La armada invencible 8. La Grande y Felicísima Armada

Un total de 137 barcos, entre los nuevos y los ya existentes, se habían reunido en Lisboa, donde hacían los preparativos y desde donde saldrían hacia el canal de la Mancha. La Grande y Felicísima Armada, así la habían bautizado, se componía de 20 galeones, poderosos barcos de destrucción, pesados y lentos pero casi imbatibles; 35 naos, buques de carga como el de Cristóbal Colón, que posiblemente no era una carabela; 10 carabelas, buques ligeros; 25 urcas, barcos de carga con buena adaptación como buque de guerra, parecidas a las fragatas. 20 pataches, buques muy ligeros y de poco calado. Y también algunas galeras y otros barcos. Visto lo visto, la armada disponía un poco de todo. Barcos pesados y potentes a los que pocos podían hacer frente, barcos ligeros y de buena maniobrabilidad para moverse y prestar ayuda rápida, y barcos de carga donde transportar soldados de asalto. A simple vista una ramada perfecta. ¿Entonces, por qué tanto “estudioso” del tema se empeña en decir que la armada era pesada y que por eso fracasó en su enfrentamiento contra la armada inglesa que era mucho más ligera?
Para empezar, el que la diseñó era el mejor marino y constructor de barcos del mundo y no se puede dar crédito a los que, después de varios siglos, salen creyendo saber más que él. La tecnología actual no se parece en nada a la de entonces, y es por tanto, solo en su época, cuando se entendía cual era el barco adecuado para cada menester. En todo caso, si aquella armada era demasiado pesada, aplicando un poco la lógica se entiende que cuanto más grande, más estabilidad tendría un barco en unas aguas casi siempre turbulentas como las del canal de la Mancha.
Álvaro de Bazán estaba haciendo todos los preparativos cuando murió. Ya habíamos dicho que no era precisamente un muchacho, tenía 72 años y muchas batallas a sus espaldas. Una contrariedad, la primera de ellas, que se le presentó al rey. Dicen que no lo tuvo fácil para encontrar un sustituto y que por eso se apresuró a elegir a Alonso de Guzmán, el duque de Medina Sidonia, un inexperto en temas de marina, según dicen todos. Decir que Alonso de Guzmán era un inexperto es cuando menos aventurado. ¿De verdad un rey como Felipe II, emperador de medio mundo se aventuró a dejar en manos de un inexperto una misión de tales dimensiones? Sinceramente, yo creo que no. La hipótesis de que no era el hombre adecuado viene por unas cartas que se conservan en las que el duque pide al rey que no le nombre máximo responsable de aquella empresa, e incluso le aconseja que no la lleve a cabo. Pero estas peticiones no demuestran que Alonso de Guzmán fuera un novato, al contrario, demuestra su buena perspectiva de la situación. Se dice de él, incluso, que se mareaba en los barcos. Puede, en efecto, que no fuera un experto marinero, pero entonces se demuestra lo que otros estudiosos afirman, que la armada no se diseñó para entrar en combate naval contra la armada inglesa, sino que era una flota de asalto. Visto así, que Alonso de Guzmán fuera experto marinero no tenía la mínima importancia. Esta última hipótesis cobra más fuerza si tenemos en cuenta quiénes viajaban en los barcos. Solo 7.000 marineros. Los demás eran 20.000 soldados, muchos de ellos voluntarios, entre los que se encontraba el célebre escritor Lope de Vega.
Pero si se da credibilidad a lo anterior, salta entonces otra pregunta: ¿cómo se les ocurrió enviar una flota de asalto sin estar suficientemente preparada para hacer frente a la flota inglesa, sabiendo como sabía Felipe que disponían de unos barcos modernos que él mismo había aconsejado construir? Sencillamente, la flota española iba preparada para hacer frente a cualquier cosa, como ya hemos visto al principio. La Grande y Felicísima Armada era una flota potente, completa y diseñada para lo que se disponía hacer: asaltar las costas con la infantería que cargaba a bordo y, si le salían al paso, enfrentarse con garantías a la armada inglesa. La flota salió de Lisboa, bordeando la costa hasta llegar a la Coruña. Antes de llegar a Galicia ya sufrieron una gran tormenta que dispersó los barcos. Y de este hecho viene otra de las creencias que casi con toda seguridad no tienen fundamento, que en la flota no viajaban marinos preparados para tal misión. Se dice que Alonso de Guzmán envió un nuevo correo al rey pidiéndole de nuevo que abortara la misión por ese motivo. Pero es del todo improbable que eso fuera cierto. España era una potencia naval y disponía de los mejores marinos del mundo y eso está más que probado y documentado. Los buques iban manejados por unas tripulaciones expertas y bien preparadas, sin duda. El hecho de que se dispersaran los barcos debido a la tormenta no demuestra sino la pericia de los marineros que se alejaron de la costa para no ser arrastrados hacia ella. Alonso debió entonces pensar que muchos de aquellos barcos habían naufragado y por eso pidió al rey abortar la misión. Pero dos días después, todos los barcos volvieron a reagruparse y ni uno de ellos había sufrido daño alguno. La misión seguía adelante.

Publicar un comentario

0 Comentarios