Los Godos 2

Gala Placidia
Las profecĆ­as de Daniel
“La hija del rey del sur se casarĆ” con el rey del norte, y harĆ”n las paces, aunque ella no retendrĆ” su poder, y el poder del rey tampoco durarĆ”. Ella serĆ” traicionada, junto con su escolta, su hijo y su esposo.” (Daniel 11:6)


Constancio entrĆ³ de nuevo en la Galia con un numeroso ejĆ©rcito que aumentĆ³ todavĆ­a mĆ”s contratando mercenarios bĆ”rbaros. Y asĆ­, con esas gigantescas tropas se lanzĆ³ contra AtaĆŗlfo, el que meses antes fue su aliado. Ante el brutal empuje imperial, a los visigodos no les quedĆ³ mĆ”s remedio que ir retrocediendo, hasta que AtaĆŗlfo ideĆ³ un nuevo plan, algo ingenuo quizĆ”s, como el anterior. OrdenĆ³ a sus gentes,  junto al grueso de su ejĆ©rcito cruzar los Pirineos y dirigirse hacia la Tarraconense, Ć©l se quedarĆ­a con algunos destacamentos en Aquitania, al sureste de la Galia, y mandarĆ­a un mensaje a Honorio.

El mensaje era una propuesta de reconciliaciĆ³n ya que pronto nacerĆ­a un nieto del difunto Teodosio y por lo tanto sobrino suyo, de Honorio. Los generales de AtaĆŗlfo obedecieron la orden aunque la opiniĆ³n y el deseo del ejĆ©rcito era seguir plantando cara a los romanos. Pero precisamente, en el plan de AtaĆŗlfo entraba evitar mĆ”s enfrentamientos como gesto de buena voluntad. Por otra parte, asĆ­ ponĆ­a a salvo a Gala Placidia y en su estado la enviaba a un lugar mĆ”s tranquilo. Lo de tranquilo, es un decir, pues para entrar en Barcino (Barcelona) se las tuvieron que ver con sus ocupantes, otros bĆ”rbaros. Pero Honorio no querĆ­a hablar de treguas ni reconciliaciones y su respuesta fue rotunda: devolver a Gala Placidia sin condiciones.

Ante la negativa del emperador, AtaĆŗlfo emprendiĆ³ el camino al encuentro de su amada Placidia y a principios del 415 nacĆ­a el hijo de ambos. Un varĆ³n al que pusieron el nombre de su abuelo, Teodosio. Era el primer hijo de Gala Placidia, y el sĆ©ptimo para AtaĆŗlfo, que habĆ­a estado casado anteriormente. A las pocas semanas, el niƱo enferma y muere. Fue un gran dolor para ambos, pero las desgracias para la familia no acabarĆ­an ahĆ­. El niƱo fue metido en un pequeƱo ataĆŗd de plata y enterrado en la catedral de Barcino.

AtaĆŗlfo querĆ­a comenzar de nuevo. Ante ellos se abrĆ­a un vasto territorio por conquistar. No iba a ser fĆ”cil. La penĆ­nsula ibĆ©rica estaba poco poblada pero en los Ćŗltimos diez aƱos habĆ­an ido llegando vĆ”ndalos, suevos, alanos y otras tribus. Con ellos se las tendrĆ­an que ver si querĆ­an hacer de aquella penĆ­nsula su nuevo y definitivo hogar. Pero no contaba el rey de los Visigodos con dos problemas que estaban a punto de acabar con sus planes y sus sueƱos. El primero de ellos era la falta de confianza de su gente que murmuraban y pensaban que AtaĆŗlfo habĆ­a caĆ­do en la debilidad a la que le habĆ­a llevado su amor por la romana. El segundo problema era la traiciĆ³n que Sigerico estaba maquinando. Sigerico, ya se ha dicho, era el hermano de Saro, el general muerto cuando AtaĆŗlfo los venciĆ³ en la Galia.

LlegĆ³ el verano y AtaĆŗlfo se afanaba en planificar sus conquistas cuando un dĆ­a, mientras cuidaba su caballo se presentĆ³ un criado de pequeƱa estatura llamado Dubius. AtaĆŗlfo pensĆ³ que venĆ­a, como tantas otras veces, a limpiar las cuadras. Al rey le pillo por sorpresa la primera cuchillada, a la que siguieron muchas otras. Estaba en el suelo en un gran charco de sangre cuando lo encontraron, aĆŗn con vida y la fuerza suficiente para despedirse de su amada Gala Placidia y pedir que eligieran a su hermano Walia como prĆ³ximo rey. AtaĆŗlfo morĆ­a asesinado a los 37 aƱos de edad.

Gala Placidia quedaba en poco tiempo sin hijo y sin marido y expuesta a la venganza que habƭa jurado el despiadado Sigerico. Muchos ya veƭan en estos hechos el cumplimiento de las profecƭas de Daniel. Aunque estas profecƭas se referƭan a las luchas entre selƩucidas y tolomeos en los siglos anteriores a Cristo.


La venganza de Sigerico
Se calcula que el pueblo visigodo que deambulaba de un lado a otro estaba compuesto por entre 200.000 y 250.000 personas entre hombres, mujeres, ancianos y niƱos. Es decir, se desplazaban las familias completas y lo que vivĆ­an era un verdadero Ć©xodo. HacĆ­a ya varios siglos, desde que salieron de la isla de Gotland, para ir de un lado a otro por toda Europa, hostigados por otros pueblos bĆ”rbaros y empujados al sur por los Hunos. Los Godos deseaban y necesitaban un hogar, Hispania era un buen lugar para intentarlo de nuevo. Las provincias hispanas de Roma eran un coladero por donde ya habĆ­an entrado otros 200.000 bĆ”rbaros que campaban a sus anchas ya que Roma no tenĆ­a capacidad para parar sus incursiones ni para expulsarlos. Ellos, los Godos, los expulsarĆ­an de la penĆ­nsula, harĆ­an frente y conquistarĆ­an estas tierras para quedĆ”rselas. Roma tendrĆ­a que aceptar un pacto con ellos tarde o temprano. Y su naciĆ³n se llamarĆ­a Gotia. Esos habĆ­an sido los sueƱos de AtaĆŗlfo, pero ahora, ¿quiĆ©n los llevarĆ­a a cabo?

Walia, hermano de AtaĆŗlfo hubiera sido el nuevo rey, pero hubo una mayorĆ­a de nobles que se interpusieron a su nombramiento y apoyaron a Sigerico. No era muy diplomĆ”tico este individuo y nada mĆ”s ser coronado lo dispuso todo para emprender la guerra contra Roma. Honorio los habĆ­a engaƱado demasiadas veces y ahora tomarĆ­an la penĆ­nsula IbĆ©rica por la fuerza. Pero antes, habĆ­a algunos asuntos que arreglar. AtaĆŗlfo habĆ­a asesinado a su hermano y lo habĆ­a pagado con la muerte, pues estĆ” claro que fue Ć©l y sus adeptos los que planearon su asesinato. AĆŗn asĆ­, Sigerico no estaba satisfecho y quiso que corriera mĆ”s sangre. La comunidad visigoda quedĆ³ conmocionada con su sentencia: los seis hijos de AtaĆŗlfo fueron ejecutados. Pero aĆŗn quedaba por decidir quĆ© hacer con Gala Placidia. Y mientras lo pensaba, se ensaƱo con ella insultĆ”ndola y sometiĆ©ndola a vejaciones pĆŗblicas. Finalmente pensĆ³ que la mujer serĆ­a una buena moneda de cambio si habĆ­a que negociar con Roma, asĆ­ que la mantendrĆ­a con vida, lo cual no la librarĆ­a de un buen castigo. En Barcino tenĆ­an retenidos a un buen puƱado de prisioneros bĆ”rbaros y habĆ­a que trasladarlos fuera de la ciudad, a unos 24 kilĆ³metros. Entre estos prisioneros incluyeron a Gala Placidia que bajo al atenta mirada del sanguinario Sigerico caminĆ³ tan larga distancia hasta que cayĆ³ al suelo desmayar de cansancio. Una vez mĆ”s, la desgraciada romana fue humillada mientras la guardia personal de Sigerico reĆ­a a carcajadas.

Ni siquiera los que apoyaron a Sigerico estaban contentos con sus mĆ©todos, pero fueron los adeptos a Walia los que no podĆ­an permitir ni un instante mĆ”s sus fechorĆ­as. Hubo unanimidad en la decisiĆ³n que se tomĆ³ y habĆ­a que llevarla a cabo de inmediato, asĆ­ que salieron en su busca, y cuando estuvieron frente a Ć©l, sin mediar palabra, cada uno de ellos fue clavando su espada en el cuerpo del indeseable Sigerico. Nadie osĆ³ discutir su muerte, como tampoco nadie osĆ³ oponerse, ahora sĆ­, a la coronaciĆ³n de Walia. Siete dĆ­as estuvo el patĆ©tico Sigerico en el trono.


El compromiso de Walia
El panorama que le habĆ­an dejado a Walia no era precisamente alentador y hacĆ­a falta mucho temple para tomar las decisiones adecuadas. Ante Ć©l, hacia el sur, una vasta extensiĆ³n de tierra por conquistar, hacia el norte una gran cadena montaƱosa vigilada por los romanos, y allĆ­ mismo, en Barcelona, su pueblo que cada vez acusaba mĆ”s el hambre. Los nobles que habĆ­an apoyado a Sigerico ahora le apoyaban a Ć©l, pero no se fiaba y habĆ­a que darles alguna muestra de que Ć©l tambiĆ©n escuchaba sus sugerencias, por lo tanto, tuvo que mostrarse a favor de no pactar de nuevo con los romanos. Sin embargo, el grano lo controlaban ellos. Algo habrĆ­a que hacer para saciar el hambre.

Alarico ya lo habĆ­a dicho, controlar el norte de Ɓfrica era controlar el granero del imperio. La idea de Walia no era controlar Ɓfrica, sino ir allĆ­ a llenar sus carros para subir con ellos y llenar sus despensas. Y asĆ­ lo hicieron. Con un buen destacamento de hombres y una numerosa caravana de carros bajaron por el levante hasta llegar al estrecho. Oro no les faltaba para comprar barcos, pero una vez mĆ”s, y tal como le pasĆ³ a Alarico, la fortuna no estuvo con ellos y las tempestades del estrecho no les dejĆ³ cruzar a Ɓfrica. Las crĆ³nicas no aclaran estos hechos y solo hablan de que las tempestades destrozaron sus barcos. No es probable que los Visigodos poseyeran barcos ni que los mandaran construir solamente para cruzar el estrecho en busca de trigo. Lo mĆ”s factible serĆ­a que los Visigodos buscaran barcos ya construidos a lo largo de la costa y contratar sus servicios. Entre las posibilidades de no encontrar barcos suficientes estarĆ­a algĆŗn mal temporal que hubiera daƱado los barcos de la zona. Ponerse a construir barcos nuevos les hubiera llevado demasiado tiempo. AsĆ­ que, con los carros vacĆ­os, Walia y los suyos tomaron el camino de regreso para reunirse con su pueblo que esperaba hambriento en Barcelona.

HabĆ­a llegado la hora de hacer uso de la prenda que los Visigodos tenĆ­an en su poder: Gala Placidia serĆ­a utilizada como moneda de cambio al fin. Era ella o morir de hambre. No estĆ” escrito quiĆ©n tomĆ³ la decisiĆ³n. Hay quien cuenta que fue ella misma la que se ofreciĆ³ para salvar del hambre al que ya consideraba su pueblo, del que habĆ­a sido y seguĆ­a siendo su reina. Y hay quien cree que fue la misma gente quien empujĆ³ a Walia a hacer el cambio. Sea como fuere, por Placidia obtuvieron un cuantioso rescate en forma de 5.400 toneladas de trigo que paliĆ³ la hambruna visigoda.

Pero no fue solo su hermanastra lo que Honorio exigiĆ³, sino que los Visigodos debĆ­an comprometerse a limpiar las cinco provincias hispanas de los vĆ”ndalos y demĆ”s pueblos barbaros que se mostraran hostiles al imperio. VĆ”ndalos, Suevos y Alanos, eran los principales pueblos bĆ”rbaros que invadieron la penĆ­nsula IbĆ©rica en el aƱo 409. HabĆ­an llegado, como los Visigodos, del norte, empujados por los Hunos, y muchos de ellos fueron contratados como mercenarios por lo romanos y ahora vigilaban los Pirineos precisamente para que evitaran el paso de bĆ”rbaros a Hispania. Pero estos “vigilantes” no se mostraron demasiado efectivos y la penĆ­nsula se llenĆ³ de bĆ”rbaros que arrasaban todo cuanto encontraban a su paso. Ahora, con un contrato firmado por Roma, les tocaba a los Visigodos, considerados los mĆ”s civilizados entre los pueblos bĆ”rbaros, limpiar el solar del que estaba destinado a ser su nuevo hogar. Mientras tanto, Honorio obligaba a Gala Placidia a contraer matrimonio con el general Constancio en enero de 417.


La ambiciĆ³n de Constancio
Gala Placidia conociĆ³ el amor entre el pueblo bĆ”rbaro que saqueĆ³ Roma, y este amor la convirtiĆ³ en reina. Reina desgraciada que lo perdiĆ³ todo, amada por unos, vista con recelo por algunos y humillada por otros, pero reina al fin y al cabo. Ahora le tocaba afrontar otra etapa en su vida, casada con un hombre que le doblaba en edad. Con Constancio se iba a convertir en emperatriz consorte, aunque no tardarĆ­a en obtener el poder absoluto del imperio occidental. De momento, quien ostentaba ese poder era su marido. ¿CĆ³mo habĆ­a llegado Constancio tan alto?

MĆ©ritos tenĆ­a de sobra. HabĆ­a sucedido a EstilicĆ³n como general de las fuerzas romanas y limpiĆ³ las Galias de bĆ”rbaros y usurpadores, ademĆ”s de hostigar y hacer retroceder a los Visigodos hasta Barcelona. Todo esto le valiĆ³ para ser nombrado cĆ³nsul en 414. Pero Contancio no solo era bueno en su oficio de la guerra, sino que sabĆ­a influir notablemente en la voluntad del dĆ©bil Honorio. Tanto fue asĆ­, que le fue concedido el tĆ­tulo de emperador. De esta forma, la Roma Occidental llegĆ³ a tener dos emperadores, aunque Honorio llegĆ³ a convertirse en un tĆ­tere de Constancio. En Constantinopla, capital del imperio de occidente gobernaba Teodosio II, sobrino de Honorio, que no quiso reconocer a Constancio como emperador, viendo en este individuo a un usurpador que manejaba a su tĆ­o a su voluntad. El no reconocimiento de Teodosio II fue tomado como una ofensa y Constancio se dispuso a cargar contra Ć©l. No llegarĆ­an al enfrentamiento, pues el 2 de septiembre de 421 despuĆ©s de solo siete meses como coemperador, morĆ­a de repente. TenĆ­a 61 aƱos.

Gala Placidia quedĆ³ de nuevo viuda a los 31 aƱos. HabĆ­a tenido un hijo y una hija con Constancio, Valentiniano y Honoria. Honorio volvĆ­a a gobernar de nuevo en solitario. Las cosas comenzaron a no ir bien para Gala Placidia, pues alrededor de Honorio se reunĆ­a una camarilla que no fue capaz de conspirar contra ella en vida de Constancio, pero que ahora la acusaban de estar influyendo de forma negativa contra su hermano, a favor de los bĆ”rbaros. Una vez mĆ”s, Honorio se dejĆ³ llevar por los que le rodeaban y expulsĆ³ a su hermanastra de RĆ”vena. Placidia se exiliĆ³, junto a sus dos hijos, en la ciudad de Roma, su antiguo hogar, y mĆ”s tarde se trasladĆ³ a Constantinopla, su ciudad natal, junto a su sobrino el emperador Teodosio.

Dos aƱos mĆ”s tarde la espichaba Honorio y hubo un usurpador llamado Juan que quiso hacerse con el poder. Pero el trono de occidente le correspondĆ­a al hijo de Gala Placidia, y asĆ­, con solo seis aƱos se convertĆ­a en Valentiniano III. Pero durante mĆ”s de 12 aƱos, quien gobernĆ³ de verdad en el imperio, fue su madre, Gala Placidia, reina de los Visigodos y emperatriz de Roma. Gala Placidia muriĆ³ en 450 a los 60 aƱos. Fue reina de los Visigodos, hija, hermana, esposa y madre de emperadores, ademĆ”s de regente del imperio.

PƔgina 1

PƔgina 2

Publicar un comentario

0 Comentarios