El cinturĆ³n de la amazona
Zeus andaba pensativo y cavilando cuando se acercĆ³ Hera. SabĆa que su marido estaba preocupado por cĆ³mo afrontar el reto de los gigantes que Gea habĆa creado, por eso, ella querĆa infundirle Ć”nimos y le dijo que no estarĆa solo, ella lucharĆa a su lado. Entonces, Ć©l le contĆ³ cuĆ”l era su plan, aĆŗn sabiendo que no serĆa del agrado de su esposa. –He hecho llamar a HĆ©rcules-. Y en efecto, Hera dio un paso atrĆ”s, sorprendida, molesta, confundida. –SĆ© que mi hijo no es de tu agrado- continuĆ³ Zeus-, que le odias, y de hecho en estos momentos le estĆ”s haciendo pasar un mal momento, pero HĆ©rcules es nuestra Ćŗnica esperanza. Gea ha creado una nueva generaciĆ³n de gigantes que ningĆŗn dios puede matar. Solamente un mortal puede hacerlo, si encuentra la manera de ponerse frente a ellos. NingĆŗn humano normal durarĆa lo suficiente en el campo de batalla. Solamente HĆ©rcules tiene esa posibilidad si lucha junto a nosotros.
Hera no dijo nada. RecordĆ³ cuĆ”nto odiaba a HĆ©rcules y a quien lo habĆa parido; el dĆa que le despreciĆ³ cuando se dio cuenta de que el bebĆ© al que amamantaba era Ć©l, y cĆ³mo le perturbĆ³ la mente y le hizo enloquecer hasta el punto de asesinar a su propia familia.
Los trabajos que ahora llevaba a cabo eran su penitencia para expiar el pecado por tan horrible crimen. Y sin embargo… y sin embargo ahora la seguridad del Olimpo dependĆa de su odiado HĆ©rcules. QuiĆ©n sabe, a lo mejor aquellos frutos de los amorĆos de Zeus eran necesarios para la estabilidad del universo y cada uno tenĆa destinado ocupar su lugar.
HĆ©rcules se encontraba atrincherado junto a su amigo Teseo y algunos hombres mĆ”s disparando flechas sin parar. Estaban siendo atacados por las amazonas. ¿Pero, quĆ© hacĆan HĆ©rcules y Teseo metidos en semejante aventura? Conseguir el cinturĆ³n de la reina amazona era uno de sus trabajos como penitencia por su pecado. Le habĆan contado que aquellas mujeres eran salvajes sin alma ni corazĆ³n. Pero no era cierto.
HipĆ³lita, la reina, se habĆa enamorado de HĆ©rcules nada mĆ”s verlo, y eso ya demostraba que tenĆa corazĆ³n. Luego, llegaron a amarse, y eso demostrĆ³ que tambiĆ©n tenĆa alma. El modo de vida cruel y salvaje de sus antepasadas vino a raĆz del saqueo y destrucciĆ³n de su ciudad de origen, donde fueron secuestradas y violadas para ser mĆ”s tarde abandonadas a su suerte en el lugar mĆ”s inhĆ³spito del planeta. Por eso, juntas, y protegiĆ©ndose entre sĆ, crearon su propio pueblo y se dedicaron a sobrevivir cazando y luchando contra cualquiera que fuera una amenaza. Hicieron cosas crueles, sĆ, como tener relaciones con las tribus cercanas y dejar vivas solo a las niƱas que parĆan. Pero aquello era cosa del pasado. Marco Polo narraba en sus crĆ³nicas que en una isla solo vivĆan mujeres, y en otra solo hombres. Durante un mes al aƱo se visitaban y tenĆan relaciones, luego criaban tanto a hijas como a hijos, aunque a Ć©stos los enviaban a la isla de los hombres a los catorce aƱos.
Conseguir el cinturĆ³n de la bella HipĆ³lita no fue difĆcil, ella misma se lo regalĆ³. Pero cuando creĆa que el trabajo estaba hecho y habĆa sido el mĆ”s fĆ”cil de su vida, algo terrible ocurriĆ³. Todas las amazonas acudieron a su reina acusando a HĆ©rcules de haber secuestrado a su hermana AntĆope. HipĆ³lita no podĆa creer lo que escuchaba mientras todas le reprochaban haberse enamorado de un hombre. Pero traĆan noticias de que HĆ©rcules se estaba dedicando a hacer una serie de trabajos como penitencia por unos crĆmenes que habĆa cometido e HipĆ³lita le hizo jurar que aquello no era cierto. HĆ©rcules tuvo que reconocer que era verdad, pero negĆ³ haber secuestrado a su hermana. HipĆ³lita, despuĆ©s de aquello no le creyĆ³.
HĆ©rcules saliĆ³ huyendo de allĆ, pues de la misma forma que descubriĆ³ que aquellas mujeres tenĆan alma y corazĆ³n, estaba a punto de descubrir que tambiĆ©n eran capaces de desprenderse de ambas cosas y hacĆ©rselo pasar muy mal. A la hermana de HipĆ³lita la habĆa raptado Teseo, que se habĆa enamorado de ella. Teseo, aquel aventurero que tambiĆ©n llegarĆa a raptar a Helena y PersĆ©fone. Ambos salieron corriendo perseguidos por decenas de amazonas a caballo, las flechas les llovĆan encima.
Atrincherados detrĆ”s de un montĆculo, HĆ©rcules, Teseo y sus acompaƱantes hicieron frente a las amazonas. Algunas de ellas habĆan caĆdo, al igual que muchos de sus hombres cayeron mientras huĆan. De pronto, las amazonas dejaron de atacar y todas se reunieron alrededor de una de ellas que yacĆa en el suelo. HĆ©rcules se temiĆ³ enseguida lo peor. Sin que Teseo pudiera detenerlo, HĆ©rcules corriĆ³ hasta ellas gritando el nombre de HipĆ³lita. Pronto tuvo decenas de flechas que apuntaban hacia Ć©l, pero HipĆ³lita seguĆa con vida y les ordenĆ³ que dejasen a HĆ©rcules acercarse a ella.
-Nunca debĆ venir a traerte esta desgracia- le dijo HĆ©rcules llorando.
-Yo sin embargo –le contestĆ³ ella-, me alegro de hayas venido, porque asĆ he podido conocer lo que es el amor.
HipĆ³lita muriĆ³ en sus brazos, y HĆ©rcules sintiĆ³, que aquel trabajo que habĆa hecho para expiar sus pecados, no habĆa hecho sino aumentarlos.
Prometheus - Teodoor Rumbouts
Prometeo
Los gigantes creados por Gea eran nueve y cada uno de ellos era la contraparte de un dios del Olimpo. EncĆ©lado era el contradios de Atenea. Las dimensiones del gigante eran enormes y se presentĆ³ dispuesto a atacar a la diosa. Pero fue Zeus quien le hizo frente. Sin duda era una avanzadilla para tantear el terreno, la batalla definitiva no comenzarĆa aĆŗn, pero no tardarĆa mucho. EncĆ©dalo lanzaba fuego por la boca y al andar provocaba terremotos. Zeus le lanzaba rayos pero el gigante, los esquivaba muy hĆ”bilmente.
Atenea saliĆ³ a ayudar a su padre. El gigante se quedĆ³ mirĆ”ndola, y justo cuando iba a lanzarle una llamarada impactĆ³ en su cabeza un rayo de Zeus. EncĆ©lado quedĆ³ aturdido y a punto de caer en tierra. Si caĆa se ensaƱarĆan con Ć©l e intentĆ³ mantener el equilibrio. A duras penas lo consiguiĆ³. Zeus se disponĆa a lanzarle un nuevo rayo y Atenea se aproximaba a Ć©l a toda velocidad. El gigante optĆ³ por huir. Ya volverĆa en otra ocasiĆ³n junto a sus hermanos. Pero EncĆ©lado no volverĆa nunca mĆ”s. Atravesaba el mar a grandes zancadas cuando una gran sombra se cerniĆ³ sobre Ć©l para en pocos segundos quedar sepultado. Atenea le habĆa lanzado una gran roca que lo aplastĆ³. En el lecho marino quedĆ³ atrapado EncĆ©lado y sobre Ć©l la Isla de Sicilia. El volcĆ”n Etna no es sino la respiraciĆ³n de este gigante que quedarĆa para siempre enterrado vivo. El primer combate lo habĆan ganado gracias al ingenio de Atenea. Pero no podrĆan hacer lo mismo con todos, necesitaban a HĆ©rcules urgentemente. ¿DĆ³nde se habrĆa metido? Ya deberĆa estar allĆ.
HĆ©rcules intentaba afinar al mĆ”ximo su punterĆa mientras apuntaba con su arco antes de disparar la flecha. Cuando estuvo seguro de que no errarĆa el tiro la lanzĆ³ y saliĆ³ a toda velocidad para clavarse certeramente en una enorme Ć”guila que se disponĆa a caer sobre su presa, un desamparado cautivo que estaba amarrado con cadenas y ademĆ”s estaba herido. El Ć”guila cayĆ³ muerta y entonces se acercĆ³ al cautivo, le librĆ³ de las cadenas, le taponĆ³ la herida que tenĆa en el costado y le preguntĆ³ su nombre. DespuĆ©s de agradecerle su ayuda, el cautivo le contĆ³ quiĆ©n era y por quĆ© se encontraba allĆ en aquellas condiciones:
-Soy Prometeo, hijo de JĆ”peto y Asia, nieto de OcĆ©ano por parte materna, y hermano de Atlas. Mi padre estĆ© encerrado en el TĆ”rtaro y mi hermano castigado sosteniendo la bĆ³veda celeste, ambos por haberse enfrentado a Zeus en la gran guerra de los Titanes.
HĆ©rcules habĆa tenido ocasiĆ³n de tratar con su hermano Atlas no hacĆa demasiado tiempo. Uno de sus trabajos habĆa consistido en robar las manzanas del jardĆn de las HespĆ©rides, donde Hera plantĆ³ el Ć”rbol regalo de Gea. El jardĆn estaba fuertemente custodiado por las hespĆ©rides que eran tres ninfas, a las que habĆa que aƱadir un dragĆ³n de cien cabezas. Muy cerca de allĆ se hallaba Atlas sosteniendo la bĆ³veda celeste. Atlas era, ademĆ”s, el padre de las ninfas y por lo tanto, lo dejarĆan entrar. HĆ©rcules se acercĆ³ a Ć©l y se ofreciĆ³ sostener la bĆ³veda, con lo que, Atlas podrĆa descansar; a cambio debĆa traerle algunas manzanas. Atlas accediĆ³ encantado, pero cuado se vio liberado de tan pesada carga no quiso volver a sujetar la bĆ³veda, HĆ©rcules quedarĆa allĆ en su lugar. Pero HĆ©rcules le pidiĆ³ un Ćŗltimo favor. Que volviera a ocupar su puesto solo unos instantes, mientras Ć©l se colocaba la capa; no querĆa estar toda la eternidad con la capa mal colocada. Atlas, por lo visto era bastante tonto, porque una vez que volviĆ³ a sujetar la bĆ³veda, allĆ se quedĆ³ para siempre y HĆ©rcules saliĆ³ de allĆ corriendo con las manzanas.
-Como comprenderĆ”s –seguĆa contĆ”ndole Prometeo- no es que me caiga muy en gracia nuestro rey Zeus, aunque reconozco que llevaba la razĆ³n y por eso luchĆ© a su lado. Estoy ademĆ”s muy interesado por los humanos que habitan la tierra y quise convertirme en su benefactor. Primero enseƱƩ a los humanos a hacer sacrificios y para ello sacrifiquĆ© un gran buey. En una parte puse la piel, la carne y las vĆsceras; en la otra puse los huesos cubiertos por grasa y le dimos a elegir a Zeus quĆ© parte querĆa que los humanos ofrecieran a los dioses. Zeus eligiĆ³ la grasa, pues pensĆ³ que debajo estarĆa la carne, en la otra parte sin embargo parecĆa haber solo desperdicios. Cuando vio que habĆa sido engaƱado, Zeus se encolerizĆ³. Y mientras tanto yo les enseƱaba a los humanos que podĆan comer la carne de los animales que ofrecieran en sacrificio, y debĆan quemar los huesos, que era lo que Zeus, en nombre de todos los dioses, habĆa elegido. Zeus estaba indignado por creerse engaƱado y para vengarse privĆ³ a los humanos del fuego. Pero yo no estaba dispuesto a que los humanos pagaran por el berrinche del rey y subĆ al monte Olimpo. Una vez allĆ, me dirigĆ al carro de Helios, el dios Sol, prendĆ una antorcha y asĆ pude devolver el fuego a los humanos. Zeus no tardĆ³ en enterarse de mi nueva osadĆa. Esta vez lo Ćbamos apagar muy caro, tanto la humanidad como yo.
-Epimeteo, mi otro hermano, tiene una particularidad, es de pensamiento retardado, precisamente su nombre significa “retrospectiva o pensamiento tardĆo”; todo lo contrario que mi nombre, Prometeo, que significa “previsiĆ³n o pensamiento hacia delante” y puedo ver el futuro. Por lo tanto, Epimeteo ve con retraso cosas que ya han pasado. Ambos somos grandes amantes de la humanidad y pedimos a Zeus encargarnos de definir los rasgos y los atributos positivos de los animales reciĆ©n creados en la tierra y de darles nombre. Pero la falta de previsiĆ³n hacĆa siempre llegar tarde a Epimeteo y cuando se dio cuenta ya no quedaban animales por nombrar ni por atribuirles nada. En vista de eso decidĆ que ya me encargarĆa yo de la humanidad, a la cual atribuĆ las artes, la civilizaciĆ³n y el fuego. Las desgracias como el dolor, las plagas, la pobreza o el crimen fueron descartados y almacenados en un Ć”nfora que guardĆ³ Epimeteo en su casa. Epimeteo no estaba capacitado para segĆŗn quĆ© cosas, asĆ que era el perfecto elegido para los planes de Zeus.
-Pandora fue creada por encargo de Zeus. La modelĆ³ en arcilla su mismo hijo, Hefesto. La estatua debĆa tener una imagen de doncella encantadora, capaz de seducir a cualquier hombre que la observara. Una vez terminada, Zeus le infundiĆ³ vida. Pero Pandora no debĆa ser una nueva Afrodita, llena de gracia y sensualidad; debĆa ser bella, pero su Ć”nimo iba a ser sembrado de mentiras y de un carĆ”cter cambiante, con el fin de que los hombres se sintieran seducidos y aceptaran, sin saberlo, un gran nĆŗmero de desgracias. Pandora fue enviada, a travĆ©s de Hermes, a Epimeteo, que nada mĆ”s verla quedĆ³ prendado de ella, y debido a su falta de previsiĆ³n, quiso quedĆ”rsela, pero conseguĆ llegar a tiempo y le advertĆ que aquella mujer era una trampa de Zeus, por lo que la enviamos de vuelta. Zeus no se dio por vencido y volviĆ³ a enviarle a Pandora, esta vez con la advertencia de que estaba indignado por el rechazo del regalo. Epimeteo entonces decidiĆ³ casarse con ella para aplacar la ira del rey y cuando yo regresĆ© de nuevo ya era tarde. Pandora ya habĆa abierto el Ć”nfora que contenĆa todos los males que azotarĆan a la humanidad.
Actualmente se cuenta que los males de la humanidad estaban encerrados en una caja, pero originalmente estĆ” escrito que se trataba de un Ć”nfora o tinaja ovalada. La expresiĆ³n “caja de Pandora” serĆa un error de traducciĆ³n o deformaciĆ³n de la Ć©poca renacentista.
-La humanidad ya tenĆa su castigo, ahora me llegarĆa el turno a mĆ, su benefactor, que fui capturado por BĆa, la personificaciĆ³n de la violencia, y por Cratos, la personificaciĆ³n de la fuerza y el poder, y fui traĆdo aquĆ, al CĆ”ucaso. AquĆ me encadenĆ³ Hefesto, que maneja muy bien el arte de la forja, a la espera de recibir mi cruel castigo. Un Ć”guila, hija de TifĆ³n y Equidna, estaba de camino. Cuando estuvo frente a mi, me atacĆ³ y me comiĆ³ el hĆgado. Por la noche, el hĆgado volvĆa a crecerme, y al dĆa siguiente, el Ć”guila volvĆa y se lo volvĆa a comer. Y asĆ un dĆa tras otro. PensĆ© que sufrirĆa este castigo por siempre, hasta que he visto al Ć”guila atravesada por tu flecha y caer muerta.
Prometeo fue liberado. Zeus no dijo nada; despuĆ©s de todo, HĆ©rcules era su hijo y aquello lo glorificaba, tampoco le convenĆa contrariarlo demasiado en estos momentos, asĆ que dio por finalizado el castigo. Solo deseaba que no se retrasara mĆ”s y acudiera cuanto antes. Zeus mandĆ³ a Atenea en su busca. Cuando lo encontrĆ³ decĆa dirigirse al inframundo.
-Nuestro padre me ha pedido que no te retrases mƔs, te necesitamos cuanto antes. Los gigantes han comenzado ya su ataque.
-AcudirĆ© en cuanto acabe mi Ćŗltimo trabajo. Un trabajo que debo hacer gracias a nuestra madrastra. Si no llego a tiempo, ella serĆ” la Ćŗnica culpable, recuĆ©rdaselo a ambos. Pon a salvo a Prometeo, la humanidad lo necesita.
HĆ©rcules continuĆ³ su camino, buscando la entrada hacia las entraƱas de la tierra, hacia el inframundo, donde el dios Hades se lleva el alma de los muertos.
Cerbero HĆ©rcules se encontraba en ElĆ©usis, y allĆ buscĆ³ quien le instruyera para entrar y salir vivo del Hades. DespuĆ©s viajĆ³ al cabo de TĆ©naro, en Grecia, y allĆ, ayudado por Hermes y Atenea encontrĆ³ la entrada al inframundo. Pero Hermes, una vez dentro, todavĆa le acompaĆ±Ć³ hasta el rĆo subterrĆ”neo Aqueronte, por el que Caronte conduce a los muertos en su barca, un peaje que habĆa que pagar. Hermes sabĆa que Caronte se lo pondrĆa difĆcil a HĆ©rcules. Y asĆ fue, pues lo primero que le pidiĆ³ fue que pagara el viaje. Los muertos eran enterrados con una moneda bajo la lengua para tal fin. Los que no la llevaban, Caronte los dejaba en la orilla, por lo que su alma vagaba errante eternamente. En raras ocasiones pedĆan cruzar los vivos, pero si alguno se presentaba, como era el caso, el precio era una rama de oro. A HĆ©rcules no le habĆan dicho que debĆa pagar tal precio y Caronte no estaba dispuesto a dejarle pasar. Por eso tuvo que intervenir Hermes: la rama de oro solo se la podĆa proporcionar la sibila de Cumas, una ciudad a la que no tenĆan tiempo de acudir. HĆ©rcules necesitaba entrar y acabar su trabajo cuanto antes, Zeus lo necesitaba, y tratĆ”ndose de un asunto del rey de los dioses Caronte debĆa obedecer y llevarlo en su barca o atenerse a las consecuencias. Al viejo y flaco Caronte no le quedĆ³ mĆ”s remedio que acceder a la peticiĆ³n de Hermes para no ser castigado por Zeus. Sin embargo, el que lo castigĆ³ fue Hades, que lo encerrĆ³ en una mazmorra durante un aƱo. En su travesĆa, el viejo remaba refunfuƱando y preguntando por quĆ© a los vivos les habĆa dado ahora por bajar hasta allĆ. Al oĆrlo, HĆ©rcules le respondiĆ³ con otra pregunta.
-¿Es que ha bajado mĆ”s gente hasta aquĆ Ćŗltimamente?
-Hace poco, dos mortales. ParecĆan con ganas de divertirse. ¡Divertirse, aquĆ, en el infierno! Ya ves. Hay gente muy rara. Pero al menos ellos traĆan la rama de oro y pagaron el viaje. Por cierto, ya tardan mucho en salir. A saber si no los habrĆ” devorado el can Cerbero.
Cerbero era el guardiĆ”n de la puerta del Hades. Su misiĆ³n era que los muertos no pudieran salir ni los vivos entrar. HĆ©rcules debĆa llevĆ”rselo de allĆ, ese era su duodĆ©cimo y Ćŗltimo trabajo. Era un perro enorme con tres cabezas, una verdadera monstruosidad, hijo de TifĆ³n y Aquidna. HĆ©rcules se puso frente a Ć©l y el perro comenzĆ³ a ladrar como un loco y a estirar las cadenas que lo sujetaban. Al intentar acercarse el perro intentĆ³ atacarle, dando cada una de sus cabezas mordiscos al aire, intentando arrancarle alguna parte de su cuerpo. No iba a ser fĆ”cil luchar con Ć©l, podĆa simplemente lanzarle una flecha, pero tampoco querĆa matarlo. Entonces oyĆ³ una voz que mĆ”s bien parecĆa un trueno. Era su tĆo Hades, que preguntaba a HĆ©rcules el motivo de su visita.
-Necesito llevarme a tu perro.
Hades, extraƱado por la peticiĆ³n le preguntĆ³ para quĆ© querĆa Ć©l un perro monstruoso. HĆ©rcules le contĆ³ la verdad. Lo necesitaba para expiar sus terribles pecados. Hades, agradeciĆ³ a su sobrino que le contase la verdad y no lo engaƱara, como ya habĆan hecho otros, y le prometiĆ³ que podrĆa llevĆ”rselo siempre y cuando encontrara la manera de hacerlo sin que sufriera ningĆŗn daƱo. HĆ©rcules se sentĆ³ frente al animal, pensando cĆ³mo llevĆ”rselo, y Hades los dejĆ³ solos. Cuando Cerbero se cansĆ³ de ladrar, se echĆ³ al suelo, y asĆ pasaron horas, mirĆ”ndose uno al otro.
-¿Sabes por quĆ© estoy aquĆ? –exclamĆ³ HĆ©rcules, dirigiendo la pregunta al animal. Cerbero le mirĆ³ con las tres cabezas a la vez, alzando las seis orejas, como si intentara entender lo que aquel corpulento mortal le decĆa.- Estoy aquĆ, porque es lo que merezco, esto es el infierno, ¿no? Pues aquĆ es donde merezco estar. Dicen que si te saco de aquĆ expiarĆ© todos mis pecados. Pero no es cierto. Ni en toda la eternidad que pasara en estas cavernas pagarĆa por lo que he hecho. En cambio tĆŗ… ¿quĆ© has hecho tĆŗ para estar aquĆ? Eres un inocente animal que no merece estar cargado de cadenas. Por eso te voy a sacar de aquĆ.
HĆ©rcules continuĆ³ hablando durante horas, y asĆ, el animal, que jamĆ”s se habĆa sentido bien tratado ni le habĆan dirigido palabras amables, se fue amansando y dejĆ³ que le acariciaran. HĆ©rcules cogiĆ³ la cadena y se dispuso a sacarlo de allĆ. Pero apenas habĆan dado unos pasos, a HĆ©rcules le pareciĆ³ escuchar que pedĆan socorro y Cerbero mirĆ³ hacia atrĆ”s al tiempo que erizaba las orejas y ladraba. DejĆ³ el perro atado de nuevo y se adentrĆ³ en la caverna. Las voces de auxilio se oĆan cada vez mĆ”s cerca. Hasta que descubriĆ³ de dĆ³nde venĆan. HĆ©rcules no podĆa creer lo que veĆa.
-¿CĆ³mo es posible? ¿QuĆ© hacĆ©is aquĆ?
Teseo y PerĆtoo estaban sentados a una mesa donde supuestamente habĆan comido y bebido. Hades habĆa descubierto que venĆan a raptar a su esposa PersĆ©fone y los habĆa castigado pegĆ”ndolos a sus asientos.
-Oh, Teseo, Teseo, primero raptas a una amazona y por tu culpa muriĆ³ HipĆ³lita, ahora vienes a raptar nada menos que a la esposa de un dios. Te mereces quedarte aquĆ para siempre.
Teseo, a modo de disculpa, le contĆ³ que a PersĆ©fone no habĆan ido a raptarla para Ć©l, sino para su amigo PerĆtoo. Para Ć©l… bueno, Ć©l ya habĆa raptado a Helena.
-¡A Helena, pero si es todavĆa una niƱa! –gritĆ³ HĆ©rcules-. Peor me lo pones. Creo que os voy a dejar aquĆ.
Pero ante los lamentos de sus amigos y pensando que Ć©l no era el mĆ”s adecuado para juzgar sus fechorĆas, decidiĆ³ ayudarles. El problema era cĆ³mo despegarlos de aquel asiento. Los cogiĆ³ de la mano a cada uno, pero mĆ”s que despegĆ”rseles el culo estaban a punto de despegĆ”rseles los brazos del cuerpo. Y entonces, todo comenzĆ³ a temblar. Hades estaba cerca. DebĆan darse prisa. HĆ©rcules seguĆa tirando de ellos, PerĆtoo no aguantĆ³ mĆ”s y se soltĆ³, pero Teseo no querĆa quedarse allĆ y pidiĆ³ a HĆ©rcules un Ćŗltimo esfuerzo. Su amigo consiguiĆ³ despegarlo, pero partes de los mĆŗsculos de las piernas se quedaron en el asiento mientras Teseo gritaba de dolor. No podĆa caminar, asĆ que HĆ©rcules tuvo que cargarlo al hombro. Hades se acercaba y todo temblaba con mĆ”s intensidad, PerĆtoo tuvo que quedarse allĆ. HĆ©rcules corrĆa con Teseo al hombro. Al salir cogiĆ³ las cadenas del perro y se lo llevĆ³ con Ć©l tambiĆ©n, y al llegar a la barca no le pidiĆ³ a Caronte que los llevara, sino que, ante el asombro de Ć©ste, subieron todos a la barca y el mismo HĆ©rcules cogiĆ³ los remos y se largaron de allĆ a toda velocidad a travĆ©s del rĆo.
Afrodita Afrodita no tuvo infancia, ya naciĆ³ adulta. DespuĆ©s de ser castrado por Cronos, los testĆculos de Urano cayeron al mar provocando una espuma de la que brotĆ³ Afrodita. Por lo tanto, Afrodita se considera hija de Urano (dios Cielo) y de Gea (diosa Tierra). Su belleza era tal, que muchos dioses del Olimpo se la disputaban. LlegĆ³ un momento en que Zeus estuvo preocupado y decidiĆ³ poner remedio al asunto. Afrodita debĆa casarse y se puso a buscarle marido. Muchos fueron los que Hera, su esposa, le propuso, pero de pronto, Zeus se decidiĆ³ por uno:
-¡La casaremos con Hefesto!
-No puedes hacer eso –le recriminĆ³ Hera-, ella es bella, y Ć©l es…
-Es feo, lo sƩ. Pero nuestro hijo se merece que le recompensemos despuƩs de tantos aƱos fuera del Olimpo y despreciado por todos. AdemƔs, necesitamos tenerlo contento y animado para la lucha contra los gigantes de Gea.
-Contento seguro, pero no creo que le quede mucha fuerza para luchar.
Zeus riĆ³ la ocurrencia de su esposa. MĆ”s tarde, anunciĆ³ la boda de Hefesto y Afrodita que tendrĆa lugar en el Olimpo y se celebrarĆa por todo lo alto. Al enterarse Afrodita, cogiĆ³ un gran berrinche, pues no le apetecĆa nada casarse con alguien como Hefesto, teniendo tantos pretendientes a cual mĆ”s bello.
Mientras tanto, en la Tierra, IxiĆ³n vagaba desesperado y clamaba a los dioses que le perdonaran y se apiadaran de Ć©l. ¿QuĆ© habĆa hecho IxiĆ³n? HacĆa poco que se habĆa casado con la hija de Deyoneo. DespuĆ©s de la boda, Deyoneo le pidiĆ³ a IxiĆ³n que le pagara lo que le habĆa prometido por su hija, pero IxiĆ³n se negĆ³ y su suegro le cogiĆ³ en prenda sus yeguas, en vista de lo cual le prometiĆ³ que muy pronto le pagarĆa. Un dĆa le invitĆ³ a una fiesta, y despuĆ©s de comer, lo arrojĆ³ a un foso de carbones ardiendo. Este crimen hizo que la gente lo despreciara y tuvo que huir. Y mientras vagaba de un lado a otro tuvo tiempo de reflexionar por su crimen, y arrepentido clamaba con desesperaciĆ³n a los dioses. Zeus le oyĆ³.
-No –le recriminĆ³ Hera-, no traigas a ese criminal hasta aquĆ. Lo que ha hecho no tiene perdĆ³n.
-Pero mujer –le respondiĆ³ Zeus- ¿quiĆ©n no ha hecho locuras por amor?
Zeus lo perdonĆ³ y lo invitĆ³ a la boda de Afrodita y Hefesto.
Durante la fiesta, IxiĆ³n y Hera hicieron tan buenas migas, que el mortal se derretĆa con los encanto y belleza de la diosa, y Hera se sentĆa alagada por las galanterĆas del hombre; tanto que por su mente solo pasaba perderse con Ć©l por algĆŗn lugar donde nadie los viera y de esta forma vengar las muchas cornamentas con que Zeus habĆa adornado su cabeza desde que se casaron. No muy lejos de allĆ, Afrodita solo pensaba en el mal trago de tener que acostarse con Hefesto una vez acabara la fiesta, y para distraer su mente se imaginaba metida en la cama con alguien que tenĆa sus ojos puestos en ella hasta el punto de sentirse atravesada por su mirada. Era Ares, el hijo de Zeus y Hera, que no podĆa disimular de ninguna manera sus deseos por ella. Afrodita se levantĆ³ de la mesa con la excusa de sentirse indispuesta. No tardĆ³ mucho en levantarse Ares, que la siguiĆ³ disimuladamente. Pronto ambos, escondidos de la mirada de todos, daban rienda suelta a sus deseos.
Por su parte Hera intentaba algo parecido. IxiĆ³n quiso seguirla, pero se encontrĆ³ con Zeus, que le preguntĆ³ adĆ³nde se dirigĆa si aĆŗn no habĆa acabado la fiesta. La respuesta fue que solo querĆa ir a dar una vuelta para conocer el lugar. Zeus le dejĆ³ marchar, pero tambiĆ©n le siguiĆ³. Al cabo de un rato lo encontrĆ³ con Hera. IxiĆ³n, al verse sorprendido no supo quĆ© hacer ni quĆ© decir; tampoco entendĆa quĆ© le estaba ocurriendo a Hera, que se desvanecĆa ante sus ojos, disolviĆ©ndose como una nube. Zeus le habĆa engaƱado dando la forma de su esposa a una nube. La verdadera Hera se cansĆ³ de esperar a IxiĆ³n, el cuĆ”l deseĆ³ no haber pedido nunca el perdĆ³n de los dioses. Sin embargo, en un principio, Zeus no fue cruel con IxiĆ³n, pues pensĆ³ en sĆ mismo, que era el peor de los mujeriegos, asĆ que simplemente lo desterrĆ³ y lo devolviĆ³ a vagar por la tierra.
Afrodita tuvo que conformarse con el marido que Zeus le habĆa impuesto, pero no dejaba pasar la ocasiĆ³n de meterse en la cama con Ares cada vez que podĆa. Hefesto comenzĆ³ a sospechar. El dios Helios se lo confirmĆ³ y le informĆ³ del lugar de sus encuentros. AsĆ que Hefesto les preparĆ³ una trampa; tejiĆ³ una fina pero resistente red de cadenas y las dispuso de tal forma en la cama donde se metĆan, que al mĆ”s mĆnimo contacto quedarĆan atrapados. Una vez que lo consiguiĆ³, Hefesto quiso burlarse de ellos y llamĆ³ a todos los dioses y diosas para que acudieran a verlos. Pero las diosas no quisieron ir a ver tan vergonzoso espectĆ”culo. Los dioses por su parte solo hicieron comentarios jocosos como: a mĆ no me importarĆa estar ahĆ atrapado con Afrodita. Hefesto se los llevĆ³ prisioneros hasta que PoseidĆ³n le pidiĆ³ que los liberara, que Ć©l se encargarĆa de hacerles pagar su traiciĆ³n. Pero una vez se vieron libres de las ataduras de la red, Ares y Afrodita salieron corriendo a toda velocidad. CorrĆan y corrĆan, cada vez mĆ”s de prisa, cada vez mĆ”s lejos; libres, hasta un lugar donde nadie los encontrara jamĆ”s.
Hasta Zeus llegaron unas risas. AllĆ abajo, en la Tierra, alguien se estaba mofando de los dioses. IxiĆ³n, el muy sinvergĆ¼enza y desagradecido, alardeaba de haber seducido a la esposa de Zeus. Las risas eran cada vez mĆ”s fuertes, hasta que de un cielo resplandeciente y sin nubes cayĆ³ un rayo que fulminĆ³ al ingrato IxiĆ³n, para mĆ”s tarde ser condenado al inframundo, donde padecerĆa un castigo eterno.
Hermes esperĆ³ a la orilla del rĆo hasta que HĆ©rcules llegĆ³ a toda velocidad con la barca en la que trasportaba a Teseo y al perro Cerbero.
-No he venido precisamente a recibirte – le dijo-, tu ya conoces el camino de vuelta.
Hermes llevaba como prisionero a IxiĆ³n, al cual atarĆa con serpientes a una rueda de fuego que darĆa vueltas sin cesar durante toda la eternidad. Aquella rueda solo se pararĆa durante poco tiempo el dĆa que llegĆ³ Orfeo, que con su mĆŗsica hizo que a Hades se le ablandara el corazĆ³n y suspendiera todos los castigos durante unos momentos. Pero esa… es otra historia.
Orfeo Era capaz de calmar a las bestias salvajes, de mover Ć”rboles y rocas y detener el curso de los rĆos. Y lo hacĆa con su mĆŗsica y sus cantos. JasĆ³n lo sabĆa, y por eso quiso contar con Ć©l en la expediciĆ³n de los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. Las Sirenas vivĆan en tres pequeƱas islas rocosas llamadas Sirenum scopuli y cantaban hermosas canciones que atraĆan a los marineros hacia ellas. Entonces los devoraban. Cuando Orfeo oyĆ³ sus voces, sacĆ³ su lira y tocĆ³ su mĆŗsica, que era mĆ”s bella que la de ellas, tapĆ”ndola y ahogĆ”ndola. De este modo consiguieron atravesar la zona sanos y salvos. Un dĆa conociĆ³ a la ninfa EurĆdice y se enamorĆ³ locamente de ella; poco despuĆ©s deciden casarse. El dĆa de la boda, EurĆdice es raptada por un pastor llamado Aristeo, que tambiĆ©n estaba enamorado de ella. Pero una vez llegados al bosque donde Aristeo la condujo, EurĆdice escapa y sale corriendo. En su huida es mordida por una vĆbora y la muchacha muere. Orfeo queda desolado y cae en una profunda tristeza. Sus canciones a orillas del rĆo EstrimĆ³n hicieron llorar de pena a todas las ninfas y todos los dioses, que le aconsejaron bajar al inframundo a buscar a su amada. Orfeo, desesperado como estaba, decidiĆ³ seguir el consejo. Camino de las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros, de los que saliĆ³ airoso empleando su mĆŗsica. Al llegar, pidiĆ³ a Caronte que lo llevara en su barca hasta la otra orilla de la laguna Estigia, a lo que Caronte se negĆ³. Orfeo comienzĆ³ entonces a tocar su lira provocando el embelesamiento del barquero, quien finalmente accediĆ³a cruzarlo al otro lado. De la misma manera convenciĆ³ al can Cerbero, el guardiĆ”n del infierno, para que le abriera las puertas de Ć©ste. Su mĆŗsica, ademĆ”s, provocĆ³ que todos los tormentos del inframundo se detuvieran por primera vez. Cuando estuvo frente a Hades, Orfeo suplicĆ³ por su amada. El corazĆ³n de Hades y su esposa PersĆ©fone, que habĆan escuchado su mĆŗsica, se habĆa ablandado tanto que accedieron a su peticiĆ³n, pero con la condiciĆ³n de que Ć©l caminase delante de ella y no mirase atrĆ”s hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol baƱasen a la mujer. Orfeo no volviĆ³ la cabeza en todo el trayecto, a pesar de sus ansias por contemplar a su amada. Ni siquiera se volvĆa para asegurarse de que EurĆdice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrĆan algĆŗn otro peligro. Orfeo y EurĆdice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperaciĆ³n, Orfeo volviĆ³ la cabeza para verla; pero ella todavĆa no habĆa sido completamente baƱada por el sol y aĆŗn tenĆa un pie en el camino del inframundo. En ese momento ella le es arrebatada, se convierte de nuevo en sombra y Ć©l es expulsado del infierno, quedando definitivamente separado de su amada. Orfeo intentĆ³ regresar al inframundo, pero Caronte le negĆ³ el paso, y de nada sirviĆ³ ya la mĆŗsica para convencerlo. AsĆ, sin motivo alguno por el cual vivir, se retirĆ³ a Eurydice y Orfeo - Russell los montes RĆ³dope y Hemo, donde permaneciĆ³ tres aƱos. Orfeo seguĆa cantando y tocando la lira, lo que provocĆ³ que hasta los Ć”rboles se conmovieran. En esos montes, fue visto por las Bacantes tracias, adoradoras del dios Dioniso, quienes le piden que toque alguna pieza de su repertorio. Como Orfeo se niega, Ć©stas le cortan la cabeza y la arrojan al rĆo. La cabeza fue a parar al mar, y, cerca de la isla de Lesbos, una serpiente quiso comĆ©rsela, pero Apolo la transformĆ³ en roca. Por su parte, Dioniso castigĆ³ a las Bacantes convirtiĆ©ndolas en Ć”rboles. Una vez muerto, Orfeo no tuvo problemas para volver al inframundo, y esta vez Caronte no pudo negarle el paso. AllĆ, por fin encontrĆ³ de nuevo a su amada EurĆdice, donde nunca mĆ”s se separaron. La batalla de los gigantes Resulta difĆcil coordinar las historias mitolĆ³gicas, al existir casi siempre varias versiones de un hecho, tal es el caso de Hera, que unos cuentan que luchĆ³ en la guerra contra los Titanes y otros que fue puesta al resguardo de sus tĆos OcĆ©ano y Tetis, que se habĆan declarado neutrales. Mucho mĆ”s difĆcil resulta ordenarlas cronolĆ³gicamente. En la batalla de los gigantes se dice que lucharon hijos de Zeus y Hera que supuestamente se habĆan casado hacĆa poco tiempo, como mucho diez aƱos si lo hicieron antes de la guerra contra los Titanes, o muchos menos si lo hicieron despuĆ©s. En cualquiera de los casos eran unos niƱos. Claro que, para eso eran dioses
El combate contra TifĆ³n y Aquidna no fue mĆ”s que el principio. Gea enfureciĆ³ al ver muerto a su hijo y creĆ³ a otros gigantes aĆŗn mĆ”s temibles y fieros, que ademĆ”s, eran indestructibles y no podĆan ser muertos por ningĆŗn dios. Zeus dio la voz de alarma, la guerra de Titanes habĆa acabado, pero aĆŗn tendrĆan que librar la peor de las batallas. Zeus sabĆa que los Gigantes no podrĆan morir a manos de los dioses a no ser que un mortal luchara al lado de estos. TenĆan puesta su esperanza en HĆ©rcules, pero este tardaba en llegar. ¿DĆ³nde estaba HĆ©rcules?
Euristeo siempre se echaba a temblar cuando llegaba HĆ©rcules, pero esta vez se cagĆ³ por las patas abajo y se escondiĆ³ en una tinaja cuando lo vio llegar con un perro enorme con tres cabezas.
-AquĆ tienes a Cerbero y con esto concluyo todos mis trabajos. He pagado mi penitencia. No os debo nada ni a ti ni a los dioses.
HĆ©rcules soltĆ³ a Cerbero que se abalanzĆ³ contra la tinaja. Euristeo, dentro de ella, terminĆ³ de hacĆ©rselo todo encima. Antes de que el perro consiguiera romperla y tragĆ”rselo, HĆ©rcules cogiĆ³ de nuevo las cadenas y emprendiĆ³ el viaje de vuelta al inframundo para devolverselo a Hades. No habĆa tiempo que perder. Los dioses lo esperaban, sus flechas eran lo Ćŗnico capaz de matar a los gigantes de Gea.
A falta de que HĆ©rcules llegara, los dioses no se desenvolvĆan mal. Hefesto por ejemplo, descargaba su rabia de marido engaƱado y abandonado contra el gigante Mimas, que fue vĆctima de una gran masa fundida que le cayĆ³ encima. Aquella masa se convertirĆa en el monte Vesubio, y allĆ sigue preso Mimas. Pero la batalla definitiva tendrĆa lugar en la Tierra Ardiente o Flegra, donde habitaban los gigantes. Los gigantes atacaron primero. Los dioses estaban armados con enormes piedras y troncos de Ć”rboles. Tal como llegaban los iban recibiendo a golpes que les hacĆan caer o retroceder, pero volvĆan a levantarse y a atacar. Hasta que uno de ellos cayĆ³ al suelo atravesado por una flecha. Era HĆ©rcules que habĆa llegado.
Pero el gigante volviĆ³ a levantarse y los dioses quedaron estupefactos. ¿No debĆan matarlos las flechas envenenadas de HĆ©rcules? Atenea sabĆa el secreto. Aquel gigante era Alcioneo, el Ćŗnico gigante inmortal, siempre que intentara dĆ”rsele muerte en su tierra. HĆ©rcules entonces llevĆ³ a cabo una estrategia de ataques que arrastrĆ³ al gigante fuera de su territorio sin que Ć©ste se diera cuenta, y entonces, cuando estaba confiado le lanzĆ³ la flecha mortal que acabĆ³ con Ć©l.
Fue el gigante PorfiriĆ³n quien esta vez atacĆ³ con mĆ”s violencia a HĆ©rcules y lo dejĆ³ fuera de combate. Momento que aprovechĆ³ el gigante para atacar tambiĆ©n a Hera, que quedĆ³ tambiĆ©n abatida debido a la descomunal fuerza del monstruoso gigante. Entonces la cogiĆ³ y se la llevĆ³ lejos de allĆ con la intenciĆ³n de violarla. Pero Zeus los siguiĆ³. Cuando Hera vio que su marido estaba cerca hizo un esfuerzo por soltarse del gigante y saliĆ³ huyendo. Mientras el gigante la perseguĆa Zeus le lanzĆ³ un rayo y cayo fulminado al suelo. Al intentar levantarse recibiĆ³ la flecha envenenada de HĆ©rcules y muriĆ³.
Apolo le lanzĆ³ un flechazo en un ojo a Efialtes. El gigante daba tumbos gritando de dolor intentando sacarse la flecha, pero entonces recibiĆ³ una segunda en el otro ojo, esta vez procedente del arco de HĆ©rcules que le matĆ³. Hermes llevaba un casco que le hacĆa invisible y se dedicaba a marear al gigante HipĆ³lito. Artemisa era experta tambiĆ©n con el arco y tenĆa a GratiĆ³n acosado lanzĆ”ndole una flecha tras otra. Dioniso noqueĆ³ a Eurito, HĆ©cate a Clitio, Hera a Foitos, y asĆ, uno por uno, todos los gigantes fueron cayendo para ser rematados por las flechas de HĆ©rcules. Fue una gran victoria de los dioses, pero el resultado hubiera sido incierto de no haber sido por la ayuda de HĆ©rcules, el hijo de Zeus, el siempre odiado por Hera, que ahora sin embargo, tenĆa que reconocer que la estabilidad del universo volvĆa a la normalidad gracias a Ć©l, a un medio humano medio dios que naciĆ³ de la infidelidad del rey de todos los dioses.
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