Almanzor 1

Los asesinos de al-Mughira
Resumen de lo publicado:
Sancho, despuĆ©s de su agresiva dieta de adelgazamiento en CĆ³rdoba, recupera el trono de LeĆ³n y pacta con los principales lĆ­deres una alianza para proteger a los reinos cristianos. Pero Al-HakĆ©n, califa de CĆ³rdoba, se las apaƱa para que esa alianza se desintegre, Sancho muere envenenado en Galicia, y LeĆ³n, principal potencia cristiana, queda en manos de dos monjas. Al-Andalus se erige como la principal potencia econĆ³mica y militar del MediterrĆ”neo. Al morir Al-HakĆ©n, hay disputas al ser su hijo Hisham menor de edad. Al-Mughira, el hermano del difunto califa es asesinado.

¿Por quĆ© asesinaron a Al-Mughira? El heredero debĆ­a ser Hisham, el hijo que le dio la esclava vasca Aurora. Pero Hisham era menor de edad y necesitaba un regente que se hiciera cargo suyo. Nadie mejor que Al-Mushafi, el administrador de la casa de AlhakĆ©n, que llevaba con Ć©l tantos aƱos y habĆ­a gozado de su total confianza. Pero habĆ­a quien no apoyaba esta propuesta, inclinĆ”ndose por otra fĆ³rmula: nombrar califa al hermano del difunto AlhakĆ©n, Al-Mughira, obligĆ”ndole a nombrar al pequeƱo Hisham su sucesor. Esta fĆ³rmula no gustĆ³ nada a su madre Aurora, y mucho menos al administrador Al-Mushafi, que fue quien mandĆ³ asesinar a Al-Mughira. El encargado de hacerlo fue Abu ŹæAmir Muhammad ben Abi. Para abreviar usaremos de aquĆ­ en adelante el nombre por el que todos le conocemos: Almanzor. 

Almanzor era el jefe de la policĆ­a de CĆ³rdoba. Pero en realidad era mĆ”s que eso. Era la mano derecha de Aurora y por lo tanto un gran conocido en Medina Azahara, la residencia del califa. Almanzor cumpliĆ³ el encargo cogiendo a sus hombres, dirigiĆ©ndose a la residencia del hermano del difunto y estrangulĆ”ndolo para mĆ”s tarde hacerlo colgar de un viga y hacer parecer que fue un suicidio, eso ya lo hemos visto en el relato anterior. Pero hay cosas que en esta historia no cuadran. Veamos. SegĆŗn los historiadores (se han cotejado varias fuentes) Almanzor rodeĆ³ con 100 hombres la residencia de Al-Mughira, irrumpiĆ³ en ella y le notificĆ³ la muerte de su hermano. Acto seguido Al-Mughira declara lealtad al pequeƱo Hisham y mĆ”s tarde muere estrangulado delante de su familia, a saber, varias esposas. Luego es colgado de una viga para que parezca un suicidio. No se si ustedes captan las mismas incoherencias que yo. 

Para empezar, todo hace pensar que la visita a la casa no es tal, sino mĆ”s bien un asalto. El hermano de un califa debĆ­a estar bien protegido por su guardia personal. Por lo tanto, todo indica que entraron por la fuerza y sin pedir permiso. Seguidamente se dice que se le comunica el fallecimiento de su hermano. Sin embargo, si habĆ­a habido tiempo de discutir quien iba a ser el heredero, una de dos, o se discutiĆ³ todo esto durante la agonĆ­a del califa o el hermano de Ć©ste vivĆ­a lejos de CĆ³rdoba. No es creible que incluso se hubiera ordenado su ejecuciĆ³n nada mĆ”s morir AlhakĆ©n e incluso antes de que su hermano llegara a enterarse. Pongamos que todo esto se decidiĆ³ en una larga noche mientras se velaba al muerto. Y pongamos que Al-Mughira vivĆ­a algo lejos, solo asĆ­ se explican estas incoherencias. Pero aĆŗn hay mĆ”s.

Se dice que Al-Mughira se declarĆ³ inmediatamente leal a su sobrino, pero que ante las dudas de si su lealtad era sincera, Al- Mushafi pide que se cumpla la ejecuciĆ³n. Hasta ahora, nadie habĆ­a dicho que el que habĆ­a encargado su muerte estuviera presente, es mĆ”s, Al-Mushafi no creo que quisiera estar implicado directamente en este asesinato, por lo tanto, debe entenderse que fue el propio Almanzor el que dudĆ³ de su palabra. Pero yo mĆ”s bien me inclino porque dudara a la hora de matarlo, porque las Ć³rdenes que traĆ­a eran muy concretas: mandarlo al paraĆ­so antes de tiempo. 

Vamos a con las demĆ”s incoherencias. DespuĆ©s de estrangularlo delante de sus mujeres lo cuelgan para aparentar un suicidio. ¿Y quĆ© hay de las mujeres que estaban como testigos? ¿Y la guardia personal, la habĆ­an mandado afuera por la fuerza? AquĆ­ sĆ­ que no cuadra el enredo. Para que todo hubiera parecido un suicidio, Almanzor no podĆ­a haber entrado de la forma que entrĆ³, habiendo rodeando antes el edificio por tantos hombres y hacer lo que hizo con tantos testigos presentes. Las fuentes se equivocan y todo debiĆ³ desarrollarse de forma muy diferente. 

Mi particular hipĆ³tesis es que Almanzor fue el encargado de comunicarle la muerte de su hermano, y mĆ”s tarde trasladĆ³ su impresiĆ³n al administrador de la casa del difunto AlhakĆ©n. Tras deliberar si se fiaban o no se su declarada lealtad al pequeƱo Hisham, deciden liquidarlo. Y por supuesto esta liquidaciĆ³n debiĆ³ desarrollarse de forma mucho mĆ”s discreta. Sea como fuere, el caso es que hubo un complot encabezado por el administrador del difunto califa para cargarse a su hermano y asĆ­ dejar vĆ­a libre para que Ć©l, Al-Mushafi, fuera nombrado regente del pequeƱo Hisham. Y Almanzor fue el sicario encargado de ejecutarlo. 

Buen elemento este Almanzor. Un elemento que goza en nuestros dĆ­as de estatuas en parques y plazas y es tratado poco menos que como un hĆ©roe. Y aĆŗn no hemos visto nada, de lo que fue capaz de hacer este despiadado asesino.


El meteĆ³rico ascenso de Almanzor
Abu Amir naciĆ³ sobre el aƱo 940 en Torrox, Algeciras. Su nombre completo era AbuŹæAmir Muhammad ben AbiŹæAmir al-MaŹæafirĆ­ o para que se entienda mejor: Ų¹Ų§Ł…Ų± Ų£ŲØŁŠ ŲØŁ† Ł…Ų­Ł…ŲÆ Ų¹Ų§Ł…Ų± Ų£ŲØŁˆ.Ų§Ł„Ł…Ų¹Ų§ŁŲ±ŁŠ Ų§Ł„Ł„Ł‡ Ų¹ŲØŲÆ Ų§ŲØŁ† Pero nos referiremos a Ć©l por el nombre que adoptĆ³ mĆ”s adelante: Almanzor. ProvenĆ­a de una familia humilde, Ć”rabe de origen yemenĆ­, que habĆ­a heredado unas tierras de un antepasado pariente que fue general de Musa (¿recuerdan ustedes a Musa, aquel general en jefe omeya que participĆ³ en la conquista de la penĆ­nsula IbĆ©rica y que tuvo tan mala suerte? ¿No? Pues lĆ©anlo aquĆ­: (La mala suerte de Musa). Aquella herencia les permitiĆ³ enviar a su hijo a CĆ³rdoba, donde estudiarĆ­a lo que hoy podrĆ­a llamarse “derecho” y “literatura” o leyes y letras. Fuera lo que fuere que estudiĆ³, en aquellos entonces se trataba de adquirir conocimiento del CorĆ”n, libro en el que se basaban todas las leyes.

Almanzor encontrĆ³ trabajo como escribano de la Mazquita, no era gran cosa, pero tampoco estaba mal para un joven principiante. No tardĆ³ mucho en cambiar de empleo y esta vez serĆ­a como asistente del principal juez de CĆ³rdoba, nada menos. No se sabe a ciencia cierta, pero parece ser que un abuelo suyo fue mĆ©dico personal de AbderramĆ”n III, el sobrino de doƱa Toda, padre de AlhakĆ©n, todavĆ­a vivo cuando llegĆ³ Almanzor a CĆ³rdoba, por lo tanto, no es de extraƱar que con tal carta de presentaciĆ³n fuera bien acogido allĆ” donde se presentaba. Aunque Almanzor, todo hay que decirlo, por sĆ­ mismo ya se hacĆ­a valer. Por lo visto, era inteligente, trabajador, decidido, emprendedor y dicharachero, una joya de muchacho. Fue este juez, con el que se puso a trabajar, quien lo llevĆ³ ante el visir Al-Musafhi, el visir o administrador de Medina Azahara, que en vista de la buena recomendaciĆ³n que el juez hacĆ­a de Ć©l, decidiĆ³ contratarlo.

En un tiempo record habĆ­a llegado hasta la "casa real", a la cual quedarĆ­a vinculado para siempre. Y ahora viene uno de esos golpes de suerte que la providencia siempre guarda... para algunos. La esposa vasca de AlhakĆ©n, Subh, que era el nombre masculino con que AlhakĆ©n habĆ­a rebautizado a Aurora, se quedĆ³ sin su intendente o administrador particular, que por lo visto muriĆ³ de repente. El caso es que Aurora necesitaba urgentemente a alguien que le organizara y le administrara sus bienes y los de su pequeƱo Hisham. En Medina Azahara no bastaba el visir como Ćŗnico administrador. Aurora tenĆ­a el suyo propio que ademĆ”s debĆ­a encargarse de cualquier trĆ”mite que Ć©sta tuviera que hacer, alguien que fuera su mano derecha. Almanzor no la defraudarĆ­a y no tardĆ³ en ganarse su confianza, la del visir y la del propio califa.

Tan bien le fue a Aurora con su nuevo administrador que sus riquezas aumentaron y por lo tanto, el sueldo de Almanzor tambiƩn. Para hacernos una idea del trabajo de Almanzor, se trataba bƔsicamente de hacer lo que hoy serƭa un inversor en bolsa. Los botines de guerra eran repartidos, una parte entre generales, oficiales y soldados, y la mayor parte, por supuesto, iban a parar al califa, que tambiƩn hacƭa sus particiones entre sus mujeres y sobre todo entre sus favoritas. Estos botines no siempre eran oro, sino que podƭan ser gƩneros muy diversos que no podƭan acumularse en los almacenes. Del norte de Ɓfrica llegaban caravanas de comerciantes, verdaderos proveedores de oro para Al-Ɓndalus, y es con estos comerciantes con los que Almanzor hizo el negocio del siglo. Las arcas de Aurora rebosaban, y las del propio Almanzor, por supuesto, tambiƩn.

Almanzor habĆ­a amasado ya una pequeƱa fortuna, pero no pararĆ­a ahĆ­, Almanzor era ambicioso y querĆ­a mĆ”s. HabĆ­a demostrado su buen hacer administrando los bienes de Aurora, por lo tanto, fue nombrado tambiĆ©n administrador de los bienes del heredero y tesorero del propio califa AlhakĆ©n. A estos cargos se unieron los de supervisor de la casa de la moneda y algunos cargos mĆ”s que serĆ­a largo de enumerar, hasta tal punto que Almanzor no paraba de aumentar sus riquezas. Pronto habrĆ­a quien le acusarĆ­a de enriquecerse de forma ilĆ­cita. Hasta la propia justicia llegĆ³ a acusarlo de malversaciĆ³n de fondos. ¿Estaban fundadas las acusaciones? Sin duda, sĆ­. Pero Almanzor estaba bien respaldado. Como administrador administrador de Aurora y tesorero del califato, Almanzor habĆ­a hecho todo tipo de enjuagues, pero en estos enjuagues estaban implicados una gran multitud de gente a la que no le convenĆ­a sacar a la luz ningĆŗn trapo por temor a que no estuviera bien limpio. Y despuĆ©s de todo, por muchas ganancias que Ć©l hubiera obtenido, los grandes beneficiados eran Aurora y el propio califato. Por lo tanto, el asunto no tardĆ³ que en quedar archivado. Es mĆ”s, a Almanzor se le pidieron disculpas pĆŗblicamente, y para reparar la "ofensa" se le concediĆ³ un cargo mĆ”s, el de jefe de la policĆ­a de CĆ³rdoba.

El gran historiador JosĆ© Javier Esparza, al que a veces me gusta citar, dice lo siguiente sobre este caso: "AsĆ­ el asunto se resolviĆ³ de una manera que no deja de recordar ciertos procesos de corrupciĆ³n polĆ­tica en Ć©poca actual".


Visir de palacio
El norte de Ɓfrica era un hervidero de tribus, clanes y bandas y rebeliones entre sĆ­. El Magreb estaba sometido al califato de CĆ³rdoba y una de las tareas que AlhakĆ©n se habĆ­a propuesto era apaciguar a esas tribus y someterlas de una vez. Por aquel entonces, Almanzor habĆ­a sido nombrado cadĆ­ (juez) de todos los territorios que no formaban parte de Al-Ɓndalus pero que estaban sometidos. SĆ­, un nombramiento mĆ”s. Pues bien, Almanzor visitĆ³ el Magreb, a ver quĆ© tal andaba la cosa por allĆ­. Pero no viajĆ³ solo, porque ademĆ”s le acompaƱaban dos generosa bolsas de oro. Una que le entregĆ³ el califa y otra que aƱadiĆ³ Ć©l por su cuenta. La del califa iba destinada a los cabecillas de aquellas tribus, en seƱal de buena voluntad para que supieran que CĆ³rdoba estaba dispuesta a ser generosa si colaboraban. En realidad, todo esto no era mĆ”s que una forma de sobornar a los cabecillas para que no dieran por culo. Pero, ¿y la otra bolsa, la de Almanzor, a quĆ© iba destinada?

A lo mismo, a comprar a los cabecillas. Les darĆ­a oro, mucho oro. HabĆ­a llegado la hora de invertir la fortuna que habĆ­a amasado durante el tiempo que habĆ­a estado al servicio del califato. AllĆ­, en el norte de Ɓfrica, Ć©l era el juez; podĆ­a hacer y deshacer a su antojo cuanto le viniera en gana. Con el oro del califa los apaciguaba, con el suyo propio, ademĆ”s, compraba la lealtad hacia Ć©l mismo, por si un dĆ­a necesitaba de sus servicios. Almanzor se habĆ­a vuelto el hombre mĆ”s peligroso de CĆ³rdoba. Con la policĆ­a bajo su mando, contaba ahora ademĆ”s con un ejĆ©rcito dispuesto a ponerse a su propio servicio, a espaldas, por supuesto, del califa. ¿QuĆ© pretendĆ­a Almanzor? ¿Derrocar a AlhakĆ©n, el califa? Puede ser, pero no hizo falta, porque como ya hemos contado, AlhakĆ©n muriĆ³.

Ya hemos contado tambiĆ©n que su hijo Hisham era menor de edad para gobernar, y por esa razĆ³n hubo partidarios de que gobernara el hermano del difunto, mientras otros querĆ­an que lo hiciera el pequeƱo Hisham bajo la regencia del visir Al-Mushafi. Ɖste Ćŗltimo manda asesinar a su oponente y finalmente ya no queda otra opciĆ³n. Hishan era investido califa de Al-Ɓndalus con el tĆ­tulo de «al-Mu'yyad bi-llah», que quiere decir «el que recibe la asistencia victoriosa de Dios». El visir Al-Mushafi era nombrado primer ministro, por lo que, el cargo de visir quedaba vacante. ¿Adivinan a quien fue a parar esta vacante? Pues sĆ­, Almanzor ya era visir de Medina Azahara, el nĆŗmero dos del califato y ademĆ”s, tutor del pequeƱo Hisham.

CorrĆ­a el aƱo 977, habĆ­an pasado 10 aƱos desde que Almanzor fuera recomendado por el juez con el que trabajaba, para ponerse al servicio del visir Al-Mushafi, y que finalmente se hizo administrador de Aurora. De simple estudiante proveniente de una familia humilde a hombre rico y nĆŗmero dos del califato en solo 10 aƱos, no estĆ” del todo mal. ¿Y que ocurre mientras tanto en los reinos cristianos? LeĆ³n sigue gobernado por las dos monjas regentes del niƱo Ramiro III y entre ellas no se llevan nada bien, ya que mientras la monja tĆ­a es partidaria de que los condes aprovechen la muerte de AlhakĆ©n para atacar a los moros, la monja madre es mĆ”s propensa a la paz hasta que su hijo crezca, y asĆ­, entre tiras y aflojas a la madre monja le da de vez en cuando un "soponcio" y se pone con los ojos revueltos de las irritaciones que pasa. El caso es que, con todo este panorama, los condes hacen lo que les viene en gana ya que LeĆ³n se ha convertido en una viƱa sin vallado.

El poder en Medina Azahara se divide de la siguiente manera: Primero, el pequeƱo Hisham, al igual que el pequeƱo Ramiro, es un simple sĆ­mbolo del reino. El que en verdad debĆ­a mandar era su regente Al-MushafĆ­, pero en seguida se convirtiĆ³ en una simple marioneta. ¿De quiĆ©n? De Aurora, la madre de Hisham, Ć©sta fue la que de verdad cogiĆ³ el mando, la cual seguĆ­a teniendo como mano derecha a su indispensable Almanzor. Y asĆ­, resultĆ³ que mientras en LeĆ³n, la gran potencia cristiana del norte, gobernaban dos mujeres, en Al-Ɓndalus, la gran potencia del MediterrĆ”neo llegĆ³ tambiĆ©n a estar gobernada por una mujer. Tres mujeres gobernando la casi totalidad de EspaƱa. ¿PodĆ­a terminar esto bien?


Las ambiciones de Aurora
Subh (Aurora), pasĆ³ de esclava a ser la madre del heredero, y ahora se veĆ­a en lo mĆ”s alto, al frente del Califato mĆ”s poderoso del MediterrĆ”neo. Independiente, ademĆ”s, de Damasco. Subh, desde que llegĆ³ a CĆ³rdoba no habĆ­a sentido mĆ”s que odio por los que la arrastraron hasta allĆ­ a la fuerza. No estĆ” muy claro cĆ³mo ni por quĆ© la trajeron, solo se sabe que llegĆ³ del norte, del reino de Navarra y era de origen vascĆ³n, y que pasĆ³ de ser esclava a convertirse en la favorita del califa, aunque se dice que Ć©ste era homosexual y que solo la usĆ³ para que le diera un heredero. Cuando comenzĆ³ a verse rodeada de comodidades y riqueza, comenzĆ³ a resignarse por su mala... o no tan mala suerte. DespuĆ©s, cuando fue madre del heredero comenzĆ³ incluso a alegrarse de esa suerte que le habĆ­a deparado el destino. El ser la favorita y disponer de sus propias riquezas hicieron despertar en ella la ambiciĆ³n, una ambiciĆ³n que nacĆ­a del rencor y el odio del que en alguna parte de su ser aĆŗn habĆ­a rescoldos.

Y ahora que se veĆ­a en lo mĆ”s alto estaba satisfecha, lo habĆ­a conseguido todo. Por su parte, Almanzor habĆ­a llegado hasta allĆ­, si no como esclavo, sĆ­ desde lo mĆ”s bajo y lo habĆ­a conseguido todo a base de ambiciĆ³n. Por eso, Subh y Almanzor no eran muy diferentes. Almanzor llevĆ³ a cabo la ejecuciĆ³n de su cuƱado, pero Subh, casi con toda seguridad estuvo implicada en la planificaciĆ³n del asesinato. No, no eran muy diferentes, y por eso, Subh y Almanzor no podĆ­an acabar mĆ”s que como amantes. Eran de la misma edad y ahora contaban 30 aƱos. Se dice que ya eran amantes antes de la muerte de AlhakĆ©n, de esto no hay seguridad, pero ahora que ya no estaba el califa, la libertad para sus encuentros era total. Con toda esta complicidad, siendo ella la que mandaba y teniendo Almanzor el poder del tesoro, de la policĆ­a y ahora tambiĆ©n del ejĆ©rcito, el regente del califa niƱo, Al-Mushafi, era un verdadero cero a la izquierda. Fueran amantes o no antes del fallecimiento de AlhakĆ©n, lo que ahora quedaba claro es que Almushafi habĆ­a sido un tĆ­tere desde el principio. 

Ella, Aurora, era la que lo habĆ­a tramado todo. Su hijo, si querĆ­a gobernar, debĆ­a hacerlo bajo un regente. Ella ni siquiera tenĆ­a sangre Ć”rabe, por lo que estaba descartada desde el principio. Almanzor era de sangre yemenĆ­ y todavĆ­a no era mĆ”s que un empleado del califato, por lo que tampoco tendrĆ­a el apoyo de casi nadie. ¿A quiĆ©n proponer como candidato? Al viejo carcamal, el visir Al-Mushafi, a quien todos verĆ­an con muy buenos ojos. Solo faltaba matar a su cuƱado y asunto resuelto. Pero ahora que ya habĆ­a cumplido su funciĆ³n, al viejo habĆ­a que quitarlo de en medio. Solo podĆ­an quedar ella y su amante. Ambos inteligentes. Ambos ambiciosos. Ambos forjados desde la nada. Ambos de la misma calaƱa. No, no iban a asesinarlo, de momento. Demasiado alboroto en palacio si encontraban al viejo muerto. Lo que se disponĆ­an a hacer era desgastarlo polĆ­ticamente, y Almanzor sabĆ­a cĆ³mo hacerlo y tenĆ­a los medios: el general en jefe de todos los ejĆ©rcitos de CĆ³rdoba, Galib, otro esclavo que llegĆ³ como tal y terminĆ³ en la cumbre del ejĆ©rcito a base de inteligencia en la estrategia militar. 

Galib ya le debĆ­a varios favores a Almanzor, y todavĆ­a terminarĆ­a debiĆ©ndole muchos mĆ”s. Almanzor le proporcionĆ³ a Galib varias campaƱas que le harĆ­a ser un cĆ©lebre militar en todo el califato, y con la celebridad vendrĆ­a el enriquecimiento. En realidad, se trataba de fĆ”ciles escaramuzas en la frontera leonesa donde arrasaban aldeas y tenĆ­an oportunidad de regresar con cuantiosos botines. Pero Almanzor se encargaba de ponderar las hazaƱas hasta el punto de que CĆ³rdoba entera enloqueciera y se enorgulleciera de su general. A todo esto, ¿Al-Mushafi no se daba cuenta de que le estaban haciendo la cama? Por supuesto, el viejo visir sabĆ­a que lo estaban anulando poco a poco y ahora se daba cuenta de que lo habĆ­an utilizado como a un pelele, despuĆ©s de todo lo que Ć©l habĆ­a hecho por su califa. Pero no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados. TenĆ­a claro que Almanzor, al que ya tenĆ­a mĆ”s que calado, querĆ­a ganarse la fidelidad del general Galib, algo muy peligroso en caso de –como ya se temĆ­a- pudiera dar un golpe de estado. 

Con el ejĆ©rcito de su parte Almanzor tendrĆ­a el pode absoluto, por lo tanto, tenĆ­a que hacer un rĆ”pida jugada para ser Ć©l, quien se ganara la fidelidad del general. ¿QuĆ© mejor manera de ganarse al general que incluirlo en su familia? Le pedirĆ­a la mano de su hija para casarla con su hijo. El general y Ć©l serĆ­an consuegros. Esto le garantizaba un blindaje contra la temida sucia maniobra de Almanzor. Y asĆ­ lo hizo, Al-Mushafi pidiĆ³ la mano de AsmĆ”, que asĆ­ se llamaba la muchacha, para casarla con su hijo. Galib no pudo negarse, a pesar de que aĆŗn guardaba algunas viejas rencillas con el antiguo visir. Por lo visto habĆ­an tenido algunos roces en el pasado. Pero Galib, que en ese momento vivĆ­a la euforia de la fama, pensĆ³ que la peticiĆ³n del -teĆ³ricamente- primer ministro y mandamĆ”s del califato, eran un simple agradecimiento por sus recientes y exitosas campaƱas militares, y una buena oportunidad de limar asperezas. Pelillos a la mar, que despuĆ©s de todo, ser consuegro de un primer ministro es un buen partido que no te proponen todos los dĆ­as. 

-¡Vaya, el viejo carcamal ha sabido reaccionar! –comentaba Almanzor a Aurora en la intimidad de su alcoba- Tengo que reconocer que ha sido una buena jugada. Vamos a tener que asesinarlo antes de lo previsto. 
-No seas necio –contestĆ³ Aurora visiblemente decepcionada por la aparente falta de ideas de su amante-, ya te he dicho que no quiero escĆ”ndalos en palacio. Seguiremos adelante con nuestro plan sin que corra la sangre. 
-¿QuĆ© se te ocurre que podamos hacer? 
-Mi querido Abu Amir, siempre tan inteligente, tan decidido, tan resuelto, el que nunca se detiene ante nada, y ahora no sabes quĆ© hacer ante una mujer –fue la respuesta de Aurora. 
-No te entiendo, Subh. 
-EstĆ” claro que Al-Mushafi ha hecho lo que tĆŗ debĆ­as haber previsto. Lo que tĆŗ debĆ­as haber hecho antes que Ć©l. ¿Acaso no eres un hombre soltero? 
-¿EstĆ”s insinuando que…? 
-SĆ­ –contestĆ³ Aurora contundente- que debĆ­as haberte adelantado a pedir la mano de la hija de Galib para ti. 
-Ahora ya es tarde, hay un contrato –se lamentaba Almanzor.
Pero Aurora no estaba dispuesta a ceder ante un simple contrato de matrimonio. 
-¿Desde cuĆ”ndo te detienes ante nada? Ese contrato debe romperse, la hija de Galib debe casarse contigo, y no es una recomendaciĆ³n, es un mandato.


La caĆ­da de  al-Mushafi
Al-Mushafi ha sido detenido y encarcelado. En CĆ³rdoba no dan crĆ©dito a lo que ocurre, el viejo visir, el regente del Califato, encarcelado. ¿Por quĆ©? Las cuentas no cuadran. Desde que ascendiĆ³ al poder se habĆ­a dedicado a malversar los fondos del califato. Gracias a Almanzor, que por orden de Aurora habĆ­a hecho un excelente trabajo de investigaciĆ³n, el muy sinvergĆ¼enza habĆ­a sido descubierto. AllĆ­ estaban todas las cuentas que paralelamente habĆ­a hecho Almanzor, para compararlas con las del estafador. Estaba claro que no cuadraban, por lo que el regente habĆ­a robado a manos llenas.

Subh (Aurora) le daba las gracias a Almanzor pĆŗblicamente por su esfuerzo y dedicaciĆ³n, todo un ejemplo de lealtad al pequeƱo califa. QuĆ© pena, que Hishan quedaba ahora sin regente, con solo doce aƱos. HabrĆ­a que buscarle uno nuevo. ¿QuiĆ©n mejor que aquel que lo ha dado todo por CĆ³rdoba? Por supuesto, el nuevo regente serĆ­a el eficiente y leal Almanzor. Eficiente, muy eficiente habĆ­a sido Almanzor; tanto, que hasta la propia Aurora habĆ­a quedado fascinada por la increĆ­ble jugada de su amante. Una jugada en la que se las habĆ­a ingeniado para preparar y falsear una montaƱa de documentos que demostrarĆ­an que las cuentas del viejo Al-Mushafi estaban amaƱadas para engaƱar a todo el mundo. A Aurora, hasta le habĆ­a dado pena ver la cara del antiguo visir cuando se lo llevaban.

Pero era necesario quitarlo de en medio y asĆ­ habĆ­a sido mejor, la manera mĆ”s limpia, sin manchar las alfombras de sangre. Pero aĆŗn quedaba el tema de AsmĆ”, la hija del general Galib, que debĆ­a casarse con el hijo del ya encarcelado Al-Mushafi. Si esto llegaba a consumarse, el general podĆ­a actuar por la fuerza para sacar a su consuegro de prisiĆ³n.
-Dime, general, ¿quĆ© piensas hacer ahora? –le preguntĆ³ Almanzor, el nuevo regente, a Galib.
Pero Galib no sabƭa quƩ contestar. Almanzor lo hizo por Ʃl.
-Un gran general, con un historial tan brillante como el tuyo, no debe mezclarse con la escoria del califato. Galib seguĆ­a sin saber quĆ© decir ni quĆ© hacer. Pero pronto entendiĆ³ que lo que Almanzor le daba no era un consejo, sino un orden. Y asĆ­ fue como el contrato de los prometidos llegĆ³ a romperse.
-Pero no creas que tu hija se va a quedar sin un buen partido –aƱadiĆ³ Almanzor.
Galib le mirĆ³ sorprendido. Y mucho mĆ”s sorprendido quedĆ³ cuando su jefe le pidiĆ³ la mano de su hija AsmĆ”. Por supuesto, fue incapaz de negarse.

Mientras tanto en LeĆ³n, el joven Ramiro crecĆ­a, pero era aĆŗn menor de edad. Poco a poco se iba instruyendo en las labores de estado, siempre bien aconsejado por su madre, que fue la que finalmente se llevĆ³ el gato al agua en sus peleas con la otra regente, la tĆ­a del muchacho. Y Ć©sta, como ya sabemos, era una monja que apostaba por la paz con los moros, mĆ”s por miedo que por otra cosa. Porque la paz con los moros no era una autentica paz, sino una humillaciĆ³n tras otra. Pactar con ellos era pagar altos tributos, y entre estos tributos podĆ­an exigirse esclavos de ambos sexos, los propios hijos de los cristianos. Pero negarse a pagar estos tributos era exponerse a que ellos mismos se los cobraran en forma de aceifas, es decir, ataques por sorpresa a las aldeas mĆ”s desprotegidas, donde lo arrasaban y se lo llevaban todo dejando tras de sĆ­ muerte y desolaciĆ³n. Y si la desolaciĆ³n por la muerte de los seres queridos era horrenda, no menos lo era cuando tras el ataque descubrĆ­as que te faltaban tus propios hijos, que nunca mĆ”s volverĆ­as a ver.

Las Ćŗltimas aceifas ordenadas por Almanzor habĆ­an colmado la paciencia del conde de Castilla GarcĆ­a FernĆ”ndez, hijo de aquel conde llamado FernĆ”n GonzĆ”lez y que era yerno de doƱa Toda. (NĆ³tese que en la Ć©poca no se heredaba el apellido, sino el nombre. El padre se llamaba Fernan, por lo tanto su apellido era FernĆ”ndez.) Pues este conde castellano quiso dar contestaciĆ³n a los Ćŗltimos ataques sarracenos, por lo que fue a pedirle ayuda al joven rey, para que pusiera a su disposiciĆ³n algunos refuerzos, ya que Ć©l contaba con un limitado ejĆ©rcito. El joven, bien instruido por su madre, dijo que no. Si ya habĆ­an sufrido ataques, lo Ćŗltimo que necesitaban era provocar a los moros de nuevo. Mal asunto –pensaba el conde castellano- resignarse al dolor y la humillaciĆ³n por miedo a sufrir un dolor y una humillaciĆ³n aĆŗn mĆ”s fuerte. GarcĆ­a no se resignĆ³, y por su propia cuenta decidiĆ³ que esos refuerzos que necesitaba bien podrĆ­a encontrarlos entre los propios campesinos de su tierra. Y asĆ­ fue como GarcĆ­a FernĆ”ndez, conde de Castilla, que aĆŗn era un condado perteneciente al reino de LeĆ³n, se encaminĆ³ contra los moros.

Era verano del aƱo 979. GarcĆ­a ataca Gormaz y la conquista. Acto seguido se dirige a AlmazĆ”n, cerca de Soria, la saquea y aniquila a toda la guarniciĆ³n mora. En Barahona y Atienza le espera una nueva victoria. Y asĆ­, hasta la llegada del invierno, en que decide volver victorioso a Castilla lleno de gloria y tesoros. Los moros se habĆ­an llevado un escarmiento que no olvidarĆ­an. El general Galib, mientras tanto, se habĆ­a limitado a defender Medinaceli, una plaza clave para la defensa mora. ¿Y quĆ© pensaba de esto Almanzor? Pues que tenĆ­a un problema. Los castellanos se le habĆ­an puesto gallitos.
-Ya me ocuparƩ de ellos, ahora tengo algo mƔs importante que hacer.


Herejes y herejĆ­as
Almanzor esperaba impaciente. DebĆ­an traerle noticias, y esperaba que esas noticias le aclarasen de una vez lo que estaba pasando. Y por fin, uno de sus hombres, uno de aquellos espĆ­as que rondaban por las calles dĆ­a y noche a la caza de cualquier chisme que pudiera interesarle a su jefe, se presento pidiendo hablar con Ć©l. A juzgar por la agitaciĆ³n del espĆ­a, la cosa parecĆ­a interesante. ParecĆ­a nervioso y no sabĆ­a por dĆ³nde empezar. Hasta el propio Almanzor tuvo que empujarlo a hablar. Y el hombre hablĆ³. Tal como se temĆ­an, en CĆ³rdoba habĆ­a un complot en el que estaban implicados, entre otros, un antiguo general retirado y el prefecto de CĆ³rdoba, lo que vendrĆ­a a ser el gobernador o el alcalde. Aquellos hombres se reunĆ­an para debatir sobre el estado irregular en que se encontraba en aquel momento el gobierno cordobĆ©s.

Un menor de edad que no pintaba nada, el primer ministro y regente del niƱo destituido y encarcelado y un intruso en el poder que habĆ­a llegado desde lo mĆ”s bajo subiendo peldaƱos a base de enjuagues, sobornos y crĆ­menes, y sobre todo, por haber seducido a la madre del heredero. Lo que estos legitimistas proponĆ­an era acabar con aquella situaciĆ³n nombrando a un legĆ­timo sucesor, un nieto de AbderramĆ”n (aquel AbderramĆ”n sobrino de doƱa Toda). Este nieto, tambiĆ©n llamado AbderramĆ”n era ya mayor de edad y gozaba de buena reputaciĆ³n entre la gente. Se trataba de estudiar la forma de hacerlo subir al poder. Pero no les iba a dar tiempo a estudiar el tema. 

Almanzor tenĆ­a un problema y Ć©l lo sabĆ­a mejor que nadie: tenĆ­a el poder de hecho, pero no de derecho. Y el poder de hecho, solo estarĆ­a en sus manos mientras Hisham fuera menor de edad, y aquel menor de edad estaba creciendo. Y aĆŗn en el caso de que aquel niƱo sufriera un terrible accidente, Ć©l nunca serĆ­a legĆ­timamente el califa. Muy al contrario, debĆ­a velar porque aquel niƱo estuviera siempre sano y salvo. Si algo le ocurriera, perderĆ­a de inmediato su poder. Los alfaquĆ­es eran los teĆ³logos estudiosos del CorĆ”n, los verdaderos jueces de CĆ³rdoba. Si un gobernante era sospechoso de infringir la ley corĆ”nica podĆ­a caer sobre Ć©l todo el acoso de aquellos alfaquĆ­es, por lo tanto, mucho se guardaban los gobernantes de llevar una buena relaciĆ³n con ellos; Almanzor, que habĆ­a estudiado aquella "carrera", la tenĆ­a, pero aquel dĆ­a, se los iba a ganar de calle. 

Llegaron a Medina Azahara, donde los esperaba Almanzor para conducirlos hasta el lugar donde los iba a dejar a todos asombrados: la biblioteca. He aquĆ­ la biblioteca del difunto AlhakĆ©n. Muchos de ellos ya sospechaban las herejĆ­as que en aquella biblioteca se guardaban. Pero aquel era un lugar Ć­ntimo y privado. Hoy, por fin iban a salir a la luz. Miles de libros se agrupaban en sus estanterĆ­as, muchos de ellos traĆ­dos de lugares lejanos, la mayorĆ­a aportados por gente sabia que huĆ­a de la intolerancia de Damasco. Los huidos llegaban a un lugar mucho mĆ”s tolerante y abierto y eran acogidos por un califa ilustrado que no tuvo reparos en guardar aquellas joyas literarias que hablaban de astronomĆ­a, lĆ³gica, medicina, aritmĆ©tica y otras ciencias. Pero a excepciĆ³n de la medicina y aritmĆ©tica, todas las demĆ”s ciencias eran consideradas propias de herejes. Almanzor acababa de desenmascarar al autentico AlhakĆ©n. HabĆ­an estado gobernados por un hereje y nadie se habĆ­a atrevido a destapar lo que escondĆ­a en aquel lugar endemoniado. Solo un hombre pio, instruido en las escrituras y apoyado por AlĆ” podĆ­a haberse atrevido a tal cosa. Los libros fueron destruidos de inmediato y desde ese momento Almanzor se habĆ­a ganado por completo a los alfaquĆ­es de CĆ³rdoba. 

El "mutazilismo" era una doctrina o secta islĆ”mica duramente perseguida por los verdaderos islamistas. Encontrar indicios sobre la pertenencia a esta secta eran motivos para ser condenado a muerte. ¿Alguien piensa que todos los libros prohibidos de la biblioteca de AlhakĆ©n fueron destruidos? Muchos de ellos fueron encontrados, junto a otras evidencias, en las casas de los cabecillas de la conspiraciĆ³n. Almanzor, ejemplo de hombre pio, sabio y fiel a las sagradas escrituras, se presentĆ³ ante los jueces de CĆ³rdoba para que, en vista del descubrimiento de tan abominable conjura, ponerse a disposiciĆ³n de la justicia, perseguir a los herejes y darles el mĆ”ximo castigo que prevĆ© la ley para tan graves casos. Y con el beneplĆ”cito de aquellos santos varones se enfrascĆ³ Almanzor al frente de su policĆ­a en persecuciĆ³n de los que pretendĆ­an arrebatarle el trono al angelito de Hisham, que ademĆ”s practicaban una religiĆ³n falsa, ofendiendo gravemente al todopoderoso y Ćŗnico dios AlĆ”. Los libros y otros documentos encontrados lo demostraban y no daban lugar a dudas. Los miembros del complot y otros muchos que solamente eran sospechosos fueron detenidos. El castigo tenĆ­a que ser ejemplar. Fueron crucificados en pĆŗblico. Una nueva barbarie con la que obtuvo mĆ”s puntos a favor frente a los jueces de CĆ³rdoba, a los que ya no les cabĆ­a ninguna duda de que Almanzor era un hombre integro y fiel a las enseƱanzas del profeta Mahoma.

PƔgina 1

PƔgina 2

PƔgina 3

Publicar un comentario

0 Comentarios