Godos emigrando, Ćvariste Vital Luminais |
Gala Placidia |
No se sabe con seguridad el aƱo de nacimiento de Aelia Galla Placidia aunque sĆ el lugar. Fue en Constantinopla entre el 388 y el 393 en plena decadencia del Imperio Romano. Era hija del emperador de origen hispano Teodosio y su segunda esposa, Gala. Dicen que era guapa. Mosaicos hay que asĆ lo demuestran. Tampoco faltan narraciones que la describen con cuerpo exuberante y hasta algo precoz con amantes desde muy jovencita, de genio vivo, atrevida y valiente. Y muy inteligente. De todo esto, mĆ”s novelesco que real, solo se ha podido demostrar lo Ćŗltimo. Gala Placidia viviĆ³ situaciones al lĆmite durante sus aƱos de secuestro y tuvo que demostrar una gran valentĆa. Y tampoco le faltĆ³ inteligencia al llegar a lo mĆ”s alto, lugar donde muy pocas mujeres solĆan llegar. Al morir Teodosio dejĆ³ el imperio partido en dos. Oriente fue entregado a Arcadio y Occidente a Honorio. Gala era hermanastra de ambos y a ella no le correspondiĆ³ nada, sin embargo, el destino le tenĆa reservado ser reina y emperatriz.
Todo empezĆ³ cuando Alarico, rey de los Visigodos, consiguiĆ³ hacer lo que ni siquiera habĆa conseguido el mismĆsimo AnĆbal Barca, conquistar la ciudad de Roma. Gala fue secuestrada por el rey visigodo y a partir de ese dĆa, la vida de esta mujer cambiarĆa radicalmente. Pero, para entender bien esta historia, conviene que sepamos quiĆ©nes eran los godos y de dĆ³nde venĆan. Los godos procedĆan de las tribus bĆ”rbaras asentadas en tierra germĆ”nicas sobre los siglos II y III a.C. La palabra bĆ”rbaro ya sabemos lo que significa hoy en dĆa, pero en aquellos tiempos solo significaba que eran extranjeros. Proviene del griego y querrĆa decir algo asĆ como "balbucear", que no pronuncia bien el idioma. Aquellos extranjeros resultaron ser gente poco civilizada y allĆ” por donde pasaban hacĆan... lo que hoy conocemos como barbaridades. Los romanos, en su expansiĆ³n hacia el norte de Europa los conocĆan bien y los habĆan combatido muchas veces; ahora eran ellos, los bĆ”rbaros los que bajaban. Pero, ¿de dĆ³nde procedĆan exactamente cada una de estas tribus y por quĆ© bajaron al sur?
El origen
Las tribus bĆ”rbaras provenĆan de Escandinavia y se cree que los llamados Godos procedĆan casi con toda seguridad de la isla sueca de Gotland. De allĆ saldrĆan en el aƱo 50 a.C. Podemos imaginarnos el gĆ©lido paisaje de la isla donde sus pobladores se afanaban en buscar tierras mĆ”s cĆ”lidas y fĆ©rtiles. Y una vez que pisaron el continente, su vida no iba a ser nada fĆ”cil. Su deambular de un lado a otro no fue un camino de rosas. Muchas luchas tuvieron con las diferentes tribus que encontraban como VĆ”ndalos o Rugios, y echados y perseguidos fueron de muchos lugares donde intentaron asentarse. Al final, terminaron dividiĆ©ndose en dos grande grupos. Los Godos de Oriente (Ostrogodos) y los de Occidente (Visigodos), que son los que a nosotros nos ocupan ahora. Los Ostrogodos se asentaron en tierras Ucranianas y los Visogodos ocuparon Besarabia, Moldavia y Transilvania, y en el siglo III iban a tener sus primeros encuentros con los romanos. Los Visigodos, como todo pueblo, estaban compuestos por clanes o grupos. Uno de estos grupos era el de los Baltingos, descendientes de un gran jefe llamado Baltha.
Y fue en este grupo, mientras se encontrabanen la isla de Perice en el delta del rĆo Danubio, donde en el aƱo 370 naciĆ³ Alarico. Dicen que al crecer se convirtiĆ³ en un hombretĆ³n alto y musculoso de cabellera y barba rubias y trenzadas. Hay crĆ³nicas que al describirlo parece que estuvieran describiendo al dios Thor. A su corpulencia se uniĆ³ tambiĆ©n la valentĆa y energĆa suficientes para convertirse en caudillo de los Visigodos. Pero para eso faltan muchos aƱos todavĆa, en estos aƱos en que su madre lo daba a luz, su pueblo estaba teniendo serios enfrentamientos con Roma. El motivo hay que buscarlo en que los Visigodos se encontraban entre dos fuegos. Por el norte eran constantemente hostigados por los Hunos, por el sur pronto encontraron a los Romanos.
El emperador Aureliano quiso acabar con las hostilidades y finalmente les deja instalarse en las tierras de Misia, Tracia y Dacia. AllĆ comienzan a echar raĆces y pasan de ser guerreros a agricultores y ganaderos. Comienzan a estrechar lazos con Roma, y en el aƱo 332 sellan un pacto con el emperador Constantino concediĆ©ndosele a los Godos la condiciĆ³n de federados de Roma a cambio de defender esos territorios y hacer de barrera contra las invasiones de las demĆ”s tribus bĆ”rbaras. No era mal negocio ni para unos ni para los otros. En el siglo IV los Visigodos se hacen cristianos. En ello tuvo mucho que ver Ulfilas, un obispo tambiĆ©n godo que se enfrascĆ³ en una ardua tarea, nada menos que traducir la Biblia a su lengua natal. Por lo tanto, Alarico ya naciĆ³ en una familia cristiana. En el aƱo 395 el Imperio Romano es un barco que hace aguas y en ese mismo aƱo ocurren dos cosas transcendentales para la historia de la humanidad, nace Atila, rey de los Hunos y Alarico es proclamado rey de los Visigodos. Gala Placidia era todavĆa una niƱa de unos 5 aƱos.
Alarico
En el aƱo 394, unos meses antes de que Alarico fuera proclamado rey las relaciones entre visigodos y romanos eran buenas. Pero eso estaba a punto de cambiar y un gran conflicto iba a zarandear los cimientos del ya de por sĆ debilitado imperio. Mucho mĆ”s de lo que ya lo fueran siendo Alarico todavĆa un niƱo. Los Visigodos tenĆan el status de federados a Roma, pero Roma no los trataba como algo suyo. Las humillaciones eran constantes y los acuerdos se incumplĆan con demasiada frecuencia. Los Visigodos estaban instalados en sus fronteras para proteger a Roma nada mĆ”s. Y Roma creĆa que dejĆ”ndolos ocupar el territorio ya les hacĆan un enorme favor. Los Visigodos se levantaron en pie de guerra y enseƱaron los dientes. El emperador Valente los subestimĆ³ y creyĆ³ que en una simple embestida los pondrĆa de nuevo en su sitio. Gran error. El 9 de agosto del aƱo 378, Roma sufrirĆa una derrota descomunal en la que el mismo emperador perdiĆ³ la vida. Fue la cĆ©lebre batalla de AdrianĆ”polis. Nada comparado con lo que ahora se les venĆa encima.
Teodosio, el padre de Gala Placidia, habĆa firmado un nuevo pacto con ellos en el aƱo 382. Alarico tenĆa todavĆa 12 aƱos. En ese pacto Teodosio devolvĆa a los Visigodos el status de federados de Roma y se les eximĆa ademĆ”s de pagar impuestos. Con ese acuerdo se creĆ³ un clima excelente y ademĆ”s las fronteras de Roma seguĆan seguras. Mejor aĆŗn llegarĆan a ser en el aƱo 394, cuando Alarico ya era un gran guerrero y Teodosio les pidiĆ³ ayuda. ¿QuĆ© le ocurrĆa a Teodosio? Que un usurpador le arrebatĆ³ el trono. Se trataba de Eugenio, que ademĆ”s era un pagano, todo lo contrario que Teodosio, que era un ferviente catĆ³lico. El 6 de septiembre de ese aƱo visigodos y romanos derrotaban a las tropas de Eugenio y Roma quedaba una vez mĆ”s reunificada. Las relaciones entre unos y otros estaban mejor que nunca. Pero meses mĆ”s tarde muere Teodosio. Sus hijos Honorio y Arcadio heredan, el primero la parte occidental y el segundo la oriental. El imperio vuelve a dividirse.
El conflicto estallĆ³ cuando Honorio se negĆ³ a pagar a los Visigodos la cantidad que se les habĆa prometido por prestar sus servicios al difunto Teodosio. Los hijos no estaban, evidentemente, a la altura de lo que fue su padre. Los Visigodos se levantan de nuevo en pie de guerra y fue entonces cuando pidieron tener, no un jefe ni un caudillo, sino un rey. Su rey serĆa Alarico I.
EstilicĆ³n, el valiente general bĆ”rbaro
“Los guardias de la puerta miraron de reojo, pero Placidia sabĆa que se fijaban en sus pechos mal disimulados y en las curvas de la cadera. TambiĆ©n sabĆa que en cuanto pasara junto a ellos se darĆan la vuelta con disimulo para mirarle desde atrĆ”s aquella parte por debajo de la cintura que tanto gustaba a los hombres. SonriĆ³.”
EstilicĆ³n, el valiente general bĆ”rbaro
“Los guardias de la puerta miraron de reojo, pero Placidia sabĆa que se fijaban en sus pechos mal disimulados y en las curvas de la cadera. TambiĆ©n sabĆa que en cuanto pasara junto a ellos se darĆan la vuelta con disimulo para mirarle desde atrĆ”s aquella parte por debajo de la cintura que tanto gustaba a los hombres. SonriĆ³.”
Reina de los BƔrbaros - Rufino FernƔndez
Si los hijos de Teodosio no cumplĆan con lo que su padre les habĆa prometido, ellos, los Visigodos, se lo harĆan pagar con creces. Alarico montĆ³ en cĆ³lera y cruzĆ³ con su ejĆ©rcito Macedonia y Tracia por las TermĆ³pilas, aquellas TermĆ³pilas que se hicieron famosas gracias a LeĆ³nidas y sus espartanos. Incendiaron pueblos y cautivaron esclavos. Atenas fue humillada y obligada a pagar un alto rescate para no ser atacada. No se salvaron sin embargo Corinto y Esparta, entre otras muchas que sufrieron la ira de los Visigodos.
Era corriente en aquella Ć©poca encontrar tropas de mercenarios bĆ”rbaros entre los ejĆ©rcitos romanos, que con el tiempo llegaron a ser hasta generales. EstilicĆ³n era el mejor general entre los romanos y era de padre vĆ”ndalo y madre romana. Y como medio bĆ”rbaro que era, llegĆ³ a admirar la valentĆa y osadĆa de Alarico. EstilicĆ³n esperĆ³ a Alarico en Constantinopla, el lugar donde Ć©l habĆa previsto que atacarĆa, la parte occidental gobernada por Arcadio. La energĆa y la rabia del joven rey Visigodo no pudo contra la experiencia del general, que le hizo retroceder. Arcadio, para no tener que enfrentarse mĆ”s a ellos, le ofreciĆ³ a Alarico las tierra de Iliria. AsĆ fue como la paz entre godos y romanos se firmĆ³ una vez mĆ”s. Alarico, a su manera, se habĆa salido con la suya, pero no estaba del todo conforme, y en cuanto pudo recuperarse del descalabro qu ele habĆa propiciado estilicĆ³n, se lanzĆ³ de nuevo contra los romanos.
Era el otoƱo del aƱo 400. EstilicĆ³n, al servicio de Honorio se encontraba luchando contra Arcadio, el hermano de Ć©ste, que se habĆa propuesto reunificar de nuevo oriente y occidente. Era el momento propicio para irrumpir en la penĆnsula ItĆ”lica. MĆ”s de un aƱo durĆ³ la campaƱa de masacre y terror visigoda. Al comienzo de 402 EstilicĆ³n estĆ” de nuevo disponible y se lanza en persecuciĆ³n de los godos, y el 19 de marzo se enfrenta de nuevo a ellos en Pollentia, norte de Italia. Alarico es derrotado de nuevo, aĆŗn asĆ pudo escapar con los restos de su ejĆ©rcito vadeando el rĆo Po. Pero EstilicĆ³n, perro viejo, no estaba dispuesto a dejarlo escapar esta vez y emprendiĆ³ su persecuciĆ³n hasta darles caza en Verona; allĆ les venciĆ³ de nuevo. EstilicĆ³n no quiso matar a Alarico, pero quiso darle un escarmiento. Le hizo pagar una cuantiosa suma antes de que se marchara para no volver nunca mĆ”s a pisar tierras itĆ”licas. Fue una humillaciĆ³n para Alarico y una gran alegrĆa para los habitantes italianos que durante aƱo y medio habĆan tenido que soportar el terror bĆ”rbaro. Tan contentos estaban, que levantaron un arco de triunfo.
Cercanos al aƱo 408 Honorio decide emprender una oleada definitiva sobre su hermano Arcadio, y para ello le propone a EstilicĆ³n que, ya que se lleva tan bien con Alarico, le pida ayuda. A cambio de una buena recompensa, claro estĆ”. A EstilicĆ³n no le parece mal la idea y convence a Alarico para que se una a Ć©l. Tan apasionante aventura mueve a Alarcio a buscar a su vez apoyos entre otros pueblos bĆ”rbaros, consiguiendo reunir un imponente ejĆ©rcito. HabrĆa oro para todos, pues los romanos les habĆan prometido nada menos que 1800 kilos. Todo estĆ” preparado, y sin embargo, de pronto, todo se tuerce. Arcadio muere y ya no habrĆ” campaƱa militar. Tanto preparativo habĆa tenido un elevado coste y Alarico habĆa empeƱado su palabra ante otros jefes bĆ”rbaros, asĆ que Honorio tendrĆa que pagar lo acordado hubiera campaƱa o no, y asĆ se lo exigiĆ³ a Honorio. El emperador dudĆ³, pero EstilicĆ³n, que tambiĆ©n habĆa empeƱado su palabra con el godo le sugiriĆ³ que pagase lo acordado. Por otra parte, sabĆa cĆ³mo se las gastaba Alarico y que volverĆa a hacer de las suyas si no cumplĆa. Honorio aceptĆ³ de mala gana. O eso fue lo que dijo, porque no pagĆ³ y mandĆ³ ejecutar a EstilicĆ³n, acusado de estar confabulado con Alarico. Honorio cometiĆ³ los dos mayores errores de su vida. El primero fue quedarse sin su mejor general, el Ćŗnico capaz de vencer a Alarico, y el segundo fue enfurecer de nuevo al godo.
La ejecuciĆ³n de EstilicĆ³n se llevĆ³ a cabo de la forma mĆ”s cobarde, mediante engaƱo, dĆ”ndole muerte frente a una iglesia romana. Pero la torpeza de Honorio traerĆa otra consecuencia que Ć©l no habĆa previsto. Nada menos que 30.000 hombres que habĆan estado bajo el mando del general asesinado avisan inmediatamente a Alarico, que acude a su llamada invadiendo de nuevo Italia. Roma capital es sitiada, y esta vez EstilicĆ³n no estĆ” para frenarlo, muy al contrario, su antiguo ejĆ©rcito estĆ” para apoyarlo. Las exigencias de Alarico son 5.000 libras de oro y 30.000 libras de plata. Los asustados habitantes de Roma pagan y Alarico se retira para dirigirse a RĆ”vena, la capital administrativa, donde se encontraba Honorio. Intenta negociar la concesiĆ³n de las fĆ©rtiles tierras entre el Danuvio y Venecia. Pero Honorio no escarmienta y nuevamente subestima a los godos. Alarico vuelve sobre sus pasos, esta vez mĆ”s enojado que nunca. Roma va a pagar muy caro sus desprecios.
El final de los tiempos
“Ella avanza por un desfiladero oscuro y de paredes tan altas que se clavan en las nubes. Camina desnuda y temerosa. De pronto parece que los muros se le echan encima y corre en busca de una salida que no llega nunca. Jadea y quiere recuperar el resuello, pero un chillido espeluznante le hace mirar hacia arriba y descubre el ser monstruoso que vuela sobre ella en cĆrculos cada vez mĆ”s bajos. Y cuando planea el Ćŗltimo cĆrculo por encima de ella, justo antes de que le alcancen sus garras… Gala Placidia despertĆ³ angustiada y se incorporĆ³ en el lecho muerta de terror. NotĆ³ un vacĆo en el estĆ³mago y sintiĆ³ el corazĆ³n agitado, latiĆ©ndole a sacudidas violentas que le cortaban la respiraciĆ³n. MoviĆ³ las piernas bajo la sĆ”bana y advirtiĆ³ que la camisa larga de dormir se le enganchaba al cuerpo y reparĆ³ en que tenĆa la tela y la piel empapadas de sudor. La habitaciĆ³n estaba a oscuras. Por un instante pensĆ³ si el sueƱo no habĆa sido tal sueƱo.”
Era corriente en aquella Ć©poca encontrar tropas de mercenarios bĆ”rbaros entre los ejĆ©rcitos romanos, que con el tiempo llegaron a ser hasta generales. EstilicĆ³n era el mejor general entre los romanos y era de padre vĆ”ndalo y madre romana. Y como medio bĆ”rbaro que era, llegĆ³ a admirar la valentĆa y osadĆa de Alarico. EstilicĆ³n esperĆ³ a Alarico en Constantinopla, el lugar donde Ć©l habĆa previsto que atacarĆa, la parte occidental gobernada por Arcadio. La energĆa y la rabia del joven rey Visigodo no pudo contra la experiencia del general, que le hizo retroceder. Arcadio, para no tener que enfrentarse mĆ”s a ellos, le ofreciĆ³ a Alarico las tierra de Iliria. AsĆ fue como la paz entre godos y romanos se firmĆ³ una vez mĆ”s. Alarico, a su manera, se habĆa salido con la suya, pero no estaba del todo conforme, y en cuanto pudo recuperarse del descalabro qu ele habĆa propiciado estilicĆ³n, se lanzĆ³ de nuevo contra los romanos.
Era el otoƱo del aƱo 400. EstilicĆ³n, al servicio de Honorio se encontraba luchando contra Arcadio, el hermano de Ć©ste, que se habĆa propuesto reunificar de nuevo oriente y occidente. Era el momento propicio para irrumpir en la penĆnsula ItĆ”lica. MĆ”s de un aƱo durĆ³ la campaƱa de masacre y terror visigoda. Al comienzo de 402 EstilicĆ³n estĆ” de nuevo disponible y se lanza en persecuciĆ³n de los godos, y el 19 de marzo se enfrenta de nuevo a ellos en Pollentia, norte de Italia. Alarico es derrotado de nuevo, aĆŗn asĆ pudo escapar con los restos de su ejĆ©rcito vadeando el rĆo Po. Pero EstilicĆ³n, perro viejo, no estaba dispuesto a dejarlo escapar esta vez y emprendiĆ³ su persecuciĆ³n hasta darles caza en Verona; allĆ les venciĆ³ de nuevo. EstilicĆ³n no quiso matar a Alarico, pero quiso darle un escarmiento. Le hizo pagar una cuantiosa suma antes de que se marchara para no volver nunca mĆ”s a pisar tierras itĆ”licas. Fue una humillaciĆ³n para Alarico y una gran alegrĆa para los habitantes italianos que durante aƱo y medio habĆan tenido que soportar el terror bĆ”rbaro. Tan contentos estaban, que levantaron un arco de triunfo.
Cercanos al aƱo 408 Honorio decide emprender una oleada definitiva sobre su hermano Arcadio, y para ello le propone a EstilicĆ³n que, ya que se lleva tan bien con Alarico, le pida ayuda. A cambio de una buena recompensa, claro estĆ”. A EstilicĆ³n no le parece mal la idea y convence a Alarico para que se una a Ć©l. Tan apasionante aventura mueve a Alarcio a buscar a su vez apoyos entre otros pueblos bĆ”rbaros, consiguiendo reunir un imponente ejĆ©rcito. HabrĆa oro para todos, pues los romanos les habĆan prometido nada menos que 1800 kilos. Todo estĆ” preparado, y sin embargo, de pronto, todo se tuerce. Arcadio muere y ya no habrĆ” campaƱa militar. Tanto preparativo habĆa tenido un elevado coste y Alarico habĆa empeƱado su palabra ante otros jefes bĆ”rbaros, asĆ que Honorio tendrĆa que pagar lo acordado hubiera campaƱa o no, y asĆ se lo exigiĆ³ a Honorio. El emperador dudĆ³, pero EstilicĆ³n, que tambiĆ©n habĆa empeƱado su palabra con el godo le sugiriĆ³ que pagase lo acordado. Por otra parte, sabĆa cĆ³mo se las gastaba Alarico y que volverĆa a hacer de las suyas si no cumplĆa. Honorio aceptĆ³ de mala gana. O eso fue lo que dijo, porque no pagĆ³ y mandĆ³ ejecutar a EstilicĆ³n, acusado de estar confabulado con Alarico. Honorio cometiĆ³ los dos mayores errores de su vida. El primero fue quedarse sin su mejor general, el Ćŗnico capaz de vencer a Alarico, y el segundo fue enfurecer de nuevo al godo.
La ejecuciĆ³n de EstilicĆ³n se llevĆ³ a cabo de la forma mĆ”s cobarde, mediante engaƱo, dĆ”ndole muerte frente a una iglesia romana. Pero la torpeza de Honorio traerĆa otra consecuencia que Ć©l no habĆa previsto. Nada menos que 30.000 hombres que habĆan estado bajo el mando del general asesinado avisan inmediatamente a Alarico, que acude a su llamada invadiendo de nuevo Italia. Roma capital es sitiada, y esta vez EstilicĆ³n no estĆ” para frenarlo, muy al contrario, su antiguo ejĆ©rcito estĆ” para apoyarlo. Las exigencias de Alarico son 5.000 libras de oro y 30.000 libras de plata. Los asustados habitantes de Roma pagan y Alarico se retira para dirigirse a RĆ”vena, la capital administrativa, donde se encontraba Honorio. Intenta negociar la concesiĆ³n de las fĆ©rtiles tierras entre el Danuvio y Venecia. Pero Honorio no escarmienta y nuevamente subestima a los godos. Alarico vuelve sobre sus pasos, esta vez mĆ”s enojado que nunca. Roma va a pagar muy caro sus desprecios.
El final de los tiempos
“Ella avanza por un desfiladero oscuro y de paredes tan altas que se clavan en las nubes. Camina desnuda y temerosa. De pronto parece que los muros se le echan encima y corre en busca de una salida que no llega nunca. Jadea y quiere recuperar el resuello, pero un chillido espeluznante le hace mirar hacia arriba y descubre el ser monstruoso que vuela sobre ella en cĆrculos cada vez mĆ”s bajos. Y cuando planea el Ćŗltimo cĆrculo por encima de ella, justo antes de que le alcancen sus garras… Gala Placidia despertĆ³ angustiada y se incorporĆ³ en el lecho muerta de terror. NotĆ³ un vacĆo en el estĆ³mago y sintiĆ³ el corazĆ³n agitado, latiĆ©ndole a sacudidas violentas que le cortaban la respiraciĆ³n. MoviĆ³ las piernas bajo la sĆ”bana y advirtiĆ³ que la camisa larga de dormir se le enganchaba al cuerpo y reparĆ³ en que tenĆa la tela y la piel empapadas de sudor. La habitaciĆ³n estaba a oscuras. Por un instante pensĆ³ si el sueƱo no habĆa sido tal sueƱo.”
Reina de los BƔrbaros - Rufino FernƔndez.
En el aƱo 410 Roma se encontraba sitiada de nuevo. Los godos pretendĆan rendir la ciudad por hambre. Pero se dio la circunstancia de que el hambre se dejĆ³ sentir antes fuera que dentro. Y entonces Alarico dio orden de entrar. Era el 24 de agosto. Al noroeste de la ciudad habĆa una puerta llamada Salaria, y una vez derribada los godos entraron en tromba. Alarico, que era un amante del arte y la belleza, ademĆ”s de buen cristiano, solo puso una restricciĆ³n a sus hombres, respetar los templos cristianos y demĆ”s monumentos emblemĆ”ticos de la ciudad. Todo lo demĆ”s podĆa ser saqueado. A pesar de todo, quizĆ”s lleven razĆ³n, los que dicen que los visigodos eran los mĆ”s civilizados entre los pueblos bĆ”rbaros.
Durante seis dĆas la ciudad eterna sufriĆ³ el saqueo y el asesinato de los bĆ”rbaros y muchos fueron los que llegaron a pensar que aquello significaba el fin del mundo, el ArmagedĆ³n. Porque muchos eran los que asociaban la caĆda de Roma con el fin de los tiempos. Y esta creencia popular serĆa sin duda la que influirĆa en el propio Alarico, que llegĆ³ a pensar que el demonio le empujaba a invadir y a castigar a Roma. Su pesadilla habĆa sido una premoniciĆ³n –pensaba Gala Placidia. Los bĆ”rbaros, lejos de desistir en su empeƱo de rendir la ciudad, habĆan entrado aquel mismo dĆa. Los guardias de su lujosa casa no podrĆan hacer nada por detenerlos. ¿QuĆ© hacer, por dĆ³nde huir? QuizĆ”s su vieja aya tendrĆa alguna idea. Era la Ćŗnica en quien podĆa confiar, a la que siempre acudĆa cuando tenĆa problemas. Pero aquel no era un simple problema de niƱa adolescente. Aquello era una cuestiĆ³n de vida o muerte. Y la muerte se apareciĆ³ de repente acabando con todos los guardias. Los bĆ”rbaros estaban dentro, no habĆa escapatoria posible.
La puerta se abriĆ³ tan bruscamente, que mĆ”s que romperse parecĆa haber estallado. Un grito espantoso saliĆ³ de la garganta de cada una de las mujeres que abrazadas se acurrucaban en la cama. Quiso la fortuna que entre aquellos bĆ”rbaros que invadieron la casa de Gala Placidia se encontrara AtaĆŗlfo, cuƱado de Alarico, que ordenĆ³ de inmediato que nadie osara tocarle un pelo a aquella chiquilla, ni tampoco a la que parecĆa ser su niƱera. AtaĆŗlfo mandĆ³ despejar la alcoba dejando solo a dos hombres con Ć©l. Se acercĆ³ a la cama mientras ambas mujeres gimoteaban. Les hablĆ³ con calma y les prometiĆ³ que estarĆan seguras. La mĆ”s joven parecĆa tener unos 20 aƱos y cuando le preguntĆ³ su nombre, les pidiĆ³ que lo acompaƱaran. Aquellas mujeres debĆan ser llevadas a presencia de Alarico. A Alarico poco le importaba si era la hermanastra de Honorio, pero AtaĆŗlfo le insistiĆ³ para retenerla como rehĆ©n. PodĆa servirles como moneda de cambio llegado el caso. Alarico aceptĆ³, siempre que fuera Ć©l, el que se hiciera cargo de la muchacha. Era exactamente lo que AtaĆŗlfo deseaba.
“Ataulfo mirĆ³ los ojos de Placidia, almendrados, oscuros como azabache y no supo quĆ© decir. Placidia aguantĆ³ la mirada intensa del hombre. Incluso se recreĆ³ en observar sus facciones. Los cabellos largos, castaƱos y claros, recogidos en una coleta corta, dejaban despejado su semblante tostado y de formas angulosas, con una nariz proporcionada a las medidas del rostro. Los ojos verdes resaltaban bajo las cejas bien recortadas. MĆ”s abajo, los labios abultados aparecĆan ligeramente humedecidos y brillantes. Luego se fijĆ³ en la altura, que sobrepasaba en una cabeza la suya.”
Reina de los BĆ”rbaros – Rufino FernĆ”ndez.
Roma era devorada por las llamas. Alarico era en aquel momento el hombre mĆ”s poderoso del continente. A lo largo de seis dĆas, la ciudad habĆa sido saqueada por completo. Una larga hilera de carros iba desfilando por delante del rey visigodo, mostrando cuantos tesoros habĆan reunido. Oro, plata, telas, joyas, y los tesoros que los romanos habĆan sustraĆdo en su dĆa de JerusalĆ©n, como el candelabro de oro judĆo de siete brazos o la mesa, tambiĆ©n de oro, del rey SalomĆ³n. Los Visigodos estaban tan eufĆ³ricos, que quisieron sentar a su rey en el trono de Roma, Ć©l era ahora el emperador. Pero Alarico, mĆ”s prudente, les hizo poner los pies en el suelo: —Roma es una ratonera. Lo ha sido para ellos y lo serĆa para nosotros. El poder no estĆ” en Ć©sta ciudad.
En efecto, habĆan comido y bebido cuanto quisieron en los seis dĆas que durĆ³ el asalto. Pero, ¿por cuĆ”nto tiempo podrĆan seguir haciĆ©ndolo? ¿QuiĆ©n les harĆa llegar las provisiones una vez vacĆas las despensas de la ciudad? AdemĆ”s, para asegurar el poder, hacĆan falta mĆ”s ejĆ©rcitos. Con los tesoros conseguidos podrĆan pagarlos, pero la gran despensa de Roma estaba en Ćfrica. AllĆ estaba el granero, pero seguĆa estando controlado por los romanos. Claro que, eso podĆa cambiar. Alarico comenzĆ³ a hacer planes y llamĆ³ a AtaĆŗlfo: nos vamos a Ćfrica. Todos pensaban que su prĆ³ximo objetivo serĆa RĆ”vena, en busca de la cabeza de Honorio. Pero Alarico tenĆa claro que vencer por completo a Roma pasaba por controlar el norte de Ćfrica y el grano que de allĆ subĆa. El plan era ir hacia el sur y pasar a Sicilia, donde embarcarĆan en una gran flota que los llevarĆa hasta las provincias africanas. Por el camino, el gran ejĆ©rcito irĆa arrasando cuantas ciudades y pueblos encontraran, y de esta forma ir aumentando el grandioso tesoro que ya acumulaban. Y mientras tanto, los que se habĆan adelantado iban haciendo los preparativos, para cuando llegara Alarico, la flota debĆa estar preparada. Pero no todo se iba a mostrar a favor de los bĆ”rbaros a partir de ahora.
Una vez llegaron a la ciudad de Cosenza sitiaron la ciudad, el tiempo comenzĆ³ a empeorar al tiempo que Alarico se sintiĆ³ enfermo. En cama y con fiebre le llegĆ³ la fatal noticia de que la flota que debĆa llevarlos a Ćfrica habĆa quedado seriamente daƱada debido a un gran temporal que azotaba las costas. Todo se torcĆa de momento. HabrĆa que esperar al buen tiempo para reparar los barcos. Pero Alarico no llegarĆa a verlo y morĆa a causa de malaria. TenĆa 40 aƱos reciĆ©n cumplidos.
Sobre la muerte de Alarico se barajan tres teorĆas. Unos cuentan que no muriĆ³, sino que viĆ©ndose enfermo y desvalido fingiĆ³ su muerte para que los romanos no intentaran tomar la revancha sobre su pueblo. Otros cuentan que muriĆ³ en alta mar, camino de Ćfrica y sorprendidos por una gran tempestad. Pero la leyenda mĆ”s llamativa es aquella que cuenta que una vez muerto, para que su tumba no fuera profanada jamĆ”s, fue enterrado en el lecho del rĆo Busento. Para ello hubo que desviar el curso del rĆo empleando gran cantidad de esclavos, una vez seco el lecho se cavĆ³ la tumba que fue inundada devolviendo el rĆo de nuevo a su cauce. Y para que los esclavos no revelaran el lugar, fueron todos ellos muertos una vez acabado el trabajo. Sea como fuere, Alarico I se pierde en la historia dejando paso a un nuevo rey: AtaĆŗlfo.
AtaĆŗlfo
Era el 411 cuando llegĆ³ AtaĆŗlfo a reforzar las tropas del general Constancio. Este general ya habĆa hecho un buen trabajo derrotando y ejecutando al usurpador Costantino, que se habĆa proclamado emperador de Brinatia. El resto del ejĆ©rcito se habĆa retirado a la provincia hispana Tarraconense. Por la Galia se movĆa tambiĆ©n un tal Jovino, otro usurpador, ayudado por un visigodo llamado Saro, enemigo de la tribu Baltinga. Recordemos a quĆ© tribu pertenecĆa Alarico y pertenece ahora AtaĆŗlfo, a esa misma tribu. Pero parece ser que AtaĆŗlfo tampoco tuvo muchos problemas para vencerlos y matar a Saro. Ahora muchos de los seguidores de Saro se unen a AtaĆŗlfo, pero atenciĆ³n, entre estos bĆ”rbaros que ahora le son fieles estĆ” el hermano de Saro, Sigerico, que ha prometido vengar la muerte de su hermano.
-¡Quiero la cabeza de ese bĆ”rbaro mal nacido! –fue la orden de Honorio nada mĆ”s recibir la noticia de la boda.
-¡Ya era hora! –debiĆ³ pensar Constancio, que saliĆ³ disparado en busca de AtaĆŗlfo, echando espuma por la boca.
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Durante seis dĆas la ciudad eterna sufriĆ³ el saqueo y el asesinato de los bĆ”rbaros y muchos fueron los que llegaron a pensar que aquello significaba el fin del mundo, el ArmagedĆ³n. Porque muchos eran los que asociaban la caĆda de Roma con el fin de los tiempos. Y esta creencia popular serĆa sin duda la que influirĆa en el propio Alarico, que llegĆ³ a pensar que el demonio le empujaba a invadir y a castigar a Roma. Su pesadilla habĆa sido una premoniciĆ³n –pensaba Gala Placidia. Los bĆ”rbaros, lejos de desistir en su empeƱo de rendir la ciudad, habĆan entrado aquel mismo dĆa. Los guardias de su lujosa casa no podrĆan hacer nada por detenerlos. ¿QuĆ© hacer, por dĆ³nde huir? QuizĆ”s su vieja aya tendrĆa alguna idea. Era la Ćŗnica en quien podĆa confiar, a la que siempre acudĆa cuando tenĆa problemas. Pero aquel no era un simple problema de niƱa adolescente. Aquello era una cuestiĆ³n de vida o muerte. Y la muerte se apareciĆ³ de repente acabando con todos los guardias. Los bĆ”rbaros estaban dentro, no habĆa escapatoria posible.
La puerta se abriĆ³ tan bruscamente, que mĆ”s que romperse parecĆa haber estallado. Un grito espantoso saliĆ³ de la garganta de cada una de las mujeres que abrazadas se acurrucaban en la cama. Quiso la fortuna que entre aquellos bĆ”rbaros que invadieron la casa de Gala Placidia se encontrara AtaĆŗlfo, cuƱado de Alarico, que ordenĆ³ de inmediato que nadie osara tocarle un pelo a aquella chiquilla, ni tampoco a la que parecĆa ser su niƱera. AtaĆŗlfo mandĆ³ despejar la alcoba dejando solo a dos hombres con Ć©l. Se acercĆ³ a la cama mientras ambas mujeres gimoteaban. Les hablĆ³ con calma y les prometiĆ³ que estarĆan seguras. La mĆ”s joven parecĆa tener unos 20 aƱos y cuando le preguntĆ³ su nombre, les pidiĆ³ que lo acompaƱaran. Aquellas mujeres debĆan ser llevadas a presencia de Alarico. A Alarico poco le importaba si era la hermanastra de Honorio, pero AtaĆŗlfo le insistiĆ³ para retenerla como rehĆ©n. PodĆa servirles como moneda de cambio llegado el caso. Alarico aceptĆ³, siempre que fuera Ć©l, el que se hiciera cargo de la muchacha. Era exactamente lo que AtaĆŗlfo deseaba.
“Ataulfo mirĆ³ los ojos de Placidia, almendrados, oscuros como azabache y no supo quĆ© decir. Placidia aguantĆ³ la mirada intensa del hombre. Incluso se recreĆ³ en observar sus facciones. Los cabellos largos, castaƱos y claros, recogidos en una coleta corta, dejaban despejado su semblante tostado y de formas angulosas, con una nariz proporcionada a las medidas del rostro. Los ojos verdes resaltaban bajo las cejas bien recortadas. MĆ”s abajo, los labios abultados aparecĆan ligeramente humedecidos y brillantes. Luego se fijĆ³ en la altura, que sobrepasaba en una cabeza la suya.”
Reina de los BĆ”rbaros – Rufino FernĆ”ndez.
Roma era devorada por las llamas. Alarico era en aquel momento el hombre mĆ”s poderoso del continente. A lo largo de seis dĆas, la ciudad habĆa sido saqueada por completo. Una larga hilera de carros iba desfilando por delante del rey visigodo, mostrando cuantos tesoros habĆan reunido. Oro, plata, telas, joyas, y los tesoros que los romanos habĆan sustraĆdo en su dĆa de JerusalĆ©n, como el candelabro de oro judĆo de siete brazos o la mesa, tambiĆ©n de oro, del rey SalomĆ³n. Los Visigodos estaban tan eufĆ³ricos, que quisieron sentar a su rey en el trono de Roma, Ć©l era ahora el emperador. Pero Alarico, mĆ”s prudente, les hizo poner los pies en el suelo: —Roma es una ratonera. Lo ha sido para ellos y lo serĆa para nosotros. El poder no estĆ” en Ć©sta ciudad.
En efecto, habĆan comido y bebido cuanto quisieron en los seis dĆas que durĆ³ el asalto. Pero, ¿por cuĆ”nto tiempo podrĆan seguir haciĆ©ndolo? ¿QuiĆ©n les harĆa llegar las provisiones una vez vacĆas las despensas de la ciudad? AdemĆ”s, para asegurar el poder, hacĆan falta mĆ”s ejĆ©rcitos. Con los tesoros conseguidos podrĆan pagarlos, pero la gran despensa de Roma estaba en Ćfrica. AllĆ estaba el granero, pero seguĆa estando controlado por los romanos. Claro que, eso podĆa cambiar. Alarico comenzĆ³ a hacer planes y llamĆ³ a AtaĆŗlfo: nos vamos a Ćfrica. Todos pensaban que su prĆ³ximo objetivo serĆa RĆ”vena, en busca de la cabeza de Honorio. Pero Alarico tenĆa claro que vencer por completo a Roma pasaba por controlar el norte de Ćfrica y el grano que de allĆ subĆa. El plan era ir hacia el sur y pasar a Sicilia, donde embarcarĆan en una gran flota que los llevarĆa hasta las provincias africanas. Por el camino, el gran ejĆ©rcito irĆa arrasando cuantas ciudades y pueblos encontraran, y de esta forma ir aumentando el grandioso tesoro que ya acumulaban. Y mientras tanto, los que se habĆan adelantado iban haciendo los preparativos, para cuando llegara Alarico, la flota debĆa estar preparada. Pero no todo se iba a mostrar a favor de los bĆ”rbaros a partir de ahora.
Una vez llegaron a la ciudad de Cosenza sitiaron la ciudad, el tiempo comenzĆ³ a empeorar al tiempo que Alarico se sintiĆ³ enfermo. En cama y con fiebre le llegĆ³ la fatal noticia de que la flota que debĆa llevarlos a Ćfrica habĆa quedado seriamente daƱada debido a un gran temporal que azotaba las costas. Todo se torcĆa de momento. HabrĆa que esperar al buen tiempo para reparar los barcos. Pero Alarico no llegarĆa a verlo y morĆa a causa de malaria. TenĆa 40 aƱos reciĆ©n cumplidos.
Sobre la muerte de Alarico se barajan tres teorĆas. Unos cuentan que no muriĆ³, sino que viĆ©ndose enfermo y desvalido fingiĆ³ su muerte para que los romanos no intentaran tomar la revancha sobre su pueblo. Otros cuentan que muriĆ³ en alta mar, camino de Ćfrica y sorprendidos por una gran tempestad. Pero la leyenda mĆ”s llamativa es aquella que cuenta que una vez muerto, para que su tumba no fuera profanada jamĆ”s, fue enterrado en el lecho del rĆo Busento. Para ello hubo que desviar el curso del rĆo empleando gran cantidad de esclavos, una vez seco el lecho se cavĆ³ la tumba que fue inundada devolviendo el rĆo de nuevo a su cauce. Y para que los esclavos no revelaran el lugar, fueron todos ellos muertos una vez acabado el trabajo. Sea como fuere, Alarico I se pierde en la historia dejando paso a un nuevo rey: AtaĆŗlfo.
AtaĆŗlfo
En el norte de Italia los romanos reorganizan sus tropas para pararles los pies a los godos. Sin embargo las cosas andaban revueltas en Britania y las Galias, donde surgĆan usurpadores de debajo de las piedras. Por su parte, AtaĆŗlfo habĆa desistido de la idea de saltar a Ćfrica. Muchos eran los que le presionaban para que siguiera con los sueƱos de Alarico, pero Ć©l se negĆ³. HabĆan devastado, no solo Roma, sino gran parte del paĆs y habĆan obtenido un gran tesoro. Lo mejor para su pueblo era administrar sabiamente todo lo que habĆan conseguido y no lanzarse a una loca aventura con un final incierto. Ya habĆan demostrado a los romanos de lo que eran capaces, ahora los romanos tendrĆan que tenerles respeto. Por eso, cuando Honorio le propuso negociar, AtaĆŗlfo no se lo pensĆ³, negociarĆa. El trato era trasladarse y establecerse en el sur de las Galias como pueblo federado, y allĆ ayudar al general Constancio a limpiar la regiĆ³n de insurrectos. Los suministros y vĆveres para su gente estaban garantizados. No era mal trato. ¿Y quĆ© hay de Gala Placidia?
¿Su hermanastro no la reclamĆ³? Seguramente sĆ, y es de suponer que AtaĆŗlfo se negĆ³ a entregarla con la excusa de retenerla hasta que Honorio cumpliera con lo acordado, aunque nada de esto ha quedado escrito. Solo mĆ”s adelante sabremos que Honorio reclamĆ³ una y otra vez la devoluciĆ³n de Placidia, a la que habĆa comprometido con…
¿Su hermanastro no la reclamĆ³? Seguramente sĆ, y es de suponer que AtaĆŗlfo se negĆ³ a entregarla con la excusa de retenerla hasta que Honorio cumpliera con lo acordado, aunque nada de esto ha quedado escrito. Solo mĆ”s adelante sabremos que Honorio reclamĆ³ una y otra vez la devoluciĆ³n de Placidia, a la que habĆa comprometido con…
Era el 411 cuando llegĆ³ AtaĆŗlfo a reforzar las tropas del general Constancio. Este general ya habĆa hecho un buen trabajo derrotando y ejecutando al usurpador Costantino, que se habĆa proclamado emperador de Brinatia. El resto del ejĆ©rcito se habĆa retirado a la provincia hispana Tarraconense. Por la Galia se movĆa tambiĆ©n un tal Jovino, otro usurpador, ayudado por un visigodo llamado Saro, enemigo de la tribu Baltinga. Recordemos a quĆ© tribu pertenecĆa Alarico y pertenece ahora AtaĆŗlfo, a esa misma tribu. Pero parece ser que AtaĆŗlfo tampoco tuvo muchos problemas para vencerlos y matar a Saro. Ahora muchos de los seguidores de Saro se unen a AtaĆŗlfo, pero atenciĆ³n, entre estos bĆ”rbaros que ahora le son fieles estĆ” el hermano de Saro, Sigerico, que ha prometido vengar la muerte de su hermano.
Ahora la situaciĆ³n se habĆa estabilizado en las Galias. Era hora pues, de saldar cuentas. No, el emperador Honorio no cumpliĆ³ su trato. No enviĆ³ alimentos ni reconociĆ³ a los Visigodos de la Galia como pueblo federado de Roma, por lo que, AtaĆŗlfo no devolviĆ³ a Placidia, aunque lo mĆ”s probable, es que no la hubiera devuelto en ningĆŗn caso. Placidia y AtaĆŗlfo ya se habĆan casado. Ante la negativa de devolver a Placidia, Honorio montĆ³ en cĆ³lera, porque allĆ, a su lado, tenĆa al general Constancio, esperando que el emperador cumpliera la promesa de entregarle a Placidia si conseguĆa apaciguar las Galias. Constancio instigĆ³ a Honorio a rescatar a su prometida por la fuerza, alegando ademĆ”s, que era una gran ofensa para Roma el hecho de que unos bĆ”rbaros tuvieran a una de sus princesas cautivas desde hacĆa tanto tiempo. Pero Honorio no estaba para sermones, en aquel momento.
Los Visigodos tenĆan hambre. Una vez mĆ”s habĆan sido vĆctimas del engaƱo del falso Honorio. Aunque en esta ocasiĆ³n, no estĆ” muy claro quiĆ©n engaĆ±Ć³ a quiĆ©n. ¿Se negĆ³ Honorio a cumplir su trato porque no le devolvieron a su hermana o fue al revĆ©s? Nadie estĆ” muy seguro de esto. El caso es que el hambre y la necesidad llevĆ³ a AtaĆŗlfo a volver a las andadas, es decir, arrasar ciudades. El oro que guardaban en sus tesoros no se come. Las tierras en las que se asentaban no eran suyas y en todo caso tardarĆan en producir cosechas, y Honorio les bloqueaba el envĆo de alimentos. En su primer enfrentamiento en Marsella salen mal parados y AtaĆŗlfo casi pierde la vida. SĆ tuvieron mĆ”s suerte en Narbona Tolosa y Burdeos. Para finales del 413 el sur de la Galia estĆ” dominado por los Visigodos. Y fue entonces cuando AtaĆŗlfo, ingenuo quizas, decide hacer un gesto de “buena voluntad”, y se casa con Gala Placidia. ¿No se habĆan casado ya? SĆ, eso se cuenta, pero lo hicieron por el rito godo, ahora se casaban segĆŗn las
costumbres romanas y por todo lo alto. La boda tuvo lugar en Narbona. Ahora estaba emparentado con Honorio y eran cuƱados, esto harĆa estrechar lazos entre godos y romanos. Las relaciones tenĆan que ser magnĆficas a partir de ahora.
-¡Quiero la cabeza de ese bĆ”rbaro mal nacido! –fue la orden de Honorio nada mĆ”s recibir la noticia de la boda.
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