Enrique VIII era un paranoico asesino que mandĆ³ decapitar a dos de sus esposas acusĆ”ndolas de adulterio. Catalina, su primera esposa, no podĆa darle hijos, solo pudo darle una hija, MarĆa. AdemĆ”s de paranoico, Enrique era un supersticioso y le dio por pensar que su matrimonio estaba maldito. A tal conclusiĆ³n llego al leer en la Biblia que si un hombre se casa con la viuda de su hermano, el matrimonio serĆ” estĆ©ril. Catalina habĆa estado casada con su hermano Arturo durante cinco meses hasta que muriĆ³. Este argumento lo utilizĆ³ Enrique para pedir la nulidad de su matrimonio, pero el Papa no veĆa lĆ³gico lo que el rey inglĆ©s le pedĆa y no se lo concediĆ³. Realmente, lo que a Enrique le sucedĆa, era que le habĆa echado el ojo a Ana Bolena, la dama de compaƱĆa de su esposa.
Enrique se saliĆ³ con la suya al proclamarse jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra mandando a paseo al Papa de Roma. La instituciĆ³n mĆ”s alta de esta Iglesia estarĆa a partir de ese momento representada por el obispo de Canterbury. Y este obispo, como no podĆa ser de otra manera, declarĆ³ nulo el matrimonio entre Catalina y Enrique dando validez a su matrimonio con Ana, que se habĆa celebrado en secreto.
Catalina se declaraba a sĆ misma como la legĆtima esposa de Enrique y esto le iba a costar muy caro. Fue recluida en un castillo hasta su muerte y la hija de ambos, MarĆa, fue declarada como hija bastarda. Enrique tambiĆ©n habĆa prohibido que Catalina se viera y ni siquiera se comunicara con su hija, y haciendo gala de benevolencia, le habĆa prometido que serĆa trasladada a una mejor residencia donde ademĆ”s podrĆa ver a MarĆa, claro que, para eso deberĆa dejar a un lado aquella obstinada conducta suya con la que no querĆa reconocer que ya no era su verdadera esposa, y reconocer como autentica reina a Ana Bolena. Tanto Catalina como MarĆa se negaron. A los 50 aƱos Catalina se sentĆa muy enferma. MarĆa, que a pesar de tener prohibido el contacto y la comunicaciĆ³n con su madre se las ingeniaba para mandar y recibir cartas de ella, saliĆ³ de inmediato para el castillo nada mĆ”s enterarse. Su entrada fue como un ciclĆ³n, llevĆ”ndose por delante a cuanto guardia le impedĆa el paso. Su autorizaciĆ³n –decĆa- estaba a punto de llegar. Y los guardias, aunque no la creyeron, la dejaron pasar. Su madre muriĆ³ allĆ, en aquel castillo, abandonada y repudiada por aquel miserable que ni siquiera la reconocĆa como hija. TodavĆa no sabĆa MarĆa que su padre era el mismo diablo que harĆa cosas aĆŗn peores. La misma Ana Bolena iba a lamentar haberse liado con el rey, pues su cabeza no tardarĆa en rodar.
Ana Bolena fue rechazada por el mismo motivo que Catalina, haberle dado una hija y no un varĆ³n. Enrique mandĆ³ arrestarla acusĆ”ndola de un adulterio que nunca existiĆ³. MĆ”s tarde fue ejecutada cortĆ”ndole la cabeza. Dicen que antes de su muerte bromeĆ³ al verdugo: No te darĆ© mucho trabajo, tengo el cuello muy fino. Juana Seymour fue su tercera esposa y Ć©sta por fin le dio un hijo varĆ³n, Eduardo. Juana tuvo la suerte de morir doce dĆas despuĆ©s de dar a luz. Ana de ClĆ©veris tuvo todavĆa mĆ”s suerte, pues su matrimonio no llegĆ³ a consumarse. Por lo visto la primera noche no hubo nada entre ellos y Enrique confesarĆa mĆ”s tarde que "antes no me gustaba mucho, pero ahora me gusta mucho menos".
La quinta esposa fue Catalina Howart, prima de la asesinada Ana Bolena. Esta Catalina no escarmentĆ³ con lo que le habĆa sucedido a su prima, y corriĆ³ la misma suerte. Fue ejecutada en la torre de Londres. Dicen que paso toda la noche practicando la forma de poner el cuello. Luego vendrĆa Catalina Parr. A Enrique le gustaban las Catalinas, y a saber quĆ© le veĆan las Catalinas a este asesino en vista de lo que hacĆa con las demĆ”s. Bueno, al menos Ć©sta sobreviviĆ³ y fue Ć©l quien por fin la palmĆ³. Cuando se vio en el lecho de muerte, por lo visto, le vino el remordimiento de todo el mal que habĆa hecho a sus esposas e hijas. Entonces, en su testamento dejĆ³ escrito, ademĆ”s de ordenarlo de palabra a sus mĆ”s allegados, que el sucesor serĆa su Ćŗnico hijo varĆ³n, Eduardo. Pero Ć©l sabĆa que Eduardo era un niƱo enfermizo y quizĆ”s no llegara a la mayorĆa de edad, por lo que, las siguientes en la lĆnea de sucesiĆ³n debĆan ser, por orden de edad, MarĆa y Elizabeth, (que tambiĆ©n habĆa sido declarada hija bastarda) sin que importaran las ideas religiosas. Si MarĆa tenĆa descendencia, el trono lo heredarĆa el hijo de Ć©sta, pero en el supuesto de que no la tuviera, la siguiente en el trono serĆa Elizabeth. Si Elizabeth no tuviera descendencia, la heredera serĆa la sobrina de Enrique, MarĆa Estuardo. De momento, fue su hijo Eduardo el que se sentarĆa en el trono con solo nueve aƱos bajo un consejo de regencia de 16 miembros elegidos por el propio Enrique VIII. La enfermedad que sufriĆ³ Enrique, segĆŗn algunas fuentes, lo pudriĆ³ y lo reventĆ³ por dentro, y aĆŗn todavĆa lo reventarĆa por fuera. Por lo visto, estando en el fĆ©retro estallĆ³ y salpicĆ³ de sangre todo alrededor, sangre que lamerĆan los perros. Todos consideraron aquello como un castigo divino.
Enrique se saliĆ³ con la suya al proclamarse jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra mandando a paseo al Papa de Roma. La instituciĆ³n mĆ”s alta de esta Iglesia estarĆa a partir de ese momento representada por el obispo de Canterbury. Y este obispo, como no podĆa ser de otra manera, declarĆ³ nulo el matrimonio entre Catalina y Enrique dando validez a su matrimonio con Ana, que se habĆa celebrado en secreto.
Catalina se declaraba a sĆ misma como la legĆtima esposa de Enrique y esto le iba a costar muy caro. Fue recluida en un castillo hasta su muerte y la hija de ambos, MarĆa, fue declarada como hija bastarda. Enrique tambiĆ©n habĆa prohibido que Catalina se viera y ni siquiera se comunicara con su hija, y haciendo gala de benevolencia, le habĆa prometido que serĆa trasladada a una mejor residencia donde ademĆ”s podrĆa ver a MarĆa, claro que, para eso deberĆa dejar a un lado aquella obstinada conducta suya con la que no querĆa reconocer que ya no era su verdadera esposa, y reconocer como autentica reina a Ana Bolena. Tanto Catalina como MarĆa se negaron. A los 50 aƱos Catalina se sentĆa muy enferma. MarĆa, que a pesar de tener prohibido el contacto y la comunicaciĆ³n con su madre se las ingeniaba para mandar y recibir cartas de ella, saliĆ³ de inmediato para el castillo nada mĆ”s enterarse. Su entrada fue como un ciclĆ³n, llevĆ”ndose por delante a cuanto guardia le impedĆa el paso. Su autorizaciĆ³n –decĆa- estaba a punto de llegar. Y los guardias, aunque no la creyeron, la dejaron pasar. Su madre muriĆ³ allĆ, en aquel castillo, abandonada y repudiada por aquel miserable que ni siquiera la reconocĆa como hija. TodavĆa no sabĆa MarĆa que su padre era el mismo diablo que harĆa cosas aĆŗn peores. La misma Ana Bolena iba a lamentar haberse liado con el rey, pues su cabeza no tardarĆa en rodar.
Ana Bolena fue rechazada por el mismo motivo que Catalina, haberle dado una hija y no un varĆ³n. Enrique mandĆ³ arrestarla acusĆ”ndola de un adulterio que nunca existiĆ³. MĆ”s tarde fue ejecutada cortĆ”ndole la cabeza. Dicen que antes de su muerte bromeĆ³ al verdugo: No te darĆ© mucho trabajo, tengo el cuello muy fino. Juana Seymour fue su tercera esposa y Ć©sta por fin le dio un hijo varĆ³n, Eduardo. Juana tuvo la suerte de morir doce dĆas despuĆ©s de dar a luz. Ana de ClĆ©veris tuvo todavĆa mĆ”s suerte, pues su matrimonio no llegĆ³ a consumarse. Por lo visto la primera noche no hubo nada entre ellos y Enrique confesarĆa mĆ”s tarde que "antes no me gustaba mucho, pero ahora me gusta mucho menos".
La quinta esposa fue Catalina Howart, prima de la asesinada Ana Bolena. Esta Catalina no escarmentĆ³ con lo que le habĆa sucedido a su prima, y corriĆ³ la misma suerte. Fue ejecutada en la torre de Londres. Dicen que paso toda la noche practicando la forma de poner el cuello. Luego vendrĆa Catalina Parr. A Enrique le gustaban las Catalinas, y a saber quĆ© le veĆan las Catalinas a este asesino en vista de lo que hacĆa con las demĆ”s. Bueno, al menos Ć©sta sobreviviĆ³ y fue Ć©l quien por fin la palmĆ³. Cuando se vio en el lecho de muerte, por lo visto, le vino el remordimiento de todo el mal que habĆa hecho a sus esposas e hijas. Entonces, en su testamento dejĆ³ escrito, ademĆ”s de ordenarlo de palabra a sus mĆ”s allegados, que el sucesor serĆa su Ćŗnico hijo varĆ³n, Eduardo. Pero Ć©l sabĆa que Eduardo era un niƱo enfermizo y quizĆ”s no llegara a la mayorĆa de edad, por lo que, las siguientes en la lĆnea de sucesiĆ³n debĆan ser, por orden de edad, MarĆa y Elizabeth, (que tambiĆ©n habĆa sido declarada hija bastarda) sin que importaran las ideas religiosas. Si MarĆa tenĆa descendencia, el trono lo heredarĆa el hijo de Ć©sta, pero en el supuesto de que no la tuviera, la siguiente en el trono serĆa Elizabeth. Si Elizabeth no tuviera descendencia, la heredera serĆa la sobrina de Enrique, MarĆa Estuardo. De momento, fue su hijo Eduardo el que se sentarĆa en el trono con solo nueve aƱos bajo un consejo de regencia de 16 miembros elegidos por el propio Enrique VIII. La enfermedad que sufriĆ³ Enrique, segĆŗn algunas fuentes, lo pudriĆ³ y lo reventĆ³ por dentro, y aĆŗn todavĆa lo reventarĆa por fuera. Por lo visto, estando en el fĆ©retro estallĆ³ y salpicĆ³ de sangre todo alrededor, sangre que lamerĆan los perros. Todos consideraron aquello como un castigo divino.
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