rĆ­o Hierasu en el Danubio, donde le dio tiempo a construir una fortificaciĆ³n. Aquello los librĆ³ de una masacre. 

De igual manera, los Hunos fueron persiguiendo a los GƩpidos, a los VƔndalos, y otros pueblos. Aquello produjo en poco tiempo un gran movimiento migratorio como no se habƭa visto jamƔs, y todos ellos con el mismo camino, la frontera del imperio Romano.



Al otro lado del Danubio
Era el aƱo 376. Al emperador Valente le llegĆ³ un mensaje de socorro. Al otro lado del Danubio, que servĆ­a de frontera entre los romanos y los pueblos germĆ”nicos, se hacinaban miles de personas que pedĆ­an cruzar el rĆ­o. Valente, en un principio, ignorĆ³ la llamada de auxilio, pero terminĆ³ enviando a unos observadores que le confirmaron el peligro que corrĆ­an. Estaban expuestos al ataque de unos bĆ”rbaros que venĆ­an destruyĆ©ndolo todo a su paso. El pueblo en peligro, compuesto por unas 200.000 personas eran lo Visigodos. Sus perseguidores eran los Hunos. Valente, que ya se habĆ­a enfrentado a Atanarico aƱos atrĆ”s, conocĆ­a bien a este pueblo. SabĆ­a que eran un pueblo fiero y valiente, y en alguna ocasiĆ³n tuvo que firmar tratados de paz con ellos. Muy temibles debĆ­an de ser los Hunos para tener aterrorizados a los Godos. HabĆ­a que tomas una determinaciĆ³n. 

Las patrullas romanas cruzaron el Danubio en barcazas. La operaciĆ³n debĆ­a realizarse con la mayor brevedad posible. Se habĆ­a pactado la entrada de los Visigodos para que se instalaran en territorio romano a cambio de su lealtad a Roma. Por lo tanto, los Visigodos pasaban a ser los defensores de la frontera. Favor por favor. En medio de la operaciĆ³n se divisan avanzadillas bĆ”rbaras, los Hunos han descubierto la huida. HabĆ­a que darse prisa. Y entonces cunde el terror. La gente se apelotona en las barcas y muchos son los que optan por cruzar a nado. Los Hunos se les echan encima y entre godos y romanos los retienen como pueden. Finalmente la operaciĆ³n se completa, pero muchos son los que han muerto, sino en la lucha, ahogados en su afĆ”n por cruzar el rĆ­o. El resto de esta historia ya la conocemos. Los Visigodos se asentarĆ­an como pueblo federado en los territorios de Misia, Tracia y Dacia. Luego vendrĆ­an los desencuentros que harĆ­a que Alarico perdiera la paciencia. En cuanto al resto de pueblos que huĆ­an de los Hunos, muchos fueron los que se internaron en el imperio y se fundieron en Ć©l como mercenarios. Otros fueron combatidos y rechazados, y no fueron pocos lo que finalmente se agregaron a los Hunos. MĆ”s de media Europa queda ahora en poder de lo Hunos, que de esta manera y en muy poco tiempo han creado un gran imperio que llega desde el mar Negro hasta el BĆ”ltico y el mar del Norte, y desde Rusia hasta la actual Francia, Italia y Grecia. 

Si Godos y Alanos habĆ­an cruzado el rĆ­o, los Hunos no iban a ser menos. Pero mientras los demĆ”s buscaban la protecciĆ³n del Imperio, ellos buscaban sus riquezas. Fue en el aƱo 395 cuando se produjo la primera invasiĆ³n de los Hunos en el Imperio. Un aƱo muy seƱalado ya en nuestros relatos sobre los Godos, pues fue el aƱo en que Alarico fue coronado rey de los Visigodos, el aƱo en que muriĆ³ el emperador Teodosio, padre de Gala Placidia, y tambiĆ©n el aƱo en que nacĆ­a Atila. Aprovechando que era invierno y el Danubio estaba helado, los Hunos lo cruzaron y entraron en las provincias romanas. Los habitantes de Tracia sufrieron los saqueos y los asesinatos mĆ”s crueles. San Hipatio, que visitĆ³ a los monjes de Tracia, lo contaba mĆ”s tarde en sus crĆ³nicas, porque fue testigo de la desolaciĆ³n que los bĆ”rbaros dejaron tras de sĆ­. Los monjes se quejaban de la falta de medios para defenderse, por lo que los bĆ”rbaros no encontraban prĆ”cticamente resistencia. Hipatio tambiĆ©n contaba mĆ”s tarde a sus discĆ­pulos la siguiente historia: 
“Dios protegiĆ³ a sus siervos y el enemigo fue rechazado. HabĆ­a un agujero en el muro y uno de los monjes arrojĆ³ por allĆ­ una piedra que alcanzĆ³ a un guerrero huno. Los restantes hunos, sin duda espantados al ver una seƱal divina, montaron en sus caballos y huyeron”. 
Realidad o leyenda, parece ser que lo que realmente contaba Hipatio era la valentĆ­a con que los monjes hicieron frente a los salvajes hunos, levantando con sus propias manos barricadas de defensa. Dalmacia tambiĆ©n temblĆ³ cuando los hunos se aproximaban, y en vista de lo sucedido en Tracia, segĆŗn cuenta Claudiano, se apresuraron a abrir las puertas de la ciudad antes de que ellos las echaran abajo. Y mientras tanto, ante el temor de que los hunos atacaran Jerusalen y se apoderaran de los tesoros sagrados, se apresurĆ³ a defender la ciudad un ejĆ©rcito aliado de godos y romanos. El poeta Cirillonas se lamentaba asĆ­:
“Si los Hunos nos conquistan, ¡oh, SeƱor¡ ¿por quĆ© me he refugiado con los santos mĆ”rtires? Si sus espadas asesinan a mis hijos, ¿por quĆ© abracĆ© tu exaltada cruz? Si vas a rendirles mis ciudades, ¿dĆ³nde estarĆ” la gloria de tu Santa Iglesia?”


Descendientes de hechiceras
Llegados a este punto cabe preguntar, cĆ³mo podĆ­an ser tan terribles e invencibles los guerreros Hunos. Los romanos llegaron a pensar que no eran humanos, que eran descendientes de brujas y espĆ­ritus malignos. Esta es la descripciĆ³n (abreviada) que hace de los Hunos el historiador del siglo V Paulo Osorio: 

“Los Godos, al llegar a las tierras de Escitia, encontraron a ciertas hechiceras. A su rey Filimer le causĆ³ recelo y mandĆ³ que las arrojasen de entre los suyos hasta un terreno solitario y desierto. Los espĆ­ritus inmundos que vagaban por el desierto tuvieron relaciones con ellas y dieron origen a esta raza (los Hunos). Permanecieron al principio entre pantanos, encogidos, negros, enfermizos, perteneciendo apenas a la especie humana, y pareciĆ©ndose muy poco su lenguaje al de los hombres. Sus rostros espantosos, como masa informe de carne, hacĆ­an huir a todos de su presencia dominados por mortal espanto. Su tez tenĆ­a horrible negrura y sus ojos parecĆ­an agujeros. Su firmeza y valor se revelan en su terrible mirada. Ejercen la crueldad hasta con sus hijos desde el dĆ­a en que nacen, porque empleando el hierro, surcan la mejilla a los varones para que antes de mamar la leche se acostumbren a soportar las heridas. Por esta razĆ³n envejecen sin barba despuĆ©s de una adolescencia sin belleza, porque las cicatrices que deja el hierro en sus rostros extinguen el pelo en la edad en que tan bien sienta. Son pequeƱos, pero esbeltos; Ć”giles en sus movimientos y muy diestros para montar a caballo; anchos de hombros; armados siempre con el arco y prontos para lanzar la flecha; firme la apostura y la cabeza alta, siempre con orgullo; bajo la figura del hombre vive la crueldad de las fieras.”

El relato que hacĆ­a este historiador es a todas luces producto de su imaginaciĆ³n o basado en alguna leyenda, o quizĆ”s en el hecho de que los Hunos hubieran perseguido sin piedad a los Godos. En realidad perseguĆ­an a todo el mundo. Sobre la descripciĆ³n del rostro, el hombre se despachĆ³ a gusto. Puede que los rasgos orientales de aquel pueblo no fueran los mĆ”s bellos del mundo conocido hasta entonces, pero lo que estĆ” claro es que entre los romanos no causaron sensaciĆ³n. En cuanto a las heridas producidas por hierros a sus hijos nada mĆ”s nacer, se trataba en realidad de unas estructuras metĆ”licas que deformaban el crĆ”neo. Una costumbre que no era exclusiva de este pueblo, pues muchos otros practicaban cosas parecidas, y sin ir mĆ”s lejos, hoy dĆ­a podemos ver cĆ³mo las mujeres de ciertas tribus se colocan aros alrededor del cuello para alargarlo. Amiano Marcelino, general historiador romano, aunque mĆ”s realista, tambiĆ©n quedĆ³ espantado del salvajismo de esta gente:

“Los Hunos superan en ferocidad y barbarie a cuanto se pueda imaginar. Viven como animales. No cocinan ni sazonan los alimentos, viven de raĆ­ces silvestres y carne macerada bajo la silla de montar. Desconocen el uso del arado, las viviendas sedentarias, casas y chozas. Se han curtido desde la infancia en el frĆ­o, el hambre y la sed. Sus ganados les siguen en sus migraciones arrastrando los carros en los que se encierra su familia.”

EstĆ” claro que el refinamiento romano, quizĆ”s demasiado fino para la Ć©poca, hizo que Ć©stos quedaran escandalizados con las costumbres y hasta con el tipo de comida de los Hunos. Pero sin duda, lo que mĆ”s llamĆ³ su atenciĆ³n fue su forma de luchar. Y es en este punto, donde cabrĆ­a poner en duda si los Hunos eran tan salvajes como los romanos los pintan. Para empezar, habĆ­an aprendido por ellos mismos a domesticar los caballos desde hacĆ­a siglos atrĆ”s. Pero ademĆ”s de esto, habĆ­an aprendido a escoger las mejores razas para el desplazamiento continuo de un lado a otro, caballos pequeƱos y ligeros que alcanzaban gran velocidad. Esto les posibilitaba el ataque por sorpresa y la rĆ”pida huida. Pero es que ademĆ”s, los hunos eran verdaderos contorsionistas y equilibristas encima del caballo y manejando sus arcos, porque tambiĆ©n perfeccionaron el arco. Los fabricaban con un combinado de madera y hueso y eran asimĆ©tricos, de diferente largo en cada extremo, con lo que la flecha no se situaba en el centro para dispararla. Siendo mĆ”s corta la parte inferior se facilitaba su uso desde encima de un caballo. Esto permitĆ­a que el arco pudiera ser mĆ”s grande y por lo tanto mĆ”s potente. Buenos jinetes, buenos arqueros, pero lo del equilibrio tiene truco, porque los hunos utilizaban algo que los romanos desconocĆ­an, los estribos. Los romanos necesitaban una mano para la espada o la lanza y la otra para sostenerse sobre el caballo. Los Hunos se apoyaban y mantenĆ­an el equilibrio con los pies sobre el estribo y podĆ­an utilizar las dos manos para disparar sus flechas. El arco no era desconocido para los romanos. Ya lo habĆ­an visto en las tropas sirias y ellos mismos los utilizaban desde hacĆ­a algunos siglos, pero nunca lo habĆ­an visto manejar con tal velocidad, con tal precisiĆ³n y con tal alcance, como el que manejaban los temibles Hunos. Por eso, enfrentarse a los guerreros hunos era como meterse de lleno en un avispero.


Atila
Rugila era rey de los Hunos y no era un salvaje. Su conocimiento y relaciĆ³n con el mundo romano le habĆ­a proporcionado cierto grado de civismo y tal como le ocurrĆ­a a los Godos, tuvo el deseo de entrar en Roma por la puerta grande y llegar a ser ciudadano con derechos. Pero Rugila no estaba ya en edad de hacerse demasiadas ilusiones y pensĆ³ que, si Ć©l no tenĆ­a tiempo de llevarlas a cabo, sĆ­ podrĆ­an hacerlo sus descendientes. ¿QuĆ© descendientes, si Rugila no tuvo hijos? Bueno, a falta de hijos buenos son los sobrinos y Ć©l tenĆ­a dos, los hijos que su hermano Mundzuk le confiĆ³ al morir a principios del siglo V. Estos niƱos eran Atil y Bleda. 

Atil se llamaba asĆ­, no es un error de escritura; lo de Atila vendrĆ­a mĆ”s tarde. Pues Rugila se propuso que estos niƱos, futuros lĆ­deres del imperio Huno, debĆ­an recibir una buena educaciĆ³n y convertirse en personas civilizadas. Bleda tenĆ­a 10 aƱos y Atil 6 cuando fueron llevados a Roma y allĆ­ estudiaron latĆ­n, artes, ciencias y todo el refinamiento que se solĆ­a enseƱar en aquella Ć©poca. Aunque no se recogen detalles, seguramente fueron puestos al cuidado de alguna familia romana amiga de Rugila, que como ya se ha dicho, tenĆ­a amistades en la capital. Sobre Atil se cuenta que era tan robusto y grande al nacer, que su madre muriĆ³ en el parto. No se sabe si esto es cierto, pero de mayor era mĆ”s bien pequeƱo aunque con anchas espaldas y muy musculoso. De piernas arqueadas a causa del caballo que parecieron a los romanos una nueva deformidad. De ojos negros y achinados y los pĆ³mulos salientes tĆ­picos de los mongoles. La barba apenas le crecĆ­a. Nariz chata y menuda y cuello corto y ancho. Todo esto le conferĆ­a un aspecto bastante feroz y agresivo, pues cuentan que no se le podĆ­a mirar sin sentir un escalofrĆ­o de terror. Sin embargo, Prisco de Panio, un diplomĆ”tico romano, que conociĆ³ a Atila personalmente entre los aƱos 448 y 449, lo describiĆ³ como un individuo de pequeƱa talla, robusto, con la cabeza grande, los ojos hundidos, la nariz chata y la barba rala. De costumbres austeras y algo irascible, pero no tan bruto y terrorĆ­fico como se ha dicho de Ć©l. Esta es la descripciĆ³n que algunas crĆ³nicas romanas dan sobre el que estaba destinado a ser el futuro rey de los hunos. En cuanto a su nombre Atil, se dice que se lo pusieron en recuerdo de un antepasado guerrero y caudillo. El nombre significaba “gran padre.” Atila fue como le llamaron los Godos y fue el nombre que nos ha llegado hasta nuestros dĆ­as.


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