El juicio de Paris en la mitología griega 2


Ulises
También conocido como Odiseo, Ulises, rey de Ítaca en el archipiélago griego de las Islas Jónicas, se casó con Penélope, prima de Helena, y tuvieron un hijo, Telémaco. El rapto o huida de Helena con Paris se produjo siendo Telémaco aún niño, y un día, Ulises fue avisado de que Melenao, el marido de Helena, y un tal Palamedes habían atracado en la costa de Ítaca y querían verle. Ulises ya tenía noticia de que Helena había sido raptada y se temía el motivo de la visita, venían a exigirle que cumpliera con el juramento que habían hecho todos los pretendientes de Helena.

Un juramento que había sido idea suya y que ahora debía cumplir. Mal momento, sin embargo, para ausentarse. Su hijo estaba creciendo y necesitaba de su presencia. Sabía que asistir a aquella guerra podía significar ausentarse durante años. ¿Qué sería de su hijo y su esposa, qué sería de Ítaca? Sabía que estaba en el punto de mira de muchos envidiosos que codiciaban su isla, sus riquezas e incluso a su bella esposa. Si al menos Telémaco fuera ya mayor de edad...

Los visitantes fueron recibidos por Penélope, que les informó que Ulises sufría alucinaciones y había perdido la cabeza. Melenao sintió una gran contrariedad, pues contaba con la buena influencia de Ulises para reclutar un ejército en la zona. Pero Palamedes sospechaba desde el principio que les estaban engañando y durante su estancia en Ítaca descubre que Ulises finge su enfermedad. Éste se ve obligado a darle explicaciones y le cuenta que jamás ha rehuido acudir a una guerra, pero que en esta ocasión su hijo y su esposa lo necesitan y le pide que no lo delate. Pero Palamedes se lo cuenta a Melenao y Ulises queda en evidencia. Finalmente, Ulises promete acudir, pero esto nunca se lo perdonará a Palamedes. 

Ulises reúne a su ejército y habla con Aquiles, que viajará junto a él. Antes de partir para Grecia le pide a Penélope, que si no regresa antes de que Telémaco sea mayor de edad, se case de nuevo. Una vez a las puertas de Troya hace de mediador y en nombre de Melenao le pide al rey Príamo que entregue a Helena para así evitar una guerra. Pero Príamo se niega y la contienda es ya inevitable. La ciudad queda asesiada y los troyanos salen a hacerles frente para dejarles claro que no van a ceder. Pero Paris cree tener la solución para acabar cuanto antes el conflicto y reta a Melenao. Aquel que mate al otro tendrá derecho a quedarse con Helena. Melenao acepta. Bajo la atenta mirada de todos, en una llanura, luchan a muerte durante un buen rato en el que ninguno de los dos tiene una ventaja clara sobre el otro. Pero Paris tuvo la mala fortuna de resbalar y perder el equilibrio durante el tiempo suficiente para que Menelao le hiriera.. Y cuando lo tenía a su merced y se disponía a rematarlo, Afrodita lo rescató y se lo llevó al otro lado de las murallas para que fuera atendido y curado. Menelao quedó solo en la llanura, furioso, pero no pudo hacer nada. Todo seguía igual que antes.


Paris y Enone
Príamo, rey de Troya celebraba cada año unos juegos en honor al hijo que creía muerto. Estando su esposa embarazada soñó que daría a luz una antorcha que incendiaría la ciudad. Tras consultar a un vidente para que interpretara aquella pesadilla le aconsejó que abandonara al niño nada más nacer. Príamo ordenó a un criado que abandonara al niño en el monte Ida. Al rey siempre le quedó el remordimiento de haber dado aquella orden y en recuerdo de aquel niño se celebraban los juegos. Sin embargo, nunca supo que el criado sintió lástima del bebé y en vez de abandonarlo se lo llevó a su casa y lo crió como si fuera su propio hijo. 

Al niño le llamaron Paris y creció como pastor, al tiempo que aprendió a dominar el arte de la música. En el monte Ida habitaba Enone, una ninfa, hija del dios Cebrén, que pronto sedujo a Paris y se convirtió en su esposa y tuvieron un hijo al que llamaron Córito. Enone tenía el don de la profecía y la medicina y predijo que un día, Paris caería herido de muerte y ella sería la única que podría curarlo.

Un día en que se encontraba en el campo con su rebaño se presentó Hermes y lo llevó a presencia de las tres diosas Hera, Atenea y Afrodita para que decidiera cuál de las tres era la más hermosa. Ya hemos visto que Paris escogió a Afrodita, que a cambio le ofreció el amor de la mujer más bella del mundo y al tiempo se convirtió en su protectora. Para que se cumpliera lo que Afrodita le prometió debía regresar a Troya. Enterado Paris de que su verdadero padre organizaba unos juegos en su honor, en el que participaban sus hermanos, decidió presentarse. El premio era el toro favorito del rey Príamo. Paris gano los juegos, y sus hermanos, humillados por quien creían un simple pastor, arremetieron contra él dispuestos a matarlo. Pero Casandra, una de sus hermanas que poseía poderes adivinatorios, le había reconocido y los detuvo.

El rey Príamo no podía creer que su hijo siguiera con vida, pero Casandra le aseguró que era él. Príamo se puso tan contento que celebró una gran fiesta en su honor. Y tan contento siguió estando que no hizo caso cuando le advirtieron que Paris no debía embarcarse en su viaje a Esparta. Ya había hecho caso una vez a quienes le aconsejaron abandonar a su pequeño, y no estaba dispuesto a seguir escuchando a nadie más. Enone también envió un mensajero a Paris para intentar persuadirle de que no se marchara, pero nada podía ya hacerle cambiar de opinión. Enone quedó triste, desolada, no solo por verse abandonada, sino porque ya había adivinado lo que iba a pasar.


Héctor
El primogénito del rey Príamo le había reprochado a Paris la desgracia que traería su locura. Ese fue el motivo por el que Paris quiso poner fin a la guerra enfrentándose a Melenao. Ahora se encontraba herido y mientras tanto Melenao y su ejército se ponía de nuevo frente a las puertas de Troya reclamando a Helena. Él había sido el vencedor y por lo tanto debían entregársela. La respuesta vino desde lo alto de la muralla en forma de flecha que hirió a Menelao. Fue Pándaro quien la disparó, uno de los mejores arqueros troyanos. La guerra no solo no se acaba, sino que se recrudece.

Héctor se dispone a salir con su ejército a enfrentarse a los espartanos y su esposa Andrómaca va tras él con su único hijo, aún pequeño, en brazos. Le pide que no lo haga, pero él la calma diciéndole que todos tenemos nuestra hora y que su hermano Heleno, que tiene el don de la adivinación, le ha asegurado que la suya no llegará ese día.

Convencido de ello, Héctor sale a luchar y obtiene una gran victoria. Así durante varios ataques en que llegan incluso hasta las naves espartanas e incendian gran número de ellas. También se enfrenta al gran guerrero Áyax con el que lucha cuerpo a cuerpo durante horas sin que ninguno de ellos venza al otro hasta que deciden dejar de luchar. La admiración entre ambos es mutua y deciden regalarse uno al otro sus espadas.

En una ocasión se puso frente a él un guerrero que lo retó a luchar con él frente a frente, el guerrero parecía ser Aquiles, aunque no le dijo su nombre, pero eran su armadura y sus armas. Hasta su forma de luchar y moverse eran idénticas, pero Héctor no tardó en derrotarlo y darle muerte. Al desprenderlo de su armadura, resultó no ser Aquiles, sino su discípulo Patroclo. Héctor se siente ofendido a la vez que lamenta haber matado al discípulo de Aquiles, que estaba ajeno a lo que había ocurrido. Hay quien cuenta que fue el mismo Aquiles el que dio el visto bueno para que Patroclo se vistiera con su armadura y se pusiera al mando de sus tropas, ya que él había abandonado la lucha por unas desavenencias con Melenao y su hermano Agamenón. Pero al enterarse de lo ocurrido enfurece y sale a luchar de nuevo.

El lugarteniente de Héctor le aconsejó retirarse tras las murallas, temiendo la ira de Aquiles, pero Héctor mantiene su campamento, dispuesto a seguir luchando al día siguiente. Al amanecer las tropas de Aquiles arremeten con todas sus fuerzas y Héctor teme la derrota, pero aguantan. Hasta que uno de sus hermanos cae herido de muerte, entonces Héctor sale de entre las filas de soldados dispuesto a darle a Aquiles lo que buscaba, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre ellos. No se sabe si aquel día el primogénito del rey había consultado si era su hora, pero el caso es que ni su fuerza ni sus buenas artes guerreras fueron suficientes para vencer a Aquiles que le clavó una lanza en una de las partes que quedaban desprotegidas de la armadura, en el cuello.

Después de matarlo lo enganchó a su carro y lo arrastró para finalmente dejarlo expuesto al sol y los animales durante doce días. Pero Apolo, que no estaba de acuerdo en la forma tan poco respetuosa con que Aquiles actuaba con el cadáver de un vencido, lo protegió para que se conservara en perfecto estado. Luego se presentó ante Aquiles su padre, el rey Príamo, al que Hermes había ayudado a llegar hasta su campamento, a rogarle que le devolviera a su hijo para poder enterrarlo. Aquiles entonces se apiadó del anciano y accedió.


Aquiles
Nada más desembarcar Aquiles en las costas troyanas, la diosa Atenea, resentida como estaba con Paris por no haberla elegido como la más bella, le informó sobre una profecía que decía que si Troilo, uno de los hijos del rey Príamo llegaba a cumplir los 20 años jamás conquistarían Troya. Troilo tenía en ese momento 19 años y Aquiles salió en su busca. Lo encontró junto a una hermana, y ambos daban de beber a sus caballos. Cuentan que Aquiles quedó impresionado por la belleza de ambos y aquí algunas fuentes hablan de la supuesta homosexualidad (o bisexualidad) de Aquiles, porque dicen que quedó prendado de los dos. Los hermanos subieron a sus caballos y huyeron, pero Aquiles fue tras Troilo y logró alcanzarlo.

Pero Troilo, una vez bajado de su caballo logró escapar y se escondió en el interior del templo de Apolo. Aquiles lo había visto esconderse y entró también. Una vez dentro dicen que quiso abusar sexualmente de él, y finalmente lo decapitó. Troilo murió asesinado, pero Aquiles también había firmado su sentencia de muerte, pues Apolo enfurecido por lo que había hecho en su propio templo juró vengarse.
Apolo iba a tener ocasión de enfadarse más de una vez con los griegos. Agamenón, hermano de Melenao, había cogido como esclava a Criseida, hija de un sacerdote de su templo; y entonces Apolo les envió una plaga. Los griegos consultaron al profeta Calcante pero no quiso hablar a menos que Aquiles jurase que lo protegería. Aquiles accedió a la petición y entonces Calcante habló: el origen de los males era Agamenón, que había ofendido al dios Apolo. Aquiles fue a ver a Agamenón y le pidió que soltase a la esclava. Pero Agamenón, por toda respuesta le dijo que solo la dejaría ir si él, Aquiles, le cedía la suya. Aquiles no solo se negó, pues cuentan que se había enamorado de la esclava que tenía, sino que obligó a Agamenón a soltar a Criseida y además se negó a seguir luchando contra los troyanos. Aquiles estaba tan decepcionado con Melenao y Agamenón que no solo se negó a luchar, sino que estaba pensando en volver a Grecia. Incluso deseaba que los troyanos ganasen la guerra. Pero entonces le llegó la noticia de la muerte de su discípulo Patroclo. Y mientras lloraba por su amigo, su madre, la diosa Tetis vino a consolarlo. Le dijo que Efesto, el dios del fuego y la forja, le haría una nueva armadura para que volviera a pelear. Tetis consiguió animar a su hijo, que volvió a pelear y dio muerte a Hector, el primogénito del rey Príamo.

Troya se vio privada de su general más valioso y su caída era inminente, pero entonces Príamo, que había enviado emisarios en busca de aliados, recibió la noticia de que dos naciones venían en su ayuda, las amazonas y los etíopes. Las amazonas eran una nación de mujeres que vivían en Terma, cerca de la costa del mar Negro. Allí formaron su reino bajo el gobierno de la reina Hipólita y fundaron ciudades como Esmirna, Éfeso, Sinope o Pafos. El historiador griego Heródoto las llamó asesinas de varones, pues ningún varón podía residir en su reino y mucho menos tener relaciones con ellas. Para no extinguirse, una vez al año visitaban las tribus vecinas. Las niñas nacidas de estas visitas eran criadas y adiestradas por sus madres en las labores del campo, en la caza y en la guerra. Los niños sin embargo eran sacrificados o enviados de vuelta con sus padres. Pero no todos, pues algunos eran mutilados y quedaban como criados.

Uno de los trabajos que Euristeo encargó a Hércules consistía en robarle el cinturón a Hipólita, la reina amazona, la cual muere en el enfrentamiento. Ahora, la nueva reina de las amazonas, Pentesilea, luchaba como aliada de Troya. Su hermana Hipólita había muerto a manos de un semidiós, Hércules, ella estaba a punto de morir a manos de otro, Aquiles. Fue tras la tregua que se le había concedido a Príamo para celebrar los funerales de Héctor. Las valientes guerreras salieron a combatir y Aquiles le clavó una lanza en el pecho a Pentesilea. Al verla morir sintió pena y comenzó a llorar por haber matado a tan bella criatura. Un soldado griego se burló de su debilidad, entonces Aquiles se volvió hacia él y lo mató.

No hay demasiados detalles sobre la muerte de Aquiles y algunos de ellos son contradictorios. El más popular de los relatos cuenta que Paris, una vez recuperado de sus heridas, le disparó una flecha. Apolo había visto cómo la disparaba y quiso asegurarse de que impactaba en el lugar adecuado, el punto vulnerable de su cuerpo, el talón; y hacia allí dirigió el dios la flecha, que vengaba así la muerte de Troilo, al tiempo que se cumplía la profecía de que Aquiles moriría joven en una gran guerra.


Arde Troya
Filoctetes fue uno de los pretendientes de Helena pero no pudo acudir a la guerra; la mordedura de una serpiente se lo impidió. Ahora, Ulises había vuelto a buscarlo, su presencia en Troya era imprescindible para rendir la ciudad. Tras la muerte de Hector las cosas habían marchado favorables a los griegos, pero los troyanos habían recibido la ayuda de amazonas y etíopes y ahora sin Aquiles, las cosas se habían puesto muy difíciles. Por eso los griegos querían saber el secreto para entrar en Troya y capturaron a Heleno, el hijo adivino del rey Príamo. Heleno tenía que saber el secreto, alguna puerta, alguna rendija en las murallas construidas por Apolo y Poseidón, alguna cosa… pero Heleno tuvo que ser torturado para que hablara, y por fin habló: solamente las flechas de Filoctetes conseguirían rendir la ciudad., unas flechas que el mismo Hércules le había regalado.

Llevaban ya nueve años de guerra. Nadie sabe con seguridad la fecha exacta pero se calcula que estas guerras tuvieron lugar alrededor del año 1.200 a.C. Filoctetes se embarcó con Ulises y viajó a Troya. Los griegos emprendieron un nuevo ataque contra las puertas y los troyanos lanzaban flechas para ahuyentarlos, entre los arqueros se encontraba Paris, pero he aquí que Filoctetes comenzó a lanzar flechas hacia la muralla y una impactó en Paris.

Enone fue avisada rápidamente de que Paris estaba herido y le necesitaba, ella era la única que podía curarlo. Enone era una ninfa con el poder de la adivinación y la curación, pero no quiso acudir en su ayuda. Ante la negativa de la anterior esposa de Paris, éste fue transportado a su presencia, pero mal herido como estaba, no aguantó el viaje y murió. Paris fue incinerado, como era la costumbre, y cuando Enone vio arder la pira, no aguantó el dolor que sentía por no haber curado al que fue el amor de su vida, y se lanzó a la pira y ardió con él.

Una vez muerto Paris, Helena quiso abandonar Troya, ya no tenía sentido que nadie siguiera luchando por ella, pero la obligaron a casarse con Deífobo, otro hijo del rey Príamo. La guerra siguió y lo griegos tramaron un plan. Un día, un mendigo deambulaba por las calles de Troya y Helena se acercó a él a darle una limosna. Helena le reconoció, se trataba de Ulises. Helena no dijo nada, si Ulises había entrado a Troya no podía ser más que como espía, pero guardó el secreto.

Un tiempo después, las naves griegas desaparecieron de la playa, los troyanos bajaron a ver qué ocurría y llegaron a la conclusión de que habían dado por terminada la guerra. Y de pronto vieron lo que los griegos habían dejado al marcharse: un gran caballo de madera. Sin duda era un regalo, un presente como muestra de buena voluntad para sellar de nuevo la amistad entre troyanos y griegos. Casandra, la adivina, advirtió de que el caballo era una trampa, pero Sinón, un espía griego los convenció de que rechazar aquel regalo podía ser una ofensa a los dioses que traería graves consecuencias. Al final, eufóricos por creer que los griegos habían huido, le hicieron caso a Sinón. Los troyanos se llevaron el caballo hasta el interior de la ciudad y celebraron una gran fiesta por lo que consideraban una victoria. Abundó la comida y el vino, y al anochecer, todos estaban dormidos y borrachos. Era el momento que aprovecharon Ulises y sus 50 guerreros para salir del caballo y abrir las puertas de Troya.

Troya ardió aquella noche por los cuatro costados. Muchos creyeron ver el fantasma de Aquiles en la ciudad y para espantarlo pidieron un sacrificio humano. La princesa Políxena fue la víctima. Melenao al fin encontró a Helena y quiso matarla, pero quedó cautivado nuevamente por su hermosura y le perdonó la vida. No perdonó sin embargo a su nuevo marido Deífobo y lo mató aquella misma noche. También murió aquella noche el rey Príamo y muchos troyanos perecieron luchando. A la mañana siguiente Troya estaba destruida. Helena volvió con Melenao y Agamenón tomó como concubina a Casandra. Los troyanos supervivientes huyeron en varios barcos y algunos se establecieron en Creta, otros en Italia, y éstos serían los ascendientes de los fundadores de Roma. Y los romanos serían los que más tarde harían renacer Troya, que enterrando sus ruinas alzarían sobre ellas una nueva ciudad. Porque Troya no renació sobre sus ruinas solo una vez, sino hasta diez veces.

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