La gran aventura de Alfonso el Batallador

Los cristianos piden socorro. Los almorávides han derrocado los antiguos reinos Taifas para imponer un régimen mucho más duro y fundamentalista donde los cristianos sufren un acoso al límite. Alfonso de Aragón, llamado el Batallador, acudirá en su ayuda.

¿Se acuerdan ustedes de doña Urraca y El Batallador? Finalmente el Papa anuló aquel tortuoso matrimonio y cada uno vivió su vida por separado. A Alfonso de Aragón no le llamaban el Batallador en balde, sino porque realmente era un guerrero temible y vivía para defender su fe y hacer la guerra a los moros. Por eso, cuando le llegó una carta procedente de Granada, donde se le pedía socorrer a los cristianos de aquella ciudad, no pudo negarse. Pero ojo, acudir en ayuda de aquellos cristianos no era tarea fácil, es más, bajar desde Aragón, atravesando territorio moro hasta llegar a Granada era un autentico suicidio, pero el Batallador era así, un aventurero sin remedio.

Los cristianos de Granada no eran los únicos que lo estaban pasando mal, y hasta oídos de Alfonso había llegado ya antes que en muchos otros lugares eran objeto de abusos hasta extremos insospechados. Los cristianos nunca habían gozado de autentica libertad desde la llegada de los musulmanes a territorio peninsular. Seguir practicando su religión suponía pagar más impuestos que un musulmán, perder tus tierras en caso de que las poseyeras y tener menos credibilidad ante la justicia. Y por esta razón fueron muchas las familias que se convirtieron al islam (los llamados muladíes). No obastante, después hacia la mitad del siglo XI, las cosas se habían suavizado. Al-Ándalus se había dividido en pequeños reinos llamados Taifas y cada uno de ellos era vasallo de los reyes cristianos, así que, a los moros no les convenía estar a malas con ellos. Pero entonces, cuando las Taifas eran una suculenta fuente de ingresos para los reinos del norte, llega una nueva invasión: llegan los almorávides, que llevaban tiempo observando cómo Al-Ándalus se había degenerado hasta humillarse ante el cristianismo.
Invasión Almorávide

Estos almorávides llegan con nuevas y renovadas interpretaciones sobre las escrituras coránicas e implantan un estatus más rígido y fundamentalista que el anterior. Muchos reinos Taifas los reciben con esperanza; por fin dejarían de ser vasallos de los reyes del norte. Pero los almorávides no vienen a salvar a nadie, sino a quedarse con sus reinos, eso sí, prometiendo no exigir más impuestos que los que indicaban las escrituras, y de esta manera se fueron ganando el favor de la población musulmana, que les allanaba el camino para derrocar a sus antiguos reyes. Si había que subir impuestos, serían los cristianos quienes los sufrirían. Fue así como los cristianos llegaron a una situación extrema.

Los nuevos amos de Al-Ándalus tenían demasiados problemas en el norte de África, y esto impedía que hasta la península llegaran recursos desde allí. Y aquí, las cosas estaban demasiado revueltas con constantes enfrentamientos con los reyes cristianos, así que, había que sacar dinero de donde fuera, y como los mozárabes, o sea, lo cristianos que vivían revueltos con los moros, estaban al límite, llegaron a imponerse impuestos a los mismos musulmanes, a pesar de la promesa de que esto no se haría. (Políticos que hacen lo contrario de lo que habían prometido. ¿Les suena?) Esto nos puede dar una idea de cómo estarían de apretados ya los cinturones cristianos. Además, los mozárabes estaban sufriendo una autentica persecución religiosa y se les había convertido en el origen de todos los males habidos y por haber. En la ciudad de Granada la situación de los cristianos estaba al límite, y decidieron pedir ayuda. Alfonso el Batallador se puso manos a la obra. Pidió venir gente desde Navarra, La Rioja y desde cada punto de Aragón, hasta juntar 5.000 caballeros y más de 15.000 infantes. En septiembre del año 1125 se pone en marcha el ejército rumbo a Granada. Junto a Alfonso cabalga un cruzado y gran amigo suyo, Gastón de Bearn, también le acompañan los obispos de Zaragoza y Huesca. Aquello se convirtió en una autentica cruzada.

Pero Granada sería la meta final, antes, por el camino, irían paso a paso liberando de la esclavitud a cuanto cristiano encontraran en las diferentes ciudades de donde, de alguna manera, le había llegado la voz de auxilio. Ya que arriesgaba el pellejo, Alfonso se propuso hacer algo grande, algo digno solo de los grandes aventureros de la historia. Una vez dentro de territorio moro, Alfonso, al frente de su ejército, fue saqueando ciudades y liberando cristianos, que gustosamente se unían a él. Se plantó en las mismas puertas de Valencia, donde el rey Abu Muhammad, que no le esperaba y se llevó una gran sorpresa, lo dispuso todo inmediatamente para la defensa de la ciudad. Pero Alfonso no pretendía asediar Valencia ni atacarla, sino hacerse ver, y mientras le daba la oportunidad a los cristianos valencianos a que se le unieran, se dedicó a saquear los alrededores para abastecerse de provisiones y liberar cuantos cristianos iba encontrando a su paso. El rey aragonés fue haciendo esto en Alcira, Denia, Játiva, Orihuela, Lorca, Murcia... Y en cada lugar se le iban uniendo más y más cristianos deseosos de verse liberados de la represión a la que estaban siendo sometidos. Dicen la crónicas que llegaron a ser unos 50.000. Otras fuentes hablan de bastantes menos.

 Cuando llegaron a Guadix el invierno ya había hecho acto de presencia, era el 7 de enero de 1126. Quizás se habían entretenido demasiado. Pero no había problema, a Alfonso le habían prometido en la carta recibida que una vez estuviera cerca de Granada tendrían noticias de los insurgentes mozárabes y un grupo de unos 12.000 cristianos se unirían a ellos y les abrirían las puertas de la ciudad. Pero aquello no ocurrió, y las únicas noticias que Alfonso recibió fueron que, efectivamente, se habían retrasado demasiado. Tanto, que los cristianos cabecillas de aquella llamada de auxilio fueron descubiertos. No se sabe lo que ocurrió con ellos, pero el castigo debió ser ejemplar. Sin cómplices en el interior que les habrieran las puertas, como les habian prometido, la toma de Granada no iba a ser fácil, y el invierno no era un buen aliado de ningún ejercito, y menos a muchos cientos de kilómetros de su territorio. Había que buscar una solución. Alfonso decidió entonces hacer incursiones por otros territorios donde fue saqueando, y ya de paso liberando más cristianos, en cuanta ciudad encontró en su camino. Era necesario hacerlo, pues su ejército no solo necesitaba estar activo, sino víveres para sobrevivir. A su nueva cabalgada se le unieron unos 10.000 cristianos más, que aunque no pudieron abrirle las puertas, sí pudieron escapar de la ciudad.

Llegaron hasta Écija, y allí se dio la vuelta y se dirigió hasta Cabra (donde el Cid trabó batalla contra Ordóñez y el rey granadino en 1079), y allí, en la sierra pasó algunos días. Pero al ejército de Alfonso le pisaba los talones Abu Bakr, el hijo del emir Alí, que se había lanzado en su persecución desde Sevilla. Era ya el mes de marzo, Alfonso había pasado el invierno de aquí para allá esperando el buen tiempo. A los sevillanos se les habían unido ahora los moros enviados desde Granada. Fue en Arnisol (Ansul o Anzur), actual Puente Genil, aunque casi todas las fuentes hablan de los alrededores de Lucena; allí consiguieron los moros rodear el campamento que habían montado los de Alfonso. Y allí pensaron los sarracenos que los cristianos no tendrían escapatoria y los aniquilarían con toda seguridad. No conocían bien al Batallador.

Los cristianos estaban rodeados, sí, y nunca pensaron los moros que estando en aquella situación se les iba a ocurrir a estos una maniobra suicida como la que hicieron: estallar como una bomba. Salir en varias direcciones y atacar como si de autenticas flechas se tratara para romper el circulo que los moros habían formado a su alrededor. Y no solo consiguieron romperlo, sino que además los moros quedaron tan dispersos, que fueron presa fácil, y los del Batallador consiguieron una gran victoria. Y ahora, había que regresar. Eran muchos los civiles que acompañaban al enorme ejército, por lo que la vuelta a Aragón no fue fácil. Eran familias enteras, con mujeres y niños. Se habla de gente que fue abandonando la marcha por agotamiento o por enfermedad. La idea original de Alfonso era conquistar Granada y dejar allí a todos los cristianos, pero libres de la opresión mora. Pero Granada no pudo ser conquistada y decidió llevrlos consigo. Hubo más escaramuzas y persecuciones por parte de los sarracenos, pero Alfonso consiguió conducir a su ejército y a todos los cristianos rescatados victoriosos hasta Aragón. Era el mes de junio, nueve meses había durado la aventura. ¿Y qué ocurrió con los cristianos liberados? Que el rey les cedió terrenos para repoblar. Muy bien les vino al rey aquella gente que contribuiría a fortalecer más aún su reino. Y muy bien les vino a los cristianos rescatados cambiar de aires a un lugar donde les debió parecer "la tierra prometida" comparado con la vida que hasta ese momento habían llevado. Favor por favor.

Pero no todos los cristianos consiguieron salir de Granada, y a los que quedaron, no les aguardaba nada bueno. Fueron objeto de una brutal represión y decenas de miles, no solo granadinos, sino de toda Andalucía, fueron deportados al norte de África. Fue la venganza mora por la osadía de Alfonso el Batallador. Los que no fueron deportados fueron perseguidos y la opresión sobre ellos se endureció hasta hacer de la vida de estos cristianos un autentico infierno. Los deportados fueron vendidos como esclavos, aunque se dice que algunos corrieron mejor suerte, al dárseles la opción de enrolarse en los ejércitos almorávides. Curioso que podamos encontrar fácilmente artículos que hablan de las deportaciones de los Judíos Sefardíes, o de los Moriscos, aquellos musulmanes que quedaron en España tras acabar la reconquista y que finalmente fueron expulsados de aquí. ¿Y por qué nadie habla de las deportaciones de cristianos andaluces que fueron vendidos como esclavos? Se habla mucho de la riqueza arquitectónica y cultural que dejaron. De ejemplo de convivencia entre dos religiones y culturas diferentes. Eso es lo que nos cuentan porque eso es lo políticamente correcto. Es la moda, la tendencia actual de hablar solamente de lo políticamente correcto. La desgracia que les tocó vivir a los andaluces de la edad media durante 700 años solo ellos podrían contarla con toda su crudeza. Pero los documentos que acreditan tales atropellos están ahí. La historia podrá ser más o menos políticamente correcta para algunos, pero ningún cretino podrá nunca silenciarla.

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