El juicio de Paris en la mitología griega 1

Juicio de Paris, mosaico de Casariche.
Troya
Existen relatos y poemas mitológicos que aún pareciendo que pertenecen al género fantástico, ayudan a comprender mejor el pensamiento de los pueblos de la antigüedad. De Troya nadie hubiera tenido noticias de no haber sido por Homero. Sus relatos poéticos quizás pueda parecer que cuentan fantasías pero a través de ellos se entiende mejor a la sociedad griega a la vez que nos da noticias de las contiendas de civilizaciones que existieron algunos miles de años a. de C.

Nadie tiene la certeza de si las guerras que nos cuenta tuvieron lugar. Algunos creen que la guerra llevada a cabo contra los troyanos no es más que una recopilación de guerras ocurridas en la zona. Nunca sabremos la verdad, como nunca sabremos si aquellos personajes fueron inventados o existieron realmente. Lo que sí se ha llegado a descubrir es que Troya, fuera o no la verdadera protagonista de la historia homérica, existió. Y también se sabe que detrás de una leyenda hay alguna historia verdadera, y que todo autor se inspira siempre en hechos que de un modo u otro llegaron a ocurrir. Homero llegó a inspirarse, casi con seguridad, en crónicas que fueron pasando de generación en generación hasta llegar a él, pues no fue contemporáneo de los hechos que relata. Una de esas leyendas o fábulas la menciona brevemente en sus libros y fue la que inspiró la historia de Troya. La leyenda a la que nos referimos, que trata de dioses y semidioses del Olimpo, es el Juicio de Paris. A partir de esa leyenda fantástica se desarrollarán una serie de hechos y un romance que acabará en el desastre troyano.

Se trata de un relato mitológico donde se dan cita la relación causa efecto, donde un humano se ve en el compromiso de elegir entre tres diosas que intentan embaucarlo ofreciéndole recompensas a cada cual más tentadora, con manzana de por medio. El resultado tendrá un final desastroso y puede verse un paralelismo con la historia de Adán y Eva, donde por culpa de una manzana pierden el paraíso. Aquí, la manzana la gana una de las diosas y el paraíso lo pierde Paris, representado como un inocente pastor pero que en realidad es el hijo del rey de Troya Los antiguos griegos estaban convencidos de que lo que contaba Homero en sus versos épicos de la Ilíada y la Odisea era cierto. Que hablen de dioses y magia no les quita credibilidad. Pensemos en nuestra propia historia occidental o más concretamente en la de España. Los reyes estaban convencidos de que Dios estaba con ellos. Incluso el apóstol Santiago se apareció y ayudó a ganar una batalla. Pero una vez apartados a un lado lo mítico y lo religioso, el relato no tiene por qué carecer de veracidad.

Más tarde pasó a creerse que dichas historias, incluida la ciudad de Troya solo existió en la imaginación de su autor. Pero en el año 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hisarlik, en la actual Turquía, donde estaba convencido que estaba la ciudad de Troya. No había sido el primero en intentarlo, y lo que descubrió fue sorprendente. La colina de unos 30 metros de altura era lo que ya sospechaban, una colina artificial de tierra sobre otra más baja de roca. Las excavaciones sobre la tierra añadida fueron dejando al descubierto unas ruinas que para muchos arqueólogos no ofrecía lugar a dudas, aquello era Troya. Pero pronto dejó de ser una certeza para convertirse en un verdadero dolor de cabeza, porque bajo los restos de murallas y acrópolis aparecieron más restos de lo que parecía ser otra ciudad perteneciente a otra época. Y luego, bajo otra capa, otros restos, y otros, y así hasta diez ciudades diferentes. ¿Qué era aquello? ¿Por qué tantas ciudades una bajo la otra?

La colina está situada al borde del mar Egeo. Hisarlik es el nombre de una de las muchas civilizaciones (pequeñas civilizaciones) que existieron en la zona, pues se cree que hubo asentamientos humanos hace más de 8.000 años (6.000 a. C.) Incluso hay quien cree que hubo asentamientos mucho antes. El lugar se ve que gustó a sus moradores y a los que iban viniendo detrás. Cada vez que la ciudad desapareció, por las causas que fueren, hubo quien la volvió a construir, pero no aprovechando sus ruinas, sino tapándola de tierra y construyendo encima. Y lo más curioso es que esta tediosa tarea se llevó a cabo hasta nueve veces. La única explicación es que las ciudades fueran destruidas de tal manera que nada quedaba en pie para que fuera aprovechable; que fuera menos costoso empezar de nuevo antes que aprovechar sus ruinas. Y ya de paso se elevaba el terreno para que su defensa fuera más eficiente. Puede que fueran incluso los propios troyanos los que, al reconstruir su ciudad, después de una supuesta derrota, decidieran hacerla así más segura. Quizás una de las preguntas que más frecuentemente se hicieran los arqueólogos fuera, ¿cuál de las diez ciudades descubiertas fue la verdadera Troya? Algunos lo tenían claro, tenía que ser la más profunda construida sobre la roca. Pero después de meditarlo algo más, hay quien se inclina por las capas 6 y 7, por ser las más profundas demasiado pequeñas y por ser las de encima asentamientos griegos y romanos. De ser así, la Troya que destruyeron los griegos en el relato de Homero todavía fue reconstruida y habitada de nuevo más veces.


El juicio
Zeus era el rey de los dioses del Olimpo, y llegó a serlo destronando a su propio padre, Crono, que a su vez también destronó al suyo, Urano. La profecía dice que este ciclo se repetirá y Zeus también será destronado por uno de sus hijos. Otra profecía dice que el hijo de Tetis sería más grande que su padre. Y para que esta profecía no llegara a cumplirse, Zeus ordenó a Tetis que se casara con un mortal, el rey Peleo. De esta unión nació Aquiles, mitad mortal, mitad dios. Su madre, Tetis, estaba preocupada por otra de las profecías que decía que su hijo moriría joven peleando en una guerra contra Troya. Las aguas de la laguna de Estigia tenían el poder de proteger al que allí se bañara y allí sumergió Tetis a su pequeño Aquiles, cuyo cuerpo quedó protegido contra cualquier peligro, todo el cuerpo excepto el talón, por donde su madre le agarró al sumergirlo.

La boda de Tetis y Peleo se celebró por todo lo alto y se invitaron a todas las deidades del Olimpo excepto a Eris. ¿Por qué no se invitó a esta diosa? Quizás por su mala fama al ser la diosa de la discordia. Eris se presentó en la fiesta dispuesta a vengarse de aquel desplante. En una mesa donde se sentaban las más bellas entre las diosas dejó caer una brillante manzana de oro con una palabra inscrita: kallisti, que quiere decir, para la más hermosa. No tardó esta manzana en ser reclamada por tres de ellas, Hera, Atenea y Afrodita.
-¿Qué es todo este revuelo? –exclamó Zeus sobresaltado al ver cómo las divinas damas se disputaban el preciado trofeo.
Y mientras unos se decantaban por una y otros por otra, finalmente, el rey de los dioses se pronunció: lo mejor sería que un inocente mortal decidiera quién de aquellas diosas era la merecedora de la manzana de oro por ser la más bella. El elegido fue Paris y enviaron a Hermes en su busca. ¿Quién era Paris? Era el hijo del rey de Troya, que había sido criado como pastor a raíz de otra profecía que decía que él sería el causante de la caída de Troya. ¿Cómo podría ser el causante de tal desastre un inocente pastor?


Ante Paris se presentaron las tres divinidades pidiéndole que eligiera, según su juicio, cuál de las tres era la más bella. Aquí, los numerosos artistas que quisieron inmortalizar el relato, se pronunció cada cual a su manera, retratando unos a las tres diosas desnudas, o dejando la desnudez sólo para la ganadora, que habría ganado justamente por eso, por mostrarse desnuda ante Paris. Pero lo cierto es que Paris la eligió por otro motivo. Porque, se mostraran desnudas o no, las diosas intentaron sobornar al joven príncipe.
Atenea le propuso lo siguiente:
-Serás sabio e inteligente y como estratega no tendrás rival en el campo de batalla.
Luego habló Hera:
-Serás el más poderoso de los reyes y te concederé control absoluto sobre toda Asia.
Por último, Afrodita, más inteligente, supo leer en la mente del muchacho, criado humildemente como pastor, que no era poder lo que anhelaba. Y le ofreció el amor de la mujer más bella del mundo. Paris emitió su juicio: la manzana de oro se la entregó a Afrodita, ella era la elegida.
-Regresa a Troya –le dijo Afrodita-, desde allí pronto partirás a un viaje, donde encontrarás el amor de la mujer más bella que jamás hayan visto tus ojos.



La gran tragedia de Hércules y el rapto de Helena
Zeus se había fijado en Alcmena, una mortal, hija del rey Electrión de Micenas y esposa de Anfitrión. Una noche, el rey de los dioses adoptó la apariencia de su marido y yació con ella. Alcmena quedó embarazada de gemelos. Anfitrión de Tebas, que se encontraba luchando contra Atenas, regresó esa misma noche. Todo eso ya lo había calculado Zeus, para que Anfitrión, una vez supiera del embarazo, no sospechara que su mujer había estado con otro. 

En la noche en que estaba previsto que Alcmena diera a luz, Zeus anunció y prometió que al primer niño que naciera miembro de la casa de Perseo le concedería el trono de una gran ciudad y sería un gran rey. Los gemelos que estaban a punto de nacer pertenecían a esta casa por parte del padre de Anfitrión. Hera, la esposa del adúltero Zeus, al enterarse de aquello se puso furiosa, porque según lo que acababa de anunciar su esposo, uno de los gemelos, fruto de aquel adulterio, estaba a punto de usurpar el título de rey a uno de sus primos.

Su determinación fue retrasar el parto en beneficio de otro niño que aun le faltaba por nacer dos meses, Euristeo, primo de los gemelos. Hera corrió a la casa de Alcmena y se sentó con las piernas cruzadas e hizo un nudo a la ropa, con este truco se ralentizaría el parto. Luego haría que Euristeo se adelantara dos meses. Pero pronto se enteró Zeus de la artimaña que su esposa puso en marcha, y montando en cólera hizo llegar un mensaje a Gelantis, la criada de Alcmena. Ésta salió hasta donde se encontraba Hera y le dijo que los gemelos habían nacido ya, que ella misma había asistido el parto. Hera no entendía nada, pero se marchó y de esta forma Alcmena pudo dar a luz tranquilamente. Cuando Hera se enteró del engaño convirtió a la criada Gelantis en comadreja. 

Tras esta rocambolesca historia de adulterio e intento de venganza nacieron en Tebas los gemelos Hércules e Ificles, en el año 1.282 a. C. La categoría de semidiós, que solo podía recaer en uno de lo niños, fue concedida a Hércules, al cual fue dada también una gran fuerza. Ificles, sin embargo, sería un sencillo mortal. A la categoría de semidiós había que añadir además la promesa de Zeus, por lo tanto a Hércules le correspondía también el título de rey. Hera odiaba a Hércules con todas sus fuerzas y Zeus intentó entonces apaciguar a su esposa; y mientras Hércules fue nombrado rey de la ciudad de Tirinto, a Euristeo lo nombró gobernador de Micenas. El título era inferior, pero la ciudad era más importante. No fue suficiente, Hera seguía odiando a Hércules, y con apenas dos meses de edad, mientras jugaba en su cuna, envió dos serpientes para que acabaran con él. El niño fue hallado jugando con los cuerpos de las serpientes muertas; él mismo las había estrangulado. 

Zeus, en su afán de acabar con aquel odio que Hera sentía por el bebé, se las ingenió para engañarla y hacerle creer que un niño necesitaba ser amamantado por carecer su madre de leche. Ella accedió a amamantarlo. Con esto pretendía Zeus que Hera se enterneciera y por fin le cogiera cariño. Y así, mientras un día lo amamantaba, le dijo Zeus de quién se trataba. La reacción de Hera fue tan brusca que lo apartó de su lado y su pecho expulsó un chorro de leche. Esta leche formó la mancha que puede verse en el cielo desde entonces y que conocemos como Vía Láctea. Pero Hera siguió odiando a Hércules. 

Hércules creció sano y fuerte, demasiado fuerte, y también demasiado rebelde. Un día mientras él y su hermano recibían clases de música, su maestro, Lino, le llamó la atención. No era la primera vez, pues su comportamiento en clase dejaba mucho que desear, pero este día, Hércules se enfadó más de la cuenta y golpeó a Lino con una lira. El maestro cayó al suelo muriendo en el acto. Hércules, no quiso matarlo, pero no supo controlar su gran fuerza. Fue acusado de asesinato y tuvo que comparecer ante un tribunal. En su defensa Hércules declaró que lo había hecho en defensa propia, aún cuando Lino ni siquiera llegó a tocarlo.


Anfitrión, el rey y padre adoptivo de Hércules, temiendo que su hijo pudiera causar daño a alguien más, decidió mandarlo al campo a cuidar ovejas hasta que se convirtiera en adulto. Un tal Téutaro continuó con su educación, que además le enseñó a manejar diestramente el arco. Por aquel entonces deambulaba por la zona un fiero león, conocido como león de Citerón, que acosaba constantemente los ganados. El primer ataque que dicho león lanzó contra las ovejas de Hércules fue el último. Hércules le dio muerte, lo desolló y se vistió con su piel. 

Fue al volver de cazar al león cuando se encontró con los emisarios del Ergino, rey de los Minios. Estos emisarios se dirigían a Tebas a cobrar un tributo impuesto después de una derrota. Hércules, al enterarse del propósito de aquellos hombres los atacó, les cortó las orejas y la nariz y las colgó del cuello de cada uno. Luego los mandó de vuelta con el mensaje a su rey de que ese era todo el tributo que iban a conseguir de Tebas. Creonte, rey de Tebas, recompenso a Hércules concediéndole la mano de su hija, la princesa Megara. Ificles, su hermano gemelo, llegó también a casarse con la hija menor del rey, Pirra 

El casamiento con Megara iba a ser el motivo de su gran tragedia. Con Megara tuvo varios hijos y no hay crónicas que indiquen que no fuera feliz, pero un día. Hércules se acercó a su esposa y la mató. Acto seguido, despues de tan horrible crimen, siguió cometiendo aún otros peores, pues asesinó a cada uno de sus hijos y a dos de sus sobrinos. ¿Qué pasó pos la cabeza de Hércules para cometer semejante horror? Fue Hera, que aún no había sacado de sí misma el odio que guardaba hacia Hércules y le había perturbado la mente. Sus seres más queridos aparecieron de repente ante él como horribles monstruos que él mató con sus propias manos. Así fue como Hera se vengó por fin del adulterio cometido por su esposo Zeus, el rey de los dioses del Olimpo. Existen versiones que cuentan que Megara, no llegó a morir, pero en cualquier caso Hércules no pudo seguir viviendo con ella después del terrible suceso. 

Cuando Hércules volvió en sí, no podía creer lo que había hecho y sintió un dolor insoportable. No podía explicar a nadie lo sucedido y huyó hacia tierras lejanas e inhóspitas. Solo Ificles comprendió que su hermano había sido víctima de una mala jugada de los dioses y salió en su búsqueda. Largo tiempo le costó encontrarlo, y cuando por fin le halló, pudo convencerle para que fuera a pedir ayuda al Oráculo de Delfos. La sibila délfica le aconsejó lo siguiente. Lo que Hércules acababa de hacer era tan grave, que solo podía ser redimido con una penitencia no apta para mortales, e incluso demasiado grande para un semidiós. Hércules debía realizar diez trabajos, y éstos debían ser impuestos por el hombre que más le odiaba, aquel a quien había usurpado, aún sin pretenderlo, el derecho a la corona, su tío Euristeo. 

Euristeo era cobarde y se asustó cuando se le pidió que eligiera el tipo de trabajos que debía realizar, pero no se quedó corto y le encargo trabajos en los que esperaba que no saliera con vida, como matar animales peligroso o robar objetos en lugares fuertemente custodiados por dioses. Pero Hércules, con su enorme fuerza y valentía salía victorioso de todos ellos. Incluso se permitió, a la vuelta de uno de ellos, hacer un monumento entre África y Europa, así nacían las columnas de Hércules, el peñón de Gibraltar y el monte Hacho en Ceuta. Otros, como el geógrafo romano Pomponio Mela afirmaban que fue el mismo Hércules quien separó los dos montes unidos como una cordillera continua y que así fue como al océano entró a formar el Mediterráeo. 

Cuentan que cada vez que acababa un trabajo y acudía a Euristeo a pedirle el siguiente, su tío sentía tanto miedo que se escondía en una tinaja para protegerse de un posible ataque de ira de su sobrino. Todo esto estaba siendo observado por la perversa Hera, que se enfurecía cada vez que Hércules acababa con éxito sus trabajos, y una vez acabado el último, la esposa de Zeus intervino aludiendo que Hércules había hecho trampa en dos de los trabajos y debían imponérsele dos más. 

Hércules volvió a salir airoso de sus dos nuevos trabajos. Y fue en el último, donde tenía que bajar al Hades a capturar al guardián del inframundo, un can llamado Cervero, donde Hércules encontró a dos amigos que pedían auxilio. Estaban arrimados a una mesa donde se había servido un banquete y estaban pegados a sus asientos. Eran Teseo y Perítoo. Hades, el dios del inframundo los había capturado y los tenía presos. ¿Qué hacían y cómo habían llegado hasta allí? 

Teseo, rey de Atenas, y Perítoo eran grandes amigos y juntos habían vivido grandes aventuras, como cuando participaron con los Argonautas en la conquista del Vellocino de oro o cuando lucharon contra los centauros. Pero la más loca de sus aventuras fue cuando decidieron raptar a Helena y Perséfone para casarse con ellas. Esta sería la primera vez que raptaron a Helena, que todavía era una niña. Pero vayamos por partes, Helena y Perséfone eran hijas de Zeus y a Perséfone ya la había raptado el dios Hades que la había convertido en diosa y reina del inframundo. Teseo y Perítoo fueron ahora a por Helena y una vez raptada se la echaron a suertes. Perseo fue el ganador, así que la dejaron al cuidado de Etra, la madre de Teseo. Luego marcharon al inframundo en busca de Perséfone, que sería para Perítoo. Una vez abajo, fueron sorprendidos por Hades que les invitó a un banquete, agradecido por la visita. Pero aquello era una trampa. Hades sospechaba el motivo por el que habían venido a tan inhóspito lugar. Y una vez sentados a la mesa se quedaron pegados al asiento. Del hades no saldrían jamás, era el castigo por su atrevimiento. Por suerte para uno de ellos, Hércules se encontraba realizando su duodécimo trabajo y tuvo que bajar hasta allí. Hércules decidió ayudarles al verles allí encadenados. Cogió a ambos de las manos y tiró de ellos. Pero he aquí que la tierra comenzó a temblar y Perítoo se desprendió de la mano de Hércules. Teseo pudo ser salvado, aunque dejándose parte de los muslos pegados al asiento, pero Perítoo quedó en el inframundo para siempre. Y mientras Teseo era salvado, los hermanos de Helena, los gemelos Cástor y Pólux habían descubierto dónde la tenían raptada, tomaron Atenas, liberaron a su hermana y se llevaron a Etra como esclava. Los hijos de Teseo fueron puestos en fuga y en el trono de Atenas fue puesto Menesteo. Esta vez, la aventura le costó cara a Teseo.


Helena
El nombre de Helena significa luz que brilla en la oscuridad. Era hija de Zeus y Leda, la esposa de Tindáreo, rey de Esparta. Zeus, que como ya hemos visto era un mujeriego empedernido y en más de una leyenda vamos a encontrar hijos e hijas suyos nacidos de su adulterio con una mortal, las seducía con cualquier truco, como en esta ocasión, que sedujo a Leda apareciéndose ante ella transformado en cisne. La mitología cuenta que Leda puso varios huevos, y que de uno de ellos salió Helena. Se crió como princesa de Esparta y al crecer se convirtió en una mujer de tal belleza que acudían pretendientes de todos los rincones de Grecia. Casarse con Helena no era solo conseguir a la mujer más bella del mundo, sino convertirse en futuro rey de Esparta.

La princesa estaba tan disputada, que Tindáreo llegó incluso a temer que los pretendientes rechazados reaccionaran provocando una guerra. Fue cuando a Ulises se le ocurrió una idea. Ulises era un candidato con escasos recursos y pronto se dio cuenta se sus pocas posibilidades, así que aún podía sacar partido por otro lado. Su idea consistía en que todos los pretendientes jurasen que acatarían y respetarían la decisión que se adoptase sobre quién sería el esposo de Helena. A su vez, deberían acudir en ayuda del elegido si cualquiera osara disputarle su esposa. Tindáreo siguió el consejo de Ulises y habló con los demás. Todos estuvieron de acuerdo e hicieron el juramento. Tindáreo, en agradecimiento, ayudó a Ulises a conseguir que Penélope, prima de Helena, se comprometiera con él. 

El elegido para casarse con Helena fue Menelao, hermano de Agamenón, rey de Micenas y que ya estaba casado con Clitemnestra, la otra hija de Tindáreao. Melenao no fue escogido al azar para Helena, como tampoco lo fue Agamenón para Clitemnestra, pues Tindáreo los conocía muy bien, ya que los dos hermanos fueron acogidos en su corte desde muy pequeños y hasta que fueron mayores, por un conflicto en Micenas en el que corrían peligro. Menelao y Helena tuvieron una hija, Hermíone, y hay quien afirma que también fueron los padres de un varón, Nicóstrato. 

Afrodita hizo que en Troya se olvidaran de la profecía que afirmaba que Paris sería en causante del fin de la ciudad. Se había criado como pastor y no tenía prejuicios a nivel político, nadie mejor que él para ser enviado como embajador y tratar asuntos diplomáticos con Esparta, donde ya reinaban Menelao y Helena. Paris fue recibido hospitalariamente por ambos, pero la muerte del abuelo paterno de Menelao hizo que éste tuviera que abandonar Esparta para asistir a los funerales. Afrodita entró en acción y Helena quedó locamente enamorada de Paris, con el cual no tuvo que actuar la diosa, pues nada mas verla quedó prendado de ella. Helena y Paris huyeron y una vez en alta mar les sorprendió una terrible tormenta. La causante fue Hera, que no estaba de acuerdo con lo que Afrodita había provocado. Pero Afrodita les facilitó el rumbo para que se refugiaran en la isla de Cránae y por eso hoy es conocida como la isla de Helena. Tras la tempestad, Helena y Paris se embarcaron de nuevo y llegaron a Troya. 

Los troyanos no recibieron con demasiado entusiasmo a Helena, adivinando que su presencia traería consecuencias, pero enseguida quedaron admirados de su belleza. Por su parte, sus hermanos y su madre Hébuca también la recibieron favorablemente. Príamo, su padre, fue el primero en comprender que la profecía se estaba cumpliendo, pero ya no había vuelta atrás y juró que defendería Troya para no dejarla marchar. Se avecinaban nada menos que diez años de guerra.


Las murallas de los dioses
Apolo mató a Pitón y Poseidón quiso derrocar a Zeus. Ambos debían ser castigados y fueron enviados para ser puestos al servicio de Laomedonte. Éste les pidió que construyesen las murallas de Troya y a cambio les prometió una gran recompensa. Las murallas resultaron ser tan formidables e inaccesibles que Laomedonte quedó impresionado por el trabajo, pero no quiso cumplir la promesa de recompensarlos. Pensó que aquel trabajo era el castigo que Zeus les había puesto y no tenía por qué pagar nada. Pero una promesa es una promesa, y su incumplimiento levantó la ira de ambos dioses que decidieron vengarse.

Poseidón inundó la tierra y envió un monstruo marino que sembró el terror. La gente huía a lugares más seguros y secos y el monstruo se adueñó de la zona. Hasta que una hechicera hizo creer a todos que la única manera de hacer calmar la ira de Poseidón era ofrecer en sacrificio a Hesíone, la hija del rey, que había sido el causante de todo. Laomedonte no tuvo más remedio que ceder y entregó a su hija que fue encadenada a una roca, a la espera de que el monstruo viniera a devorarla. Pero cuando todos se habían marchado, y aterrada esperaba la venida del monstruo, la muchacha sintió que las cadenas se rompían y la dejaban libre. Era Hércules, que había acudido ayudarla. Se había enterado que un monstruo marino estaba devastando la zona y vino a ofrecer su ayuda al rey de Troya. Y después de dejar a la muchacha junto a su padre, le dijo que él mataría al monstruo a cambio de unas yeguas divinas que Laomedonte poseía. El rey aceptó el trato.

La diosa Atenea contribuyó creando un muro donde Hércules debía refugiarse a la espera del ataque del monstruo, y cuando éste estuvo cerca, Hércules salió de detrás y se enfrentó a él. El monstruo entonces abrió sus fauces y Hércules se lanzó dentro de su boca y fue engullido. Tres días estuvo Hércules en el interior del monstruo que finalmente murió. Hércules le había destrozado las entrañas. 

Hércules marchó con las cuatro yeguas divinas e inmortales, pero a mitad de camino, se dio cuenta de que Laomedonte le había engañado y había cambiado dos de las yeguas por otras mortales. El rey de Troya estaba resultando ser un estafador embustero que primero engañó a Apolo y Poseidón y ahora lo había engañado a él. Pero iba a pagar cara su estafa, porque Hércules reclutó un ejército, volvió a Troya y puso cerco a la ciudad, pero Laomedonte no quiso entregar las yeguas. Y tras el asedio consiguieron abrir una brecha en las murallas y entrar. Laomedonte y algunos de sus hijos murieron y Hércules hizo prisioneros a Hesíone y su hermano pequeño Podarces. Hesíone fue entregada como esposa a Telamón, por su actuación destacada en la toma de la ciudad. Hércules, todavía tuvo un gesto generoso con Hesíone y le dio la ocasión de liberar a un prisionero, si pagaba una prenda a cambio. Ella eligió, por supuesto, a su hermano Podarces, que aún era un niño, y que en ese instante pasó a llamarse Príamo, que significa “rescatado”. El precio fue simbólico; la prenda pagada fue su velo. Príamo quedó como rey de Troya, y llegaría a ser el padre de multitud de hijos e hijas; entre ellos Héctor y Paris. 

Príamo había visto construir aquellas murallas y desde entonces habían sido reparadas y fortificadas todavía más. Por eso, tenía la convicción de que aguantarían lo que estaba por venir, que no era poco.

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