DespuĆ©s de haber visto el desastre de Troya, muchos serĆ”n los que se pregunten quiĆ©nes eran, cĆ³mo surgieron o quiĆ©n inventĆ³ a los dioses griegos, que en realidad no difieren demasiado de los dioses de otras culturas y siempre vamos a encontrar analogĆas y paralelismos. Para ello, nada mejor que comenzar por el principio: veremos quiĆ©n era realmente Zeus y cĆ³mo llegĆ³ a ser rey de los demĆ”s dioses, pero antes que Ć©l, existieron otros; Zeus era nieto de los dioses originales, Gea y Urano. La familia de deidades se multiplicĆ³ y llegĆ³ a haber mestizaje incluso entre dioses y humanos, caso de HĆ©rcules o Aquiles.
Tambien hubo casos entre dioses y los propios elementos, caso de Afrodita. Los siguientes capĆtulos tratan del origen de los dioses, de los primeros conflictos entre ellos y su relacion con los humanos. Sobre quiĆ©n los inventĆ³: seguramente se trata de guerras, leyendas y personajes que han pasado de generaciĆ³n en generaciĆ³n, entre los que puede entreverse lo que pudo ser verĆdico y lo que se debe a la simple imaginaciĆ³n de los poetas de su tiempo.
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Los Titanes eran la raza de dioses anteriores
a la generaciĆ³n de Zeus, es decir, los hijos de Urano, -el Cielo- y de Gea, -la
Tierra-, mucho antes de que los humanos aparecieran sobre ella. Pero tambiƩn se
consideran Titanes a los hijos de Ʃstos. Prometeo y Atlas, por ejemplo, estƔn
considerados como Titanes aĆŗn siendo de la misma generaciĆ³n que Zeus o Hera,
primos hermanos de los otros. Por lo tanto, aunque se habla de una guerra entre
Titanes y OlĆmpicos, si nos atenemos estrictamente a que Titanes fueran solo la
primera generaciĆ³n, tanto en un bando como en el otro habĆa Titanes y no
Titanes. Pero en todo caso se habla de una segunda generaciĆ³n de Titanes, por
lo que la cosa es bastante compleja y difĆcil de entender a la hora de clasificarlos.
El origen de los dioses
Urano fue el dios original padre de todos los dioses venideros. Se dice que se generĆ³ del Caos, el estado primigenio del cosmos infinito. Pero tambiĆ©n se afirma que naciĆ³ de Gea, la madre Tierra. Y otros aĆŗn dicen que naciĆ³ del Ćter, un elemento mĆ”s puro y mĆ”s brillante que el aire y de Hemera, la personificaciĆ³n del dĆa, versiĆ³n Ć©sta Ćŗltima que no difiere mucho de la primera sobre el Caos. La versiĆ³n mĆ”s aceptada es la que cuenta que Gea tambiĆ©n naciĆ³ del Caos y de sĆ misma engendrĆ³ a Urano para cubrirla como un cielo estrellado. AsĆ, ya tenemos formados el cielo y la tierra. De la uniĆ³n de ambos nacieron OcĆ©ano, titĆ”n de los mares y rĆos, Ceo, el titĆ”n de la inteligencia, CrĆo, HiperiĆ³n, el dios de la observaciĆ³n, JĆ”peto, Tea, diosa de la vista que dotaba de brillo a los metales preciosos, Rea, Temis, MnemĆ³side, la personificaciĆ³n de la memoria, Febe, Tetis y por Ćŗltimo a Cronos. Gea tambiĆ©n dio a luz a los gigantes cĆclopes EstĆ©ropes y Argesy a los hecatĆ³nquiros Coto, Briareo y Giges, tambiĆ©n gigantes, de cien brazos y cincuenta cabezas. Pero a Urano no le gustaron estos hijos y los escondiĆ³ en el TĆ”rtaro, es decir, su vientre, que consistĆa en un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento.
Con esto, Urano se ganĆ³ el odio de Gea, que reuniĆ³ a sus hijos y les contĆ³ su plan para derrocarlo. Gea habĆa fabricado una gran hoz de pedernal y con ella debĆan matar a Urano, pero ninguno quiso cargar en su conciencia la muerte de su propio padre, excepto Cronos, que cogiĆ³ la hoz y se dispuso a cumplir la voluntad de su madre. El plan consistĆa en tenderle una emboscada y asesinarlo, para ello Gea citĆ³ a Urano y una vez se hubieron encontrado, Cronos le atacĆ³. La hoz le segĆ³ los testĆculos que fueron a parar al ocĆ©ano formando una espuma de la que naciĆ³ Afrodita, que emergiĆ³ del agua ya crecida. Urano huyĆ³ jurando vengarse, pero ya habĆa sido destronado. Cronos arrojĆ³ al mar la hoz, y de ella naciĆ³ la isla de Creta. Pero Cronos temĆa a los cĆclopes y a los hecatĆ³nquiros y volviĆ³ a encerrarlos en el TĆ”rtaro. Cronos se casĆ³ con su hermana Rea y ambos reinaron como reyes de todos los dioses.
De su propia madre, Cronos supo que serĆa derrocado por uno de sus hijos, al igual que Ć©l habĆa derrocado a su padre; y para que esto no se cumpliera, tal como iban naciendo, Cronos se los iba tragando. Por eso, cuando Rea estaba a punto de dar a luz a Zeus, le pidiĆ³ ayuda a Gea para salvarlo. Rea pariĆ³ a Zeus en secreto en la isla de Creta. Cuando Cronos supo que Rea habĆa dado a luz acudiĆ³ para que le entregaran al reciĆ©n nacido, Rea le entregĆ³ una piedra envuelta en mantas y Ć©ste, sin pararse a mirar si de verdad era un niƱo, se la tragĆ³.
Zeus se habĆa convertido ya en adulto cuando fue a ver a su padre y pedirle explicaciones. No estĆ” muy claro si Cronos ya sabĆa de quiĆ©n se trataba, el caso es que lucharon y Zeus le venciĆ³ para despuĆ©s obligarle a regurgitar la piedra que se habĆa tragado creyendo que se trataba del Zeus bebĆ©, y mĆ”s tarde a todos sus hermanos. Dicen que Tetis, la personificaciĆ³n de la prudencia, ayudĆ³ dĆ”ndole a Cronos un brebaje para que vomitara. Sus hermanos fueron expulsados en el orden inverso al que fueron devorados, y asĆ salieron sanos y salvos DemĆ©ter, Hera, Hades, Hestia y PoseidĆ³n. MĆ”s tarde, Zeus liberĆ³ tambiĆ©n a los hermanos de Cronos, los HecatĆ³nquiros y los CĆclopes, de su mazmorra en el TĆ”rtaro y matĆ³ a su guardiana, Campe. Los cĆclopes le agradecieron a Zeus su gesto dĆ”ndole el rayo y el trueno. Pero lo mĆ”s duro estaba por venir, pues se avecinaba una gran guerra entre Titanes y OlĆmpicos, la llamada Titanomaquia.
La guerra por el poder del Universo
DespuĆ©s de que Cronos fuera vencido por su hijo Zeus, congregĆ³ a sus hermanos y sobrinos para declararle la guerra. Ceo, CrĆo, HiperiĆ³n, JĆ”peto, Atlas y Menecio se unieron a Ć©l, los demĆ”s permanecieron neutrales. Otros, como los hijos de JĆ”peto, Prometeo y Epimeteo lucharĆan en el bando de Zeus, que contaba con sus hermanos y hermanas Hestia, Demeter, Hades y PoseidĆ³n. Contaba ademĆ”s con los cĆclopes y los hecatĆ³nquiros.
Algunas versiones tambiĆ©n incluyen a Hera, pero esto contradice a la versiĆ³n que dice que Hera fue puesta a salvo de la guerra y enviada para ser protegida por su tĆa Tetis y OcĆ©ano, que se habĆan declarado neutrales. Los titanes tenĆan su cuartel general en el monte Otris, los de Zeus en el monte OlĆmpo. OlĆmpicos y Titanes estaban a punto de librar una gran guerra con temibles batallas que harĆan que Urano, el dios del Cielo, estuviera a punto de desplomarse sobre la Tierra.
Zeus iba perfectamente armado con el rayo, regalo de los cĆclopes. Los terribles relĆ”mpagos que lanzaba sobre sus oponentes hacĆan estragos sobre ellos. Pero no menos temibles eran las piedras lanzadas por los HecatĆ³nquiros, los gigantes de cien brazos, que las lanzaban de cien en cien. PoseidĆ³n por su parte luchaba fieramente con su tridente y Hades se hacĆa invisible al ponerse su casco. Todo esto hizo que pronto los OlĆmpicos llevaran las de ganar, pero los Titanes eran tambiĆ©n dioses y no eran fĆ”ciles de vencer, por lo que, la guerra se alargĆ³ por nada menos que diez aƱos.
Cuando por fin lograron la victoria, Cronos y los suyos fueron encerrados en el TĆ”rtaro, ocupando el lugar que habĆan ocupado cĆclopes y hecatĆ³nquiros, que ahora montarĆan guardia sobre los prisioneros. La tierra y el espacio entre el cielo y Ć©sta habĆa sido devastado y Urano estaba a punto de caer. Atlas no serĆa encerrado, su castigo consistirĆa en hacer que Urano no cayera, sostendrĆa la bĆ³veda celeste por toda la eternidad. OcĆ©ano y las TitĆ”nides Tea, Rea, Temis, MnemĆ³sine, Febe y Tetis, habĆan permanecido neutrales, no fueron castigadas. Cronos, no se sabe muy bien quĆ© fue de Ć©l, pero hay quien cuenta que despuĆ©s de muchos aƱos, Zeus se apiadĆ³ de Ć©l, que despuĆ©s de todo era su padre, y le liberĆ³ para que reinara en las islas de los Bienaventurados.
AsĆ fue cĆ³mo Zeus se convirtiĆ³ en el rey de los dioses y procediĆ³ a repartirse el mundo con sus hermanos mayores, PoseidĆ³n y Hades. Se lo echaron a suertes, a PoseidĆ³n le tocaron los ocĆ©anos y a Hades el inframundo, por lo que Zeus se quedĆ³ el cielo. Solamente la antigua Gea, la Tierra, no fue echada a suertes, quedando bajo el dominio de los tres.
Con esto, Urano se ganĆ³ el odio de Gea, que reuniĆ³ a sus hijos y les contĆ³ su plan para derrocarlo. Gea habĆa fabricado una gran hoz de pedernal y con ella debĆan matar a Urano, pero ninguno quiso cargar en su conciencia la muerte de su propio padre, excepto Cronos, que cogiĆ³ la hoz y se dispuso a cumplir la voluntad de su madre. El plan consistĆa en tenderle una emboscada y asesinarlo, para ello Gea citĆ³ a Urano y una vez se hubieron encontrado, Cronos le atacĆ³. La hoz le segĆ³ los testĆculos que fueron a parar al ocĆ©ano formando una espuma de la que naciĆ³ Afrodita, que emergiĆ³ del agua ya crecida. Urano huyĆ³ jurando vengarse, pero ya habĆa sido destronado. Cronos arrojĆ³ al mar la hoz, y de ella naciĆ³ la isla de Creta. Pero Cronos temĆa a los cĆclopes y a los hecatĆ³nquiros y volviĆ³ a encerrarlos en el TĆ”rtaro. Cronos se casĆ³ con su hermana Rea y ambos reinaron como reyes de todos los dioses.
De su propia madre, Cronos supo que serĆa derrocado por uno de sus hijos, al igual que Ć©l habĆa derrocado a su padre; y para que esto no se cumpliera, tal como iban naciendo, Cronos se los iba tragando. Por eso, cuando Rea estaba a punto de dar a luz a Zeus, le pidiĆ³ ayuda a Gea para salvarlo. Rea pariĆ³ a Zeus en secreto en la isla de Creta. Cuando Cronos supo que Rea habĆa dado a luz acudiĆ³ para que le entregaran al reciĆ©n nacido, Rea le entregĆ³ una piedra envuelta en mantas y Ć©ste, sin pararse a mirar si de verdad era un niƱo, se la tragĆ³.
Zeus se habĆa convertido ya en adulto cuando fue a ver a su padre y pedirle explicaciones. No estĆ” muy claro si Cronos ya sabĆa de quiĆ©n se trataba, el caso es que lucharon y Zeus le venciĆ³ para despuĆ©s obligarle a regurgitar la piedra que se habĆa tragado creyendo que se trataba del Zeus bebĆ©, y mĆ”s tarde a todos sus hermanos. Dicen que Tetis, la personificaciĆ³n de la prudencia, ayudĆ³ dĆ”ndole a Cronos un brebaje para que vomitara. Sus hermanos fueron expulsados en el orden inverso al que fueron devorados, y asĆ salieron sanos y salvos DemĆ©ter, Hera, Hades, Hestia y PoseidĆ³n. MĆ”s tarde, Zeus liberĆ³ tambiĆ©n a los hermanos de Cronos, los HecatĆ³nquiros y los CĆclopes, de su mazmorra en el TĆ”rtaro y matĆ³ a su guardiana, Campe. Los cĆclopes le agradecieron a Zeus su gesto dĆ”ndole el rayo y el trueno. Pero lo mĆ”s duro estaba por venir, pues se avecinaba una gran guerra entre Titanes y OlĆmpicos, la llamada Titanomaquia.
La mutilaciĆ³n de Urano - Giorgio Vasari y Christofano Gherardi. 1560 |
DespuĆ©s de que Cronos fuera vencido por su hijo Zeus, congregĆ³ a sus hermanos y sobrinos para declararle la guerra. Ceo, CrĆo, HiperiĆ³n, JĆ”peto, Atlas y Menecio se unieron a Ć©l, los demĆ”s permanecieron neutrales. Otros, como los hijos de JĆ”peto, Prometeo y Epimeteo lucharĆan en el bando de Zeus, que contaba con sus hermanos y hermanas Hestia, Demeter, Hades y PoseidĆ³n. Contaba ademĆ”s con los cĆclopes y los hecatĆ³nquiros.
Algunas versiones tambiĆ©n incluyen a Hera, pero esto contradice a la versiĆ³n que dice que Hera fue puesta a salvo de la guerra y enviada para ser protegida por su tĆa Tetis y OcĆ©ano, que se habĆan declarado neutrales. Los titanes tenĆan su cuartel general en el monte Otris, los de Zeus en el monte OlĆmpo. OlĆmpicos y Titanes estaban a punto de librar una gran guerra con temibles batallas que harĆan que Urano, el dios del Cielo, estuviera a punto de desplomarse sobre la Tierra.
Zeus iba perfectamente armado con el rayo, regalo de los cĆclopes. Los terribles relĆ”mpagos que lanzaba sobre sus oponentes hacĆan estragos sobre ellos. Pero no menos temibles eran las piedras lanzadas por los HecatĆ³nquiros, los gigantes de cien brazos, que las lanzaban de cien en cien. PoseidĆ³n por su parte luchaba fieramente con su tridente y Hades se hacĆa invisible al ponerse su casco. Todo esto hizo que pronto los OlĆmpicos llevaran las de ganar, pero los Titanes eran tambiĆ©n dioses y no eran fĆ”ciles de vencer, por lo que, la guerra se alargĆ³ por nada menos que diez aƱos.
Cuando por fin lograron la victoria, Cronos y los suyos fueron encerrados en el TĆ”rtaro, ocupando el lugar que habĆan ocupado cĆclopes y hecatĆ³nquiros, que ahora montarĆan guardia sobre los prisioneros. La tierra y el espacio entre el cielo y Ć©sta habĆa sido devastado y Urano estaba a punto de caer. Atlas no serĆa encerrado, su castigo consistirĆa en hacer que Urano no cayera, sostendrĆa la bĆ³veda celeste por toda la eternidad. OcĆ©ano y las TitĆ”nides Tea, Rea, Temis, MnemĆ³sine, Febe y Tetis, habĆan permanecido neutrales, no fueron castigadas. Cronos, no se sabe muy bien quĆ© fue de Ć©l, pero hay quien cuenta que despuĆ©s de muchos aƱos, Zeus se apiadĆ³ de Ć©l, que despuĆ©s de todo era su padre, y le liberĆ³ para que reinara en las islas de los Bienaventurados.
AsĆ fue cĆ³mo Zeus se convirtiĆ³ en el rey de los dioses y procediĆ³ a repartirse el mundo con sus hermanos mayores, PoseidĆ³n y Hades. Se lo echaron a suertes, a PoseidĆ³n le tocaron los ocĆ©anos y a Hades el inframundo, por lo que Zeus se quedĆ³ el cielo. Solamente la antigua Gea, la Tierra, no fue echada a suertes, quedando bajo el dominio de los tres.
Zeus y Hera |
Gran boda en el Olimpo
Zeus estaba locamente enamorado de su hermana Hera. Lo habĆa estado desde que era una niƱa. Y desde que se encaprichĆ³ en ella naciĆ³ en Zeus un amor que durarĆa para siempre. Cuando comenzĆ³ la guerra entre OlĆmpicos y Titanes, Hera fue apartada del conflicto y enviada a Arcadia donde estuvo al cuidado de sus tĆos OcĆ©ano y Tetis. Se deduce de esto que Hera no habĆa crecido mientras estuvo en el estĆ³mago de Cronos, aunque otras versiones cuentan que participĆ³ en la guerra de Titanes. Durante esta guerra Zeus se casĆ³ con Metis, que en principio se sintiĆ³ reacia pero acabĆ³ aceptĆ”ndole. Metis tuvo una visiĆ³n y se la contĆ³ a Zeus aunque mĆ”s le hubiera valido permanecer callada.
SegĆŗn esta visiĆ³n tendrĆan una hija y un hijo que estarĆa destinado a gobernar el mundo. Si la profecĆa se cumplĆa, su propio hijo le destronarĆa, por esto Zeus la devorĆ³ cuando estaba embarazada. MĆ”s tarde, Zeus mismo darĆa a luz un bebĆ© que le brotĆ³ de la cabeza. Cuentan que fue Prometeo quien tuvo que abrirle la cabeza para sacarle el bebĆ©. No era un niƱo, sino una niƱa, a la que puso por nombre Atenea.
Zeus estaba locamente enamorado de su hermana Hera. Lo habĆa estado desde que era una niƱa. Y desde que se encaprichĆ³ en ella naciĆ³ en Zeus un amor que durarĆa para siempre. Cuando comenzĆ³ la guerra entre OlĆmpicos y Titanes, Hera fue apartada del conflicto y enviada a Arcadia donde estuvo al cuidado de sus tĆos OcĆ©ano y Tetis. Se deduce de esto que Hera no habĆa crecido mientras estuvo en el estĆ³mago de Cronos, aunque otras versiones cuentan que participĆ³ en la guerra de Titanes. Durante esta guerra Zeus se casĆ³ con Metis, que en principio se sintiĆ³ reacia pero acabĆ³ aceptĆ”ndole. Metis tuvo una visiĆ³n y se la contĆ³ a Zeus aunque mĆ”s le hubiera valido permanecer callada.
SegĆŗn esta visiĆ³n tendrĆan una hija y un hijo que estarĆa destinado a gobernar el mundo. Si la profecĆa se cumplĆa, su propio hijo le destronarĆa, por esto Zeus la devorĆ³ cuando estaba embarazada. MĆ”s tarde, Zeus mismo darĆa a luz un bebĆ© que le brotĆ³ de la cabeza. Cuentan que fue Prometeo quien tuvo que abrirle la cabeza para sacarle el bebĆ©. No era un niƱo, sino una niƱa, a la que puso por nombre Atenea.
Una vez que acabĆ³ la gran guerra, establecido ya en el monte Olimpo como rey, Zeus que en ningĆŗn momento habĆa olvidado a Hera, decidiĆ³ un dĆa ir a buscarla. Al encontrarla quedĆ³ maravillado; habĆa crecido y se habĆa convertido en una autĆ©ntica belleza. Zeus se le apareciĆ³ convertido en cuco, ella dejĆ³ que se posara en su mano y lo protegiĆ³ del frio. Entonces Zeus recobrĆ³ su forma original y mantuvo relaciones con ella. Unos dicen que la violĆ³, otros que no tanto, el caso es que Zeus se casĆ³ con Hera, que pasĆ³ a ser la reina indiscutible del Olimpo.
Fue una boda por todo lo alto, como corresponde a un rey y a una futura reina y tuvo lugar en el monte Olimpo, donde ademĆ”s, se quedarĆan a vivir. Todos los dioses acudieron a honrarles con su presencia y les llevaron regalos de lo mĆ”s variado, destacando el Ć”rbol que producĆa manzanas doradas y daba vida eterna, regalo que hizo Gea a Hera y que plantarĆa en el jardĆn de las HespĆ©rides. Los reciĆ©n casados eran felices.
El romance entre dioses hermanos no debe confundirse con el incesto. Cronos ya se habĆa casado con una hermana tambiĆ©n. Zeus y Hera se casaron y los demĆ”s dioses, titanes y ninfas lo vieron como algo natural acudiendo a la boda y llevando regalos y no se trata de que todos fueran igual de corruptos. Al provenir de un mismo y temprano tronco tenĆan necesariamente que escogerse entre hijos de unos mismos padres al igual que en la Biblia, y aunque este hecho no se detalle, CaĆn tuvo necesariamente que casarse con una hermana para garantizar la expansiĆ³n de la raza humana.
Zeus se dedicaba a mantener el orden del universo, Hera dio a luz a Ares, Hebe e Ilitia. Todo iba bien en la pareja, hasta que naciĆ³ Hefesto, feo y deforme. Hera se sintiĆ³ horrorizada por haber parido semejante criatura, y mandĆ³ que lo alejaran de ella, fuera del Olimpo. Hay versiones que cuentan que este hijo lo pariĆ³ a solas y Zeus nada supo de Ć©l hasta que volviĆ³ ya mayor. La explicaciĆ³n podrĆamos encontrarla en el hecho de que Zeus era un autentico sinvergĆ¼enza y mujeriego que no paraba de fijarse en diosas, ninfas y mortales del sexo contrario. Zeus le era infiel y Hera comenzĆ³ a sufrir ataques de celos descontrolados que la llevaron a perseguir a sus amantes y a vengarse de ellas.
Zeus la amaba de verdad, pero la obsesiĆ³n por las mujeres era superior a Ć©l y le perdĆa, y Hera sufriĆ³ humillaciones como hacerse cargo de los hijos que tenĆa con otras, como aquella vez que pretendĆa que amamantara al hijo de Alcmena, HĆ©rcules. Pero Hera explotĆ³ al enterarse de que una ninfa a la que consideraba su amiga era una enviada de su marido para que la controlara mientras Ć©l estaba con sus amantes. Se presentaba a hacerle visitas y hablaba sin parar. Cuando descubriĆ³ a quĆ© venĆa la castigĆ³. A partir de aquel dĆa, aquella amiga tan charlatana, llamada Eco, no podrĆa nunca mĆ”s mantener una conversaciĆ³n con nadie, solo podrĆa repetir lo que oyera de los demĆ”s. DespuĆ©s de eso, Hera tomĆ³ la decisiĆ³n de no aguantar mĆ”s, abandonĆ³ a Zeus y se fue a vivir a la isla de Eubea.
De nada sirvieron las sĆŗplicas de Zeus, Hera no le escuchĆ³ y se marchĆ³ sin decir adĆ³nde iba. Y por muchos adivinos que Zeus consultĆ³, ninguno supo darle norte de dĆ³nde se encontraba su esposa. Cuando mĆ”s enfrascado andaba buscĆ”ndola, Hermes le avisĆ³ que un gigante monstruoso le buscaba para desafiarle. Era el hijo menor de Gea, que enviado por su madre se exigĆa liberar a sus hermanos que estaban prisioneros en el TĆ”rtaro.
Eco y Narciso
La bella y joven Eco era una ninfa de cuya boca salĆan las palabras mĆ”s bellas. Todo el mundo se complacĆa y deleitaba al escucharla hablar. A pesar de eso, a Hera nunca le cayĆ³ bien, temerosa de que su marido se fijara en ella. A pesar de todo, pensaba que teniendola cerca evitarĆa la traiciĆ³n. Y aĆŗn asĆ sucediĆ³ que cayĆ³ en brazos de Zeus. Unos cuentan que fue por eso que Hera la castigĆ³ quitĆ”ndole la voz y obligĆ”ndola a repetir la Ćŗltima palabra que decĆa la persona con la que mantuviera la conversaciĆ³n, otros cuentan que fue por distraerla mientras Zeus estaba con otras mujeres.
En cuanlquier caso Eco quedĆ³ incapacitada para tomar la iniciativa en una conversaciĆ³n, limitada sĆ³lo a repetir las palabras ajenas.
Eco y Narciso - Nicolas Poussin |
La bella y joven Eco era una ninfa de cuya boca salĆan las palabras mĆ”s bellas. Todo el mundo se complacĆa y deleitaba al escucharla hablar. A pesar de eso, a Hera nunca le cayĆ³ bien, temerosa de que su marido se fijara en ella. A pesar de todo, pensaba que teniendola cerca evitarĆa la traiciĆ³n. Y aĆŗn asĆ sucediĆ³ que cayĆ³ en brazos de Zeus. Unos cuentan que fue por eso que Hera la castigĆ³ quitĆ”ndole la voz y obligĆ”ndola a repetir la Ćŗltima palabra que decĆa la persona con la que mantuviera la conversaciĆ³n, otros cuentan que fue por distraerla mientras Zeus estaba con otras mujeres.
En cuanlquier caso Eco quedĆ³ incapacitada para tomar la iniciativa en una conversaciĆ³n, limitada sĆ³lo a repetir las palabras ajenas.
Eco se apartĆ³ del trato humano. Retirada en el campo, se enamorĆ³ del hermoso pastor Narciso, hijo de la ninfa Leiriope de Tespia y del dios-rĆo CĆ©fiso. Eco lo seguĆa todos los dĆas sin ser vista, pero uno de ellos, debido a una imprudencia al pisar una rama, Narciso la descubriĆ³. Eco buscĆ³ ayuda de los animales del bosque como ninfa que era, para que le comunicaran a Narciso el amor que sentĆa por Ć©l, ya que ella no podĆa contarlo. Una vez que Narciso supo esto, se riĆ³ de ella, y Eco volviĆ³ a su cueva y permaneciĆ³ allĆ hasta morir.
Sobre Narciso, algunos cuentan que un muchacho que tambiĆ©n se habĆa enamorado de Eco orĆ³ a los dioses, pidiendo que Narciso sufriera al sentir un amor no correspondido, como el que habĆa hecho sufrir a otros. La oraciĆ³n fue respondida por NĆ©mesis, la que arruina a los soberbios, quien maldijo a Narciso a enamorarse de su propio reflejo. El joven terminĆ³ muriendo de desamor (otros dicen que se ahogĆ³ al caer al agua mientras miraba su rostro en el rĆo) y bajĆ³ al Inframundo, donde fue atormentado para siempre por su propio reflejo en el rĆo Estigia.
Entre celos y monstruos
Por fin Zeus pudo saber dĆ³nde se encontraba Hera y no tardĆ³ en presentarse delante de ella, que no quiso mirarle a la cara. Ćl insistĆa en que volviera, ella se negaba. Ćl le jurĆ³ que ella era el amor de su vida. Pero Hera seguĆa sin escucharle. Le recitĆ³ versos y le dijo mil zalamerĆas, pero todo fue en balde. Zeus no podĆa demorarse mĆ”s, Gea estaba muy enfadada por ver a los Titanes encerrados en el TĆ”rtaro y enviĆ³ a TifĆ³n a desafiarlo. HacĆa dĆas que no paraba de atosigarle por todas partes y temĆa que viniera hasta allĆ. Lo mejor serĆa ir a hacerle frente. Zeus se marchĆ³, y Hera quedĆ³ desolada y triste, le amaba profundamente, pero no estaba dispuesta a sufrir mĆ”s por Ć©l.
TifĆ³n - Mural etrusco |
Por fin Zeus pudo saber dĆ³nde se encontraba Hera y no tardĆ³ en presentarse delante de ella, que no quiso mirarle a la cara. Ćl insistĆa en que volviera, ella se negaba. Ćl le jurĆ³ que ella era el amor de su vida. Pero Hera seguĆa sin escucharle. Le recitĆ³ versos y le dijo mil zalamerĆas, pero todo fue en balde. Zeus no podĆa demorarse mĆ”s, Gea estaba muy enfadada por ver a los Titanes encerrados en el TĆ”rtaro y enviĆ³ a TifĆ³n a desafiarlo. HacĆa dĆas que no paraba de atosigarle por todas partes y temĆa que viniera hasta allĆ. Lo mejor serĆa ir a hacerle frente. Zeus se marchĆ³, y Hera quedĆ³ desolada y triste, le amaba profundamente, pero no estaba dispuesta a sufrir mĆ”s por Ć©l.
TifĆ³n era un coloso que tenĆa una estatura tal que alcanzaba las estrellas. Cada dedo de sus manos era una cabeza de dragĆ³n y un gran nĆŗmero de serpientes salĆan de sus muslos. TifĆ³n abrasaba todo cuanto miraba y vomitaba fuego y lava, ademĆ”s de ser capaz de levantar huracanes y crear terremotos con el movimiento de sus alas. Le acompaƱaba su esposa Equidna, una monstruosa ninfa con el torso de una bella mujer de ojos oscuros y cuerpo de serpiente. En un primer combate Zeus resultĆ³ malherido pero pudo escapar. TifĆ³n le habĆa arrancado algunos tendones; el rey necesitaba ayuda.
Hermes fue inmediatamente a informar a Hera de que su marido estaba herido y la necesitaba, y aunque en un primer impulso quiso acudir al Olimpo, enseguida se contuvo cuando Hermes le contĆ³ que TifĆ³n le habĆa sacado los tendones. Zeus no morirĆa; Hermes debĆa salir tras TifĆ³n y averiguar dĆ³nde escondĆa los tendones para luego robĆ”rselos, llevarlos de vuelta y colocarlos de nuevo en el cuerpo de Zeus. AsĆ lo hizo Hermes, y una vez curado saliĆ³ otra vez al encuentro de TifĆ³n y Equidna, y esta vez los venciĆ³. A TifĆ³n lo encerrĆ³ bajo el monte Etna. A Equidna la dejĆ³ que siguiera cuidando de sus hijos, pues, los futuros hĆ©roes –pensĆ³ Zeus- necesitarĆ”n desafĆos a los que enfrentarse. Equidna muriĆ³ a manos de los Argonautas en una cueva de Sicilia y era madre de CalĆorre y Medusa.
Hera paseaba tranquila, pero estaba triste y tenĆa remordimiento por no haber acudido a cuidar de Zeus cuando estaba herido. Ćl luchaba por salvar el mundo y ella estaba allĆ apartada de todo en aquella tranquila isla. De pronto sintiĆ³ un estremecimiento al ver un lujoso carro pasar. En Ć©l paseaba una hermosa mujer vestida con un precioso vestido de novia y tras ella una multitud que pregonaba su prĆ³ximo enlace con el rey de los dioses. ¡No podĆa ser! Zeus la habĆa dado por perdida y estaba dispuesto a casarse con otra.
Hera se puso roja de ira y saliĆ³ tras el carro. QuerĆa destrozar a aquella presuntuosa e insolente mujer que pretendĆa arrebatarle a su marido. Le destrozarĆa el vestido y luego la matarĆa a ella y la harĆa pedazos. Estaba fuera de sĆ, enloquecida de rabia y cĆ³lera, y cuando estaba a punto de saltar al carro, unos brazos fuertes, los mĆ”s fuertes del universo, la sujetaron para luego abrazarla. Estaba a punto de perder el conocimiento, y de hecho lo perdiĆ³, al notar que la besaban. Pero aquellos brazos no la dejaron caer, sino que la sujetaron y la trasportaron fuera de aquel gentĆo, ella se dejĆ³ llevar… hasta donde Ć©l quisiera llevarla. La mujer del carro era una estatua de mĆ”rmol, todo habĆa sido un engaƱo para alimentar sus celos.
Los fantasmas del pasado
A las puertas del Olimpo se presentĆ³ un herrero, que decĆa venir a traer un regalo a la diosa Hera. TenĆa el cuerpo deforme y padecĆa cojera. Hera pidiĆ³ que le hicieran pasar. Caminaba echado hacia delante, barba desaliƱada y pecho descubierto, y sobre todo, era bastante feo. Se trataba del dios del fuego y de la forja y escultor en todo tipo de materiales. Se presentĆ³ ante Hera y le contĆ³ que ya habĆa fabricado varios tronos de oro para su esposo Zeus, y otros dioses, lo cual era verdad, y en agradecimiento por la confianza de Ć©stos, traĆa un presente para ella, la esposa del rey y la mĆ”s bella entre las diosas. Un trono de diamante. Hera, alagada y admirada por tan maravilloso regalo se sentĆ³ en Ć©l. El trono era esplendoroso, a la altura de la reina del Olimpo, sin duda. Un gran regalo el de aquel humilde herrero. Y entonces se llevĆ³ una gran sorpresa al quedar pegada a Ć©l sin poder moverse. Zeus no estaba presente en aquel momento y Hefesto saliĆ³ huyendo dejando a Hera atrapada. Los demĆ”s dioses, unos salieron tras Ć©l, y otros quedaron auxiliando a su reina, pero ninguno pudo despegarla del trono.
Cuando le dieron caza, ninguno consiguiĆ³ hacerle volver para que dejara libre a la reina. El dios de la forja era fuerte como el que mĆ”s, y nadie pudo dominarlo. Entonces Dioniso, el dios del vino, pidiĆ³ que los dejaran solos. Estaba mĆ”s calmado y Dioniso le dio de beber. El vino era bueno, asĆ que se sirvieron otra copa, y otra, y otra mĆ”s, hasta que el herrero comenzĆ³ a hablar y sincerarse con Dioniso. El herrero y dios de la forja era Hefesto, el hijo de Hera.
-Me arrojaron del Olimpo –contaba Hefesto- cuando era solo un bebĆ© reciĆ©n nacido. Me contaron que mi madre, la gran reina y seƱora del Olimpo, se horrorizĆ³ al verme. SentĆa vergĆ¼enza. Ella, una reina que presume de gran belleza, no podĆa ser que hubiera parido algo tan horroroso como yo, y por eso me abandonĆ³. Al arrojarme fuera caĆ al mar. OcĆ©ano y Tetis me encontraron y sintieron pena por mĆ. TenĆa una pierna lastimada, y de ahĆ mi cojera. Ellos se convirtieron en mis padres adoptivos y me cuidaron, me educaron e hicieron de mi lo que soy. Pero mi verdadera madre... pagarĆ” lo que me hizo. El trono de diamante tiene un poder que ningĆŗn dios sabe controlar, excepto yo, y allĆ quedarĆ” pegada, para siempre.
Cuando estuvo completamente borracho, Dioniso se lo llevĆ³ de vuelta al Olimpo. Al despertar, Hefesto vio que habĆa sido engaƱado y entro de nuevo en cĆ³lera, pero pronto le sujetaron entre varios de sus hermanos. Hefesto jurĆ³ que jamĆ”s soltarĆa a su madre. Luego pidiĆ³ ser reconocido como hijo de Zeus. Y entonces Zeus se presentĆ³ ante Ć©l. Todos temieron la cĆ³lera del rey. Hefesto lo iba a pasar muy mal si Zeus se empleaba a fondo con aquel que decĆa ser su hijo. Pero Zeus guardĆ³ la calma y se limitĆ³ a decirle, si de verdad un simple herrero, por muy dios del fuego y la forja que fuera, creĆa que Ć©l, el dios rey de todos los dioses no iba a ser capaz de controlar los poderes de un simple artilugio de diamante. Por supuesto que podĆa. PodrĆa deshacer cada partĆcula de aquel trono con una simple mirada de rayo sin que su esposa sufriera el mĆ”s mĆnimo daƱo, y luego encerrarlo a Ć©l en el TĆ”rtaro para siempre.
Pero no lo harĆa, porque sabĆa que Hefesto decĆa la verdad. Hera se lo tenĆa merecido, habĆa sido una mala madre y le habĆa engaƱado a Ć©l ocultĆ”ndole a su hijo, feo y deforme, pero su hijo. Que por cierto, era un gran artesano. Lo iban a necesitar para que fabricara las mejores armas. Gea estaba de nuevo en pie de guerra y llevaba aƱos creando unos formidables gigantes. Una terrible batalla, quizĆ”s la peor de todas, estaba a punto de librarse de nuevo. Hefesto era fuerte y serĆa de gran ayuda. Zeus le pidiĆ³ que liberara a Hera, su madre, y le dio el lugar que le correspondĆa en el Olimpo, como dios e hijo suyo que siempre habĆa sido.
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Hermes fue inmediatamente a informar a Hera de que su marido estaba herido y la necesitaba, y aunque en un primer impulso quiso acudir al Olimpo, enseguida se contuvo cuando Hermes le contĆ³ que TifĆ³n le habĆa sacado los tendones. Zeus no morirĆa; Hermes debĆa salir tras TifĆ³n y averiguar dĆ³nde escondĆa los tendones para luego robĆ”rselos, llevarlos de vuelta y colocarlos de nuevo en el cuerpo de Zeus. AsĆ lo hizo Hermes, y una vez curado saliĆ³ otra vez al encuentro de TifĆ³n y Equidna, y esta vez los venciĆ³. A TifĆ³n lo encerrĆ³ bajo el monte Etna. A Equidna la dejĆ³ que siguiera cuidando de sus hijos, pues, los futuros hĆ©roes –pensĆ³ Zeus- necesitarĆ”n desafĆos a los que enfrentarse. Equidna muriĆ³ a manos de los Argonautas en una cueva de Sicilia y era madre de CalĆorre y Medusa.
Hera paseaba tranquila, pero estaba triste y tenĆa remordimiento por no haber acudido a cuidar de Zeus cuando estaba herido. Ćl luchaba por salvar el mundo y ella estaba allĆ apartada de todo en aquella tranquila isla. De pronto sintiĆ³ un estremecimiento al ver un lujoso carro pasar. En Ć©l paseaba una hermosa mujer vestida con un precioso vestido de novia y tras ella una multitud que pregonaba su prĆ³ximo enlace con el rey de los dioses. ¡No podĆa ser! Zeus la habĆa dado por perdida y estaba dispuesto a casarse con otra.
Hera se puso roja de ira y saliĆ³ tras el carro. QuerĆa destrozar a aquella presuntuosa e insolente mujer que pretendĆa arrebatarle a su marido. Le destrozarĆa el vestido y luego la matarĆa a ella y la harĆa pedazos. Estaba fuera de sĆ, enloquecida de rabia y cĆ³lera, y cuando estaba a punto de saltar al carro, unos brazos fuertes, los mĆ”s fuertes del universo, la sujetaron para luego abrazarla. Estaba a punto de perder el conocimiento, y de hecho lo perdiĆ³, al notar que la besaban. Pero aquellos brazos no la dejaron caer, sino que la sujetaron y la trasportaron fuera de aquel gentĆo, ella se dejĆ³ llevar… hasta donde Ć©l quisiera llevarla. La mujer del carro era una estatua de mĆ”rmol, todo habĆa sido un engaƱo para alimentar sus celos.
Vulcano (Hefesto) - Rubens |
A las puertas del Olimpo se presentĆ³ un herrero, que decĆa venir a traer un regalo a la diosa Hera. TenĆa el cuerpo deforme y padecĆa cojera. Hera pidiĆ³ que le hicieran pasar. Caminaba echado hacia delante, barba desaliƱada y pecho descubierto, y sobre todo, era bastante feo. Se trataba del dios del fuego y de la forja y escultor en todo tipo de materiales. Se presentĆ³ ante Hera y le contĆ³ que ya habĆa fabricado varios tronos de oro para su esposo Zeus, y otros dioses, lo cual era verdad, y en agradecimiento por la confianza de Ć©stos, traĆa un presente para ella, la esposa del rey y la mĆ”s bella entre las diosas. Un trono de diamante. Hera, alagada y admirada por tan maravilloso regalo se sentĆ³ en Ć©l. El trono era esplendoroso, a la altura de la reina del Olimpo, sin duda. Un gran regalo el de aquel humilde herrero. Y entonces se llevĆ³ una gran sorpresa al quedar pegada a Ć©l sin poder moverse. Zeus no estaba presente en aquel momento y Hefesto saliĆ³ huyendo dejando a Hera atrapada. Los demĆ”s dioses, unos salieron tras Ć©l, y otros quedaron auxiliando a su reina, pero ninguno pudo despegarla del trono.
Cuando le dieron caza, ninguno consiguiĆ³ hacerle volver para que dejara libre a la reina. El dios de la forja era fuerte como el que mĆ”s, y nadie pudo dominarlo. Entonces Dioniso, el dios del vino, pidiĆ³ que los dejaran solos. Estaba mĆ”s calmado y Dioniso le dio de beber. El vino era bueno, asĆ que se sirvieron otra copa, y otra, y otra mĆ”s, hasta que el herrero comenzĆ³ a hablar y sincerarse con Dioniso. El herrero y dios de la forja era Hefesto, el hijo de Hera.
-Me arrojaron del Olimpo –contaba Hefesto- cuando era solo un bebĆ© reciĆ©n nacido. Me contaron que mi madre, la gran reina y seƱora del Olimpo, se horrorizĆ³ al verme. SentĆa vergĆ¼enza. Ella, una reina que presume de gran belleza, no podĆa ser que hubiera parido algo tan horroroso como yo, y por eso me abandonĆ³. Al arrojarme fuera caĆ al mar. OcĆ©ano y Tetis me encontraron y sintieron pena por mĆ. TenĆa una pierna lastimada, y de ahĆ mi cojera. Ellos se convirtieron en mis padres adoptivos y me cuidaron, me educaron e hicieron de mi lo que soy. Pero mi verdadera madre... pagarĆ” lo que me hizo. El trono de diamante tiene un poder que ningĆŗn dios sabe controlar, excepto yo, y allĆ quedarĆ” pegada, para siempre.
Cuando estuvo completamente borracho, Dioniso se lo llevĆ³ de vuelta al Olimpo. Al despertar, Hefesto vio que habĆa sido engaƱado y entro de nuevo en cĆ³lera, pero pronto le sujetaron entre varios de sus hermanos. Hefesto jurĆ³ que jamĆ”s soltarĆa a su madre. Luego pidiĆ³ ser reconocido como hijo de Zeus. Y entonces Zeus se presentĆ³ ante Ć©l. Todos temieron la cĆ³lera del rey. Hefesto lo iba a pasar muy mal si Zeus se empleaba a fondo con aquel que decĆa ser su hijo. Pero Zeus guardĆ³ la calma y se limitĆ³ a decirle, si de verdad un simple herrero, por muy dios del fuego y la forja que fuera, creĆa que Ć©l, el dios rey de todos los dioses no iba a ser capaz de controlar los poderes de un simple artilugio de diamante. Por supuesto que podĆa. PodrĆa deshacer cada partĆcula de aquel trono con una simple mirada de rayo sin que su esposa sufriera el mĆ”s mĆnimo daƱo, y luego encerrarlo a Ć©l en el TĆ”rtaro para siempre.
Pero no lo harĆa, porque sabĆa que Hefesto decĆa la verdad. Hera se lo tenĆa merecido, habĆa sido una mala madre y le habĆa engaƱado a Ć©l ocultĆ”ndole a su hijo, feo y deforme, pero su hijo. Que por cierto, era un gran artesano. Lo iban a necesitar para que fabricara las mejores armas. Gea estaba de nuevo en pie de guerra y llevaba aƱos creando unos formidables gigantes. Una terrible batalla, quizĆ”s la peor de todas, estaba a punto de librarse de nuevo. Hefesto era fuerte y serĆa de gran ayuda. Zeus le pidiĆ³ que liberara a Hera, su madre, y le dio el lugar que le correspondĆa en el Olimpo, como dios e hijo suyo que siempre habĆa sido.
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